miércoles, marzo 07, 2007

Barthes/Baudrillard

Lo he comentado en alguna que otra ocasión: decir de algo que es interesante es decir de ese algo más bien poco. Todo es interesante salvo para un cretino. Así que decir del libro de Barthes que es interesante no es decir demasiado, si bien es cierto que es interesante por varios motivos. Decir del mismo libro que es nocivo no deja de ser una bravuconada, si bien es cierto que responde a un sentir personal. Tan personal que resultaría difícil no titubear si tuviera que explicarlo con argumentos. Las cosas se dicen, no tanto porque se piensen, sino porque se saben. Y aunque muchas veces sabemos menos de lo que creemos otras veces sabemos más.

El libro de Barthes es nocivo en base a lo que ha producido su supuesto. Es decir, en base, no tanto a sus interpretaciones como a las aplicaciones de esas interpretaciones. A veces, cuando la teoría se alía con el mundo ordinario y doméstico, surgen desvaríos que viene de perlas a los especuladores, que no de ideas, sino de dinero contante y sonante. Así el librito de Barthes. Un libro interesante a partir del cual la Fotografía logró integrarse en el extraordinario mundo de las Bellas Artes. Todos los deseos de la Fotografía desde su mismo advenimiento se hicieron realidad a partir de las interpretaciones de La cámara lúcida. La teoría era, entonces más que nunca, la única capaz de sacralizar lo ordinario, y las fotografías no habían sido, hasta ese entonces, más que inevitables productos vulgares. Y además carecían de “cuerpo teórico”. O por eso mismo. Hasta que llegaron los exegetas de Barthes primero... y los buitres leonados inmediatamente después.

Nocivo en la medida en que sería nocivo Hegel, el Hegel inventor del Arte tal y como ahora lo entendemos. Nocivo en la medida en que alumbró una criatura nonata. En efecto, el Arte, tal y como lo inventó Hegel, nació con su misma imposibilidad. Y no hay más que ver la forma cómica en la que se ha ido desarrollando desde entonces. El Arte es, de esta forma, un juego macabro. Por muy cómica que sea su Historia.
De ahí que piense que maldita falta le hacía a la Fotografía entrar en los reinos del Arte. Y de ahí que me parezca tan nocivo el librito de Barthes. Responsable, por tanto. No culpable. Como Hegel con sus ocurrencias.

Ayer se murió Baudrillard. Otro tanto de lo mismo. Interesante pero nocivo. No para todos, pero sí para casi todos (los ciudadanos del mundo, claro). Decía hoy un columnista algo así como que el filósofo (cito de memoria) no tardó en denunciar todas aquellas perspectivas que se basaban en la realidad. Lleva razón el comentarista funerario, si algo obsesionó a Baudrillard fue ese original tema de la Realidad. Sus teorías acerca de lo simulácrico no pretendían otra cosa que cuestionar la cama donde nos derrumbamos cada noche. No tanto porque no fuera cama cuanto porque fuera falsa. Todo cimentado sobre una también original y combativa crítica a la sociedad de consumo. Interesante. Interesante en la medida en la que el bueno de Baudrillard era fotógrafo aficionado con ínfulas de ¿profesional?, ¿artista? Sus exposiciones iban, en cualquier caso, dando la vuelta al mundo en busca de algún comprador. Mientras la realidad nos engañaba, claro. El problema para el filósofo no se encontraba en la confusión entre medio y mensaje, sino en que el fin que se disfrazaba de medio. Nocivo, pues, no tanto en la medida de que dijera cosas interesantes cuanto en la medida en la que las Universidades se las creyeron y las conculcaron a toda una generación que ahora nos gobierna sin piedad.

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