domingo, marzo 07, 2010

Ignorancia y estupidez a día de hoy (6-3-10)

Los hechos. Si hay un objetivo previo a toda actuación periodística ese sería la fijación de los hechos. Conocer los hechos es el previo de toda información que pretenda estar a la altura deontológica de la profesión periodística. Para ello es necesario, primero creer que los hechos existen y segundo considerar que existe una forma aproximadamente objetiva de abordarlos y narrarlos. Por ejemplo, nadie puede decir que la Realidad es el producto de una convención lingüística y después posicionarse a favor de un determinado aserto debido a sus connotaciones ideológicas. Esto es: un escéptico radical debe, por principios, renunciar a la ideología.

En efecto, los hechos son los que son. Y como decía Vázquez Montalbán “la realidad es la realidad como el fútbol es el fútbol”. El hecho que aquí nos ocupa sucedió ayer y sus consecuencias formaron parte de otro hecho relevante. El hecho fue que los responsables del MuVIM (Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad) decidieron retirar 8 fotografías pertenecientes a la exposición “Fragments d’un any” (“Fragmentos de un año”), exhibición que pretendía recoger las instantáneas más relevantes del fotoperiodismo valenciano.

Puede decirse de una forma menos eufemística: el hecho es que los responsables del Museo han censurado, a las pocas horas de haber inaugurado la exhibición, 8 de las fotografías expuestas. Motivo que ha dado lugar, en el transcurso del mismo día, a ese otro hecho relevante: la suspensión de la exposición “Fragments d’un any”.

La fotografía. La fotografía es la fotografía como el fútbol es el fútbol. Da lo mismo que se piense en ella en términos estructuralistas, que en términos lingüísticos, que en términos deconstructivos. Da lo mismo que se piense en ella en términos de huella (del pasado) que en términos de analogía (icónicos). Da igual que se piense en la fotografía bajo preceptos filosóficos que bajo preceptos lingüísticos si después la fotografía es la fotografía como el fútbol es el fútbol. Es entonces cuando comprobamos la futilidad del Pensamiento; sobre todo cuando de lo que se trata es de juzgar la Realidad (y no el propio Pensamiento). En efecto, comprobamos la futilidad del Pensamiento cuando, tras haber analizado el término durante años y haber llegado a conclusiones redefinitorias del concepto, observamos lo poco que ha influido en el pensar de la masa (y perdón por el término).

Ahora mismo acabo de leer un libro cuya obsesión es demostrar que la Fotografía no reproduce la Realidad, por lo que sólo puede representar un simulacro de ella (Fantasmagorías, Clément Rosset). ¡A buenas horas mangas verdes!, pues como sabemos eso es algo que vienen haciendo muchos pensadores desde que Barthes publicara su ensayo masturbatorio La cámara lúcida. Demostrar que lo fotografiado no coincide con la realidad de lo fotografiado es, a estas alturas de la corrida, como querer demostrar que los muertos de las películas no son muertos de verdad. Pero una cosa es que el Pensamiento no incida en la sociedad y otra que el Pensamiento carezca de niveles de excelencia (si bien estos sólo pueden valorarse desde dentro del propio Pensamiento). Es decir, lo que dice Rosset estaría bien si su teoría fuera la primera en llegar al espectador de a pie, pero no deja de ser una bravuconada si se lo cuenta a quien hace más 30 años que se lo sabe.

Si la Verdad siempre fue un término que excedía a la condición fotográfica, no digamos ahora, con la invención de un software de retoque que puede usar hasta un niño. El cambio de los haluros por los píxels nos aboca, entre otras cosas, a una relación con la Fotografía de máxima inestabilidad. Otra cosa bien distinta es que no tengamos otra forma de saber de la Realidad más que a través de los medios de comunicación gráficos. Entonces la fotografía puede servir para fijar un hecho. Eso sí, con todas las reservas que se quieran.

Puede que sea cierto lo que nos dicen los pensadores (que resulta absolutamente inútil valorar una fotografía por su relación con la verdad), pero otra cosa bien distinta sería valorar esa indefinición propia del medio con relación a la ética. Es decir, no sabiendo nunca el grado de Verdad que esconde una fotografía, la cuestión sería analizar y valorar (éticamente) las fotos con las que se nos pretende narrar la Realidad. Y como sabemos, la realidad es la realidad como la fotografía es la fotografía.

El miedo. Dependiendo de quién ha dado la noticia ésta se ha dado de una forma u otra. Unos han asegurado que ha sido el PP quien ha censurado las fotos y otros afirman que ha sido la dirección del Museo (seguramente a sugerencia del poder político que lo financia, la Diputación). Para mí se trata de una responsabilidad que sólo atañía al Museo, que tenía que haberse negado en rotundo ante la sugerencia política de la censura. En cualquier caso, ambos son colaboracionistas de la censura. También dependiendo de quién ha dado la noticia el segundo hecho (la retirada de la exposición al completo) éste ha tenido causas diversas: o vendría de instancias solicitadas por la Diputación o vendría de la Unión de periodistas valencianos por considerar ofensiva e inaceptable la censura de 8 fotos. Da lo mismo porque ambas son posturas consecuentes con sus propios presupuestos.

