sábado, abril 10, 2010

Algo personal

La intuición

No contaría yo con más de 10 años. Era un típico día de domingo que congregaba a tres familias en el chalét de una de ellas. Acababan de dar los resultados de todos los partidos de fútbol de primera división y uno de los tres padres de familia se encontraba absolutamente desolado porque se había quedado en trece. Éramos aproximadamente 18 personas sin contar a los perros, pero inexplicablemente se dirigió a mí, sólo a mí, un chaval de 10 años para decirme exactamente: “no somos nadie”. Pudo decírselo a mi padre, por ejemplo, que le habría hecho más caso, pero recuerdo con precisión cómo girando sobre su eje se dio la vuelta y me lo dijo a mí: “no somos nadie”. El motivo de tan metafísica afirmación pudo quizá haber sido otro más apropiado a su dramatismo, pero la desolación es cosa de cada uno. La cuestión es que la frase me dejó algo aturdido aunque no supiera exactamente por qué, pero en cualquier caso no ha dejado de perseguirme y repetírseme desde entonces, sobre todo, como es lógico, en situaciones incomprensiblemente desoladoras. Por decirlo de otra forma, esa frase me puso de alguna forma en contacto con la inmanencia: “no somos nadie”. Ser nadie es no ser, me repetía a mí mismo (a quién si no) con más frecuencia de la que hubiera sido deseable. Y entré de lleno en el conocimiento del sinsentido.

La fijación del carácter

No contaría yo con más de 10 años y me encontraba con mi padre en la parte posterior del chalét de mis abuelos. Mi padre se agachó para coger una piedra que inexplicablemente se encontraba allí, pues no era lugar de piedras sino de pinocha. La parte de atrás del chalét colindaba con un descampado del que nos encontrábamos separados a través de una simple verja. Como digo, mi padre cogió la piedra que allí molestaba, estiró hacia atrás el brazo con el fin de coger impulso y la lanzó en dirección al descampado. En cosa de menos de un segundo la piedra retornó hacia él con la misma fuerza con la que la había lanzado. Le golpeó en la cabeza y le abrió una brecha de considerables dimensiones. A urgencias. Parecía difícil de creer pero la piedra había golpeado en el cordón del tendido de la ropa que cruzaba por la trayectoria de la piedra y la había rebotado hacia la cabeza de mi padre. Resultaba difícil de creer lo ocurrido pues el cordón no mediría más de 2 mm. de grosor y eran muchas las trayectorias posibles del proyectil rebotado.

Lo siniestro

“Das Unheimlich” llamó Freud a su artículo publicado en la revista Imago. Término de difícil traducción que ha pasado al español como lo siniestro, aunque haya gente que prefiera lo inhóspito (Pardo) o lo ominoso (Etcheverry). En cualquier caso se denomina unheimlich a “todo aquello que debía permanecer oculto... pero se ha puesto de manifiesto” (Schelling). Según Freud, se sentirá como siniestro todo aquello que tenga la fuerza necesaria como para sobreponerse al principio del placer. Desde los 10 años soy consciente de no saber qué es lo que (no) seré cuando no sea.

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