viernes, junio 25, 2010

La mujer del hoy

El documental. Lo vi hace una semana pero fue realizado hace ahora nueve años. El tema de este documental, dirigido por la actriz Silvia Munt, es una aproximación biográfica a la figura de Gala, la que fue Musa de Salvador Dalí. Lo que en él se nos muestra es, por ir al grano, una magnificación del personaje protagonista. Así, una vez más, un documental biográfico como excusa para realizar un documental hagiográfico. Como vamos descubriendo a medida que se desarrolla el documental el tema es, efectivamente, Gala, pero el asunto es “Gala, mujer”. Matiz importante que no se deriva tanto de una interpretación personal del documento cuanto de una evidente intención autoral. De hecho, apenas aparece Dalí y cuando lo hace es de modo testimonial. Para el documento, el hecho de que Gala estuviera emparejada con Dalí es un elemento subsidiario, inevitable pero subsidiario. Lo que le importa al documento es, como digo, la mujer que hay en Gala. Y no tanto para concluir con aquel rancio y viejo tópico que decía que detrás de cada gran hombre hay siempre una gran mujer cuanto para hablar de lo grande que fue Gala, y no tanto para decir que fue grande al lado del artista cuanto para decir que fue grande a pesar de estar junto a él (en este sentido se llega a sugerir que mucho de lo que hacía Dalí era ideado por Gala).

El documental muestra, con claridad y precisión, lo que siempre se supo de Gala. Así pues, el documental hace coincidir la leyenda con la verdad. Como es sabido, nunca se ocultó la rareza de la relación sentimental y sexual que mantuvo con Dalí, nunca se ocultaron sus compulsivas y continuas relaciones sexuales con jovencitos, nunca se ocultó su espíritu manipulador obsesivo ni su autoritarismo ni su avidez de dólares, y lo que hace el documental es precisamente confirmarlo, pero, ¡y aquí lo desconcertante!, confiriendo a esos aspectos una positividad magnificadora. En efecto: el egoísmo impenitente de Gala, su compulsión sexual casi pederástica (diferencias de 40, 50 y 60 años con sus amantes), su espíritu manipulador y su afición a la vida hedonista y contemplativa (sin trabajar) se trataban como las virtudes de una Gran Mujer, una Gran Mujer que podría representar a la “nueva mujer” del hoy, la “nueva mujer” del hoy que es producto de todos esos avances que, como los conseguidos por mujeres como ella, han ido permitiendo a la mujer del hoy ser lo que hoy es: una mujer parecida a Gala. Así Gala fue, bajo el punto de vista del documental, una mujer pionera respecto a lo que ahora se entiende por la mujer representativa del hoy.

En las charlas que varios amigos (hombres y mujeres) de Silvia Munt mantienen en el documental a modo de actualización refrescante de los hechos que se narran, las mujeres parecen admirar en muchos casos y envidiar en otros algunos de los aspectos más definitorios de esa Gran Mujer que para ellas fue Gala. Así, admiran, precisamente, todo lo que para ellas fueron virtudes: todas las citadas más arriba y que podrían resumirse en “hizo lo que le dio la gana“. Y puestos a no importarnos el propio Dalí como posible factor inductor de la personalidad de Gala (como tampoco le ha importado a Silvia Munt), nada nos induce a pensar que Gala fuera el producto de Dalí. Además eso es precisamente lo que el documental pretende en primera instancia: autonomizar a la mujer Gala.

Para Silvia Munt y toda su cohorte de amigos Gala fue sin duda una Gran Mujer, además de pionera y modelo. En un momento del film Silvia Munt le dice a un amigo en tono triunfalista: “cada vez hay más Galas”.

Durante muchos años se estuvo diciendo a los hombres que estaban equivocados por fundamentar su actitud vital en la promiscuidad (sobre todo cuando contenía tendencias paidofílicas), la obsesión por el dinero, el autoritarismo y el egoísmo. Y por eso se trataba de conculcar en ellos, los hombres, eso que verdaderamente les hacía falta: la capacidad de amar por encima de todas las miserias que se centraban en sus intereses primarios. Tal era lo que yo creía que, no sin razón, pedían las mujeres a los hombres después de reprocharles tanta inhumanidad (machista). Tal era lo que yo creía que las mujeres pedían a los hombres en su lucha por un mundo más justo (menos machista): más amor y menos egoísmo. Me equivocaba. Lo que sí está claro que querían es más igualdad. Y al menos por lo que concierne a la ética por fin la están consiguiendo. Amor, mucho amor.