Pero, ¿qué fotos eran esas que se censuraron y por qué motivos? Para responder mejor describirlas: En una terraza hay dos individuos, Víctor Campos y Álvaro Pérez (El Bigotes) implicados en el Caso Gürtel; Camps saliendo como imputado del Tribunal superior de Justicia; Rambla y Camps abotonándose al unísono las chaquetas en un Pleno de las Cortes: Aznar investido Dr. Honoris Causa por la Universidad Cardenal Herrera, Etc. Todas ya publicadas en diversos periódicos en el momento en que fueron noticia de actualidad.

Así, ya estamos en condiciones de responder a la segunda pregunta. El motivo por los que los políticos han querido esconder esas fotografías es el miedo. Un miedo, eso sí, absolutamente estúpido. Y quizá estúpido por provenir de gente ignorante. Además, resulta de una estupidez soberana usar la censura de ese modo si los efectos conseguidos duplican (una vez más) los que se pretenden evitar. Por otra, parte sólo la ignorancia puede ser la causa de desconocer una gran máxima: “Nunca pasa nada”. El miedo derivado de una corrección política entendida a pies juntillas y sin margen para presuponer cierta sensatez en el espectador de museos; la sensatez que deviene de saber que la fotografía es la fotografía como el fútbol es el fútbol. Un miedo, pues, que proviene de la más pavorosa ignorancia, la de desconocer que la fotografía es la fotografía como la realidad es la realidad. Por mucho que filosóficamente hablando la fotografía sea incapaz de ser el doble de la realidad.

Las fotografías censuradas se correspondían, después de todo, con la realidad (como se corresponde con la realidad una foto de Nadal levantando un trofeo). De ahí que los pensadores hayan tenido tan poca influencia en la masa (perdón, de nuevo) y de ahí el miedo exacerbado de los políticos. No hemos avanzado nada: la fotografía es la fotografía como el fútbol es el fútbol y los políticos son gente bochornosa que no sabe que la realidad es la realidad como la ética es la ética.

Post Scriptum. No es de extrañar el uso de la censura por parte de la Institución. En absolutamente habitual. Lo que pasa es que generalmente no llegamos a enterarnos los ciudadanos de a pie (la masa) porque la censura suele producirse previamente al evento y no durante. Quien no quiera enterarse de esto peor para él, pero la censura es la primera parte del proceso de todo proyecto cultural. No se expondrá aquello que pudiera causar malestar en algún sector (por pequeño que sea) de la población. Muerto el perro se acabó la rabia. Ningún gestor cultural quiere jugarse su puesto de trabajo, por lo que la solución será, siempre, evitar aquello que pudiera causarle problemas. Así es como el miedo toma posesión de todos los actos políticos; así es como la corrección política se crece: por el miedo. Miedo a lo que tal vez podría pasar si no se cede al miedo. El miedo pues, como motor que encubre una realidad que se nos oculta, según se nos dice, para salvaguardarnos de lo maléfico a los espectadores, pero que en realidad no da cuenta más que de una dictadura, la que lucha en contra de la libertad de expresión. Miedo, además, a algo que no da miedo ni a los niños. Porque realmente los políticos actúan por miedo ante lo que en realidad sólo les da miedo a ellos.

Como digo, la censura en los lugares institucionales es habitual. Por miedo. Hace no mucho, en el mismo MuVIM se hizo la exposición de una fotógrafa cuya obra se caracterizaba por la dureza de las situaciones representadas. Tan duras eran las condiciones en las que trabajaba y los lugares que frecuentaba que la fotógrafa en cuestión salía a fotografiar con chaleco antibalas. Pues bien, varias fotos fueron previamente censuradas y la dirección del Museo consideró mejor no exhibirlas… por miedo a que… Tal es la terrible paradoja de la censura: una mujer se juega la vida con el fin de hacer unas fotografías y cuando algunas de esas fotografías pueden servir para dar cuenta de ese peligro adquirido como forma de vida y pueden servir por tanto como un documento real, como testimonio auténtico, entonces esas, esas y no otras, son las que se eliminan en pro de una supuesta higienización y dulcificación de la barbarie. Mentira: sólo es producto del MIEDO, la cobardía y el ansia de Poder. Decía al principio que lo primero es creer que los hechos existen y lo segundo considerar que existe una forma aproximadamente objetiva de abordarlos y narrarlos. La censura es una forma de negar los hechos, pues sólo cree en la objetividad de los hechos cuando es la propia censura quien configura la Realidad.

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