jueves, abril 05, 2007

Políticamente inviable

Sabemos, gracias al director del Centro Reina Sofía Contra la Violencia, que en el curso de un año se han gastado 23 millones de euros en asuntos relacionados con la violencia de género en la Comunidad Valenciana. Sabemos, también gracias a él, que en el curso de ese mismo año 23.000 mujeres fueron víctimas de esa violencia de género. Y sabemos, por sus propias palabras, que la diferencia entre violencia doméstica y violencia de género “no es una diferencia baladí” puesto que la violencia de género “es la que se perpetúa contra la mujer por el mero hecho de ser mujer”.

Sabiendo que se trata del director de un Centro contra la Violencia me cabe presuponer, cuanto menos, que cuando habla de violencia sabe al menos de lo que habla y, aún más, que conoce todas las particularidades y matices del léxico relacionado con su especialidad profesional. Así, puede que la violencia de género se perpetre (digo yo), pero de lo que estamos seguros es que se perpetúa.

Se perpetúa la violencia contra la mujer pues. Y así parece ser que es. Lo “vemos” casi a diario. Porque casi a diario se nos dice que los índices de la tal llamada violencia de género son iguales, si no mayores, que los del año pasado. Casi a diario se nos lo recuerda. Y casi a diario podemos comprobar lo poco eficaz que parece ser esa labor diaria. Tan poco eficaz que, casi a diario se nos dice que los índices de la tal llamada violencia de género son iguales, si no superiores, a los del año pasado por estas fechas y a día de hoy.

Nadie parece contemplar, siquiera de lejos, que quizá la estrategia no sea la adecuada. Nadie parece contemplar que, quizás, no sea al hombre (y al machismo de los hombres)a quien haya que achacar los males de la violencia de género, como suele ser habitual, sino a los hombres que la perpetran. Entonces, sólo entonces, podríamos saber si verdaderamente se “perpetúa” esa violencia contra la mujer que se ejerce contra ella sólo por el “mero hecho de ser mujer”. Y entonces, sólo entonces, podríamos averiguar si el anuncio de Dolce y Gabbana es para todos los posibles espectadores un indicador (o un potenciador) de la violencia de género o es, para algunos/as, la plasmación del deseo de muchas. Un deseo posiblemente prohibido.

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