sábado, julio 26, 2008

Mundo extraño

Primera premisa. El sentido crítico es algo que no todo el mundo posee. Quizá porque, después de todo, no añada nada positivo a todas esas personas que no lo poseen. Es decir, a lo mejor, toda esa gente que vive feliz dentro de “su” mundo es porque nadie les ha podido demostrar que el espíritu crítico sea capaz de aportarles algo beneficioso en su vida. La felicidad, de este modo, se encontraría fuera de todo posible análisis y se situaría en el ámbito del puro pragmatismo. La ignorancia, pues, como fundamento de la felicidad.

Segunda premisa. Si algo caracteriza al mundo del arte es precisamente aquello que lo distingue y diferencia de cualquier otro mundo. El mundo del arte representa, por definición, un mundo en el que sólo cabe aquello que deja de ser una posibilidad para convertirse en una realidad. El arte (objeto artístico) es a lo sagrado lo que las cosas (mundanas) son a lo profano. Es por tanto el arte quien vulgariza todo lo que se encuentra fuera de él. Es el arte quien ha inventado nuestra vulgaridad señalando su producto. El mundo del arte no sería nada si no tuviera a quien demostrar su superioridad.

La historia. Hace poco tuve la oportunidad de conocer al artesano que le hace las esculturas a algunos de los mejores escultores de la actualidad. Mi ya amigo Sven. Nada nuevo, pues, respecto al aserto leonardiano que rezaba que el arte é cosa mentale. En efecto nada hay que discutir, después de sus 500 años de vida (relativa), respecto a la veracidad del aserto; una cosa mental, habría que añadir, que produce objetos muy poco mentales que a su vez producen pingües y palpables beneficios.

Respecto a un artista concreto que me interesaba por sus esculturas y por el que mostré interés me contaba Sven el artesano (que ejecuta las ideas mentales del artista) que todas sus esculturas responden a una matriz numérica que a su vez fue tomada a partir de una de ellas; son pura informática. Las esculturas son el producto de una matriz que puede soportar las pequeñas variantes que permitirán al artista ser el artista y no un simple artesano. Algo que sin duda todos saben en el mundo sabe, pues no queda nadie dentro del mundo del arte que no sepa que el arte è cosa mentale. Y que por eso, lo que hace falta para ser artista es una idea y un machaca. Curiosamente, la idea no tiene que ser necesariamente buena; el machaca sí.

Al bueno de Sven no le preocupa nada ver “sus” piezas vendidas por cantidades desorbitantes de dinero porque sabe que el arte es cosa mental, pero no deja de ser un tipo revoltoso con un cierto espíritu crítico. Y a veces cínico. Haciendo aún referencia al artista por el que yo había mostrado interés me hizo la siguiente pregunta: “¿te has dado cuenta de la relación directa que tienen los yates con sus esculturas?” A lo que yo contesté, “¿qué si me he dado cuenta de qué?” Estaba claro que mi espíritu crítico iba muy por detrás del suyo, pero aún no sabía por qué.

“Sí hombre –me decía en un perfecto inglés/danés/español- cada tamaño de escultura se corresponde perfectamente con el tamaño de un yate tipo. Es fácil de entender: la pequeña con un yate pequeño, la mediana con un yate grande y la grande con un superyate”, Y después de una pequeña pausa y sin dejar de mirarme a los ojos, “¿me entiendes? no hay tamaños casuales, por supuesto, pero tampoco responden a ninguna necesidad interna de la escultura. La clave de las esculturas se encuentra, sólo, en los yates”-

Envalentonado por la admiración que le demostraba ante sus teorías del arte me dijo, “pues aún no te he contado lo bueno”. Y ante mi ansiedad manifiesta por conocer lo bueno dio un trago al vino, lo miró a trasluz levantando la copa y sin mirarme a la cara dijo, “¿sabes lo que hace tu artista antes de exponer en una nueva ciudad?; pues se encarga de averiguar los nombres de las mujeres de los magnates de dicha ciudad y a sus antropomórficas y enormes esculturas las titula en función de sus pesquisas. Sólo pueden pasar dos cosas –me dice torciendo la boca y con una caída de ojos-, o que llegue el magnate y diga ¡qué curioso, esta escultura se llama como mi mujer!, o bien que sea la mujer del magnate la que diga, ¡mira cariño, qué casualidad, esta escultura se llama como yo!”.

Conclusión. No la hay, no puede haberla. (ver post)

Moraleja. "Compra una Agni y tira la vieja".

Mundo extraño.

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