miércoles, octubre 11, 2006

Diccionario y Sexo II

Actor porno. Persona de género masculino dedicada a interpretar películas del género pornográfico. En contra de lo que sucede en otros géneros cinematográficos, sus méritos no se miden a partir de sus dotes interpretativas, sino de otras que pueden llegar incluso a negarlas (véase Ron Jeremy). En cualquier caso, no cualquiera serviría para ser un buen actor porno aún suponiéndole dedicación y buena voluntad, porque, aunque no todo el mundo haya reparado en ello, hay cualidades más que suficientes para determinar la calidad de un actor porno, generalmente más ligada a la eficacia que a la estética; a saber: carecer de vergüenza para hacerlo en público, facilidad para lograr una erección, facilidad para mantenerla, capacidad de contención, buena recuperación, estar bien dotado, tener una eyaculación espectacular, ser ingenioso y creativo en las posturas teniendo en cuenta la situación de la cámara y, sobre todo, parecer feliz permanentemente a pesar de todo ello.

Actriz porno. Persona del género femenino dedicada a interpretar películas del género pornográfico. Por influencia del cine porno americano y a diferencia de épocas anteriores, en la actualidad se valora tanto la habilidad como la belleza de la mujer/actriz, así como lo que ella esté dispuesta a llegar hacer... o dejarse hacer. Así, lo que hace tan sólo quince años era considerado una perversión de grado superior a la norma y que, por ello, contadísimas actrices estaban dispuestas a hacer, ahora forma parte de esa norma. Y lo que ahora se encuentra relegado a la sección especializada pronto formará parte de la iconografía popular y masiva. El límite de este inquietante pero lógico crescendo se encuentra en los snuffs (véase), es decir en lo prohibido. Límite que, entre otras cosas, verifica la ingenuidad de la pornografía en sí misma.

La gran diferencia entre una actriz porno y un actor del mismo género es que la primera no necesita ni siquiera excitarse para poder rodar las tomas, mientras que en el segundo, la capacidad de excitarse en un tiempo record (en cada cambio de plano o secuencia) resulta de suma importancia. Sobre todo para las productoras. (véase Boy). Por último, un dato: no se trata de desencantar a los pornófilos pero no está de más saber que la práctica totalidad de las actrices porno fingen cuando actúan. Por eso, ésta, la del fingimiento, es una de las principales cualidades “técnicas” por las que se valora la eficacia de su profesionalidad.

Jeremy Ron. Uno de los actores más casposos, grasientos y desagradables, pero con más prestigio, dentro del mundo de la pornografía. Uno de los seres seguramente más incomprendidos y al mismo tiempo envidiados por todos los “beach boys” de la Costa Oeste. En fin, un actor fecundo cuya existencia en el mundo del porno carecerá de toda posible explicación racional. Uno de los actores, pues, más (re)conocidos (y reconocibles) en el mundo entero a pesar de medir prácticamente lo mismo a lo largo que a lo ancho –nunca mejor dicho. Ron Jeremy es, para terminar y aún a riesgo de parecer excesivo, uno de los motivos por el que puede dudarse de la supuesta nocividad intrínseca de la pornografía (véase).

Snuff. Película en la que se tortura y mata a la persona que de forma obligada se encuentra siendo protagonista de la misma. La huella que inevitablemente dejará en la retina del espectador el último plano-secuencia de un snuff es aquello que no debería ser asociado a un concepto como el de pornografía (véase).

Boy. Modo con el que se denomina al muchacho que profesionalmente se dedica a desnudarse al ritmo de la música ante mujeres enloquecidas, histéricas y sólo Dios sabe si excitadas. Existen diferencias fundamentales entre el boy actual y la mujer que practicaba (o practica) el clásico strip-tease (con barra o sin ella). La fundamental es que boy debe mostrar evidentes signos de excitación en su actuación (si no quiere perder el trabajo), mientras que la mujer podía (puede) desnudarse y bailar al ritmo que le marca, por ejemplo, un recuerdo cinematográfico, o al compás de las dudas que tiene sobre el destino de sus próximas vacaciones.

Pornografía. No hace mucho, un tal Knox fue condenado en Estados Unidos a una importante pena de cárcel por poseer fotografías de niños en bañador, ya que se demostró que eran usadas para satisfacer sus propias necesidades sexuales. El material tuvo que ser calificado de pornográfico para poder inculparlo. (Así fue dada la noticia, sin más). Y es que la definición anglosajona de lo que después nadie sabe definir personalmente reza que, pornografía es todo aquello que pudiera excitar a los miembros más normales de la sociedad.

¿Cuál es la relación que debe tener la desviación (véase) con la pornografía para que ésta exista? ¿Por parte de quién? ¿Qué es lo pornográfico de la pornografía infantil? ¿La propia pornografía, el productor de esa pornografía, o el cliente de esa pornografía que es quien de alguna forma la promueve? ¿Lo será (pornografía) por el hecho de haber promovido satisfacciones, o alivios, o erecciones, o placer a determinadas personas con independencia de cuáles sean las imágenes que han causado esas satisfacciones? ¿Es pornografía el conjunto de imágenes que muestran a niños en bañador en la playa? ¿Lo es si con ellas se masturba un espectador de esas fotografías? ¿Lo son los catálogos de ropa interior que tanto gustan a un gran sector de la población? ¿No es cierto que si consideramos pornografía a las fotos de los niños en bañador por el uso que se hace de ellas debemos considerar también de la misma manera los catálogos de ropa interior y de zapatos que tanto excita a algunos, o la colección de estilográficas que tanto excita a otros (véanse Pornoscopia y Cosmopolitan)?

Pornoscopia. Tendencia a excitarse con un determinado estímulo. Es decir, tendencia a excitarse por lo que podía ser, dependiendo de cada sujeto, cualquier cosa. A partir de la contemplación de un florero, por ejemplo. O a partir de la lectura de textos de autoayuda.

Cosmopolitan (entre otras). También llamada la cosmo por el propio equipo de redacción de la revista, se trata de una publicación mensual cuyo principal objetivo aparente es el de “crear” una mujer acorde a los tiempos que corren, pero cuyo objetivo real es el de vender la máxima cantidad de ejemplares posibles. Su fin, inteligentemente encubierto es, en contra de las apariencias (véase), el de promover y mantener la inseguridad de la mujer, esa mujer que por ser insegura necesitará comprar la cosmo. Promueven la liberación de la mujer mientras anuncian todo tipo de cosméticos (véase y consúltense, además, todas las últimas declaraciones de Doris Lessing). Sexo en estado puro. Sexo duro.

Cosméticos. Productos utilizados para corregir o disimular defectos, retardar los síntomas de envejecimiento y embellecer el aspecto. Es decir, son el principal recurso para retocar las apariencias (véase), unas apariencias que por no poder ser más que eso, son, ya de por sí, poco fiables. El maquillaje es la máxima expresión de la cosmética. Por lo menos en lo que respecta a las apariencias... más aparentes. Así, al di-simular una realidad que es de por sí aparente, su uso nos conforma otra realidad no menos aparente aunque sí algo más sofisticada. Su utilización, de este modo, no haría sino mostrarnos la apariencia de una apariencia; la única realidad re-conocible. Lógicamente, los filósofos posmodernos, siempre tan interesados en la dismulación y el simulacro, han prestado mucha atención al maquillaje. Baudrillard, por ejemplo, lo califica de autoengaño y lo define como “la pretensión de una pretensión”.

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