sábado, octubre 13, 2007

Temporal

Quien me conoce sabe que no soy muy dado a hablar de la codicia... de los demás. Puedo ser crítico con otras cosas pero no con cierto tipo de debilidades humanas. Tengo una educación judeocristiana y me siento culpable por casi todo. Y no tanto por lo que he hecho cuanto por lo que creo que podría hacer en según qué circunstancias. Así pues, no soy muy dado a hablar de la codicia de los demás porque no conozco realmente el alcance de la mía.

Dicho esto digo que ayer estuve en Jávea, lugar en donde habitualmente me retiro para poder hacer con tranquilidad lo que no puedo hacer en la ciudad. Estuve en Jávea, sí, pero no en mi casa. No pude acceder a mi casa debido a las consecuencias del temporal que azotó la zona. Me fueron desviando hasta llegar a un punto de retorno. El amable guardia civil me llegó a recomendar un hotel sin saber que se trata de mi segunda casa: “si quiere usted dormir –me dijo- no veo otra alternativa que un hotel”. Me volví a Valencia después de darle las gracias por el consejo. Lo juro.

Me volví a Valencia indignado porque recordé la conversación que mantuve con un ex profesor de mi escuela y aparejador de profesión. Me vino a decir, hará unos 5 años, que por la costa que me afectaba se estaba construyendo a una velocidad extenuante y vil, y con una carencia de previsiones alarmante. Por resumir, vino a decirme “cuando venga un temporal os enteraréis de lo que vale un peine. Se está construyendo sin tener en cuenta para nada el desalojo de aguas. Algún día explotará -concluyó-, y por eso yo no he querido saber nada de esa ignominia y me he retirado”.

Pues sí, ha explotado. Y lo ha hecho con una repercusión mediática casi insignificante. Jamás he visto tanta gente que no pudo dormir en sus casas amontonada en dos Kms cuadrados. Pero como no hubo víctimas, pues eso, apenas hubo noticia. Yo he vivido ya dos temporales de los gordos en Javea en donde las olas eran mucho mayores y lo máximo a lo que llegó es a provocar inundaciones menores pero espectaculares. Éste de ayer era otra cosa, el agua del mar era increíblemente marrón y provenía, no tanto de la altura de las olas como de los torrentes que las construcciones cercanas no habían podido desaguar.

Las autoridades callan. El silencio administrativo es brutal. Los medios no rascan en la realidad cuando no quieren. Yo me volví a Valencia con el rabo entre las piernas. Indignado.

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