El vídeo. No sabría decir con exactitud cuántas mujeres se encuentran allí dentro, pero todas se encuentran gobernadas por la misma emoción. Parece que se trata de un bar de copas, pero con la peculiaridad de que la clientela es sólo femenina. Puede que haya unas 200 mujeres y, curiosamente, todas ellas manifiestan una indudable alegría. Todas se encuentran sentadas, organizadas por grupos, habiéndolas de toda forma y condición. Para comunicarse entre ellas se hacen necesarios constantes acercamientos de boca a la oreja debido al alto volumen de la música que inunda la sala. El sonido del vídeo se corresponde con el sonido de esa sala que contiene unas 200 mujeres ebrias de alegría, sonido diegético pues. Un gran travelling nos ayuda a confirmar lo que sólo pudo ser una apresurada conjetura. Y en efecto, en esa especie de bar de copas se encuentran unas 200 mujeres extraordinariamente contentas. Pasados unos minutos sale un tipo fornido y vestido de policía. Ante la atenta mirada de todas esas mujeres el policía comienza a desnudarse al son de la música. Las mujeres ya no sólo parecen estar contentas sino que ahora, además, lo demuestran bailando al ritmo de esa misma música, pero sin levantarse de sus asientos. El policía ya se encuentra en paños menores y se va paseando por entre todas esas mujeres mientras se acaricia los pectorales, los abdominales y la entrepierna. Las mujeres que le circundan comienzan a gritar mientras alzan los brazos como en danza extática. El policía ha dejado de parecer un policía y ha pasado a ser un hombre prácticamente desnudo, algo grotesco, pero desnudo y bien formado. Ya no es él quien se acaricia a sí mismo, ahora son ellas las que lo acarician, unas veces conminadas por el propio striper y otras por la propia iniciativa de esas mujeres que no pueden ya controlar sus impulsos. Llegado un momento del show queda claro que las mujeres están desbaratadas, desatadas, descontroladas. El hombre escoge a una de ellas, seguramente después de haberlas estudiado mientras se despojaba del disfraz, la aparta de sus amigas, le agarra firmemente la cabeza y la empotra en sus genitales aún cubiertos por un liviano y ridículo tanga. Ella se deja hacer mientras mira a sus amigas entre risas y muestras de falso pudor. Las amigas se ríen y la señalan. El hombre tapa su acción con una toalla al tiempo que aprieta el rostro de ella contra su paquete. Ejerce un suave movimiento pélvico que hace enloquecer definitivamente al excitado público. Cuando retira la toalla el estado de excitación también queda reflejado bajo el ridículo calzoncillo. La chica se retira entre gestos que muestran perplejidad satisfactoria. El ex-policía vuelve al ataque acercándose ahora a todas las chicas que va encontrando a su paso. Se baja de vez en cuando el tanguilla para ir mostrando, en pequeñas dosis, su polla erecta y bamboleante (en efecto, creo que no hay lector medianamente inteligente que pudiera perdonarme un eufemismo a estas alturas de la corrida). Él va obligando a todas ellas, una por una, a ir cogiéndole la polla y a ejercer sobre ella unos ligeros movimientos libidinosos. Ellas, todas, reaccionan de forma extremadamente parecida: riéndose a carcajadas y alternando miradas a sus compañeras con miradas a la polla erecta. Y accediendo a la propuesta del desconocido bailongo. Todo es ya pura histeria colectiva. El hombre lo sabe, sabe que todo tiene su momento y que el espectáculo tiene sus tiempos. Ahora sabe que puede meter su polla en la boca de cualquiera de esas mujeres y sabe que no habrá nadie que la rechace. Lo sabe. Por eso va pasando de grupo en grupo y metiéndosela en la boca a todas una por una. A todas. Alguna parece, en efecto, reticente, pero el hombre sabe que también ella acabará por metérsela en la boca. El hombre sabe que las reticentes acaban siempre cediendo, sabe que las 199 mujeres restantes no le perdonarían a esa reticente su negativa. Y sabe que las reticentes sólo son reticentes durante el tiempo que dura la eternidad. Sabe que una vez tienen su polla en la boca la reticencia será historia, sólo historia. Por eso todas acaban chupándole la polla a ese musculoso desconocido. Todas. La carcajada, el grito, el baile y la música (a gran volumen) han sido los elementos suficientes y necesarios para que todas esas mujeres, todas, hayan acabado por meterse en la boca la polla de un desconocido. Éste es el vídeo que me mandaron el otro día a través de un mensaje electrónico. Un mensaje de esos que se envían masivamente y que acaba viendo todo el mundo tarde o temprano. Amor, mucho amor. E igualdad a manta.

La película. Hay cerca de mi casa uno de esos videoclubs magníficos en los que tienen prácticamente de todo. Su dueño es un sabidillo de esos que hace magnos esfuerzos por transmitirte en el mínimo tiempo posible todos sus conocimientos cinematográficos. Si el cliente es mujer entonces esos esfuerzos son ya paranormales. Y aliña sus comentarios con opiniones que no dejan lugar a duda acerca de sus inclinaciones, feministas. Parece ser que, al menos con las mujeres, le funciona bien. Una de las películas que aconseja a todas las mujeres, a todas, es una película en la que la protagonista es una mujer casada con un hombre extraordinario al que engaña con un hombre negro por el que se vuelve loca. La película adquiere su sentido durante el transcurso de una trama que consiste, precisamente, en un engaño del que ella no quiere sentirse culpable. Un engaño que no necesita excusas para producirse. Ella, simplemente, le engaña dejándose llevar por el deseo. Y la relación que mantiene con su amante es lo suficientemente satisfactoria para no querer renunciar a ella. En un momento avanzado de la película su hijo, un niño pequeño, se encuentra en el jardín mientras ella lo observa desde el interior de su casa. El niño está trepando por una barandilla con el incierto e inconsciente (por pueril) fin de saltar al exterior. La madre lo mira sabiendo perfectamente el peligro que está corriendo su hijo, sin embargo no reacciona, algo la mantiene paralizada mientras el niño continúa en su intento. Aunque reacciona tarda unos instantes en hacerlo. Nada tienen de casual los tiempos de reacción por parte de la madre en el enclave del guión y la trama. Es precisamente esa lentitud de reacción aquello por lo que esa mujer queda definida. Algo que al parecer en nada influye, desde la óptica feminista, sobre la caracterización ética del personaje. O mejor, desde la óptica feminista la actitud de ella no resulta reprobable por lo que a la ética se refiere porque antes que nada se encuentra su realización como persona/mujer. Es decir, cuando el dueño del videoclub aconseja la película es porque cree firmemente en el potencial feminista que se trasluce de una mujer a la que no le hacen falta excusas para hacer lo que le da la gana, por supuesto que con independencia de cualquier posible sentido de la ética. El dueño del videoclub NO ve maldad alguna por parte de la protagonista, sino que ve, más bien, a una mujer que ha conseguido reivindicarse a sí misma por encima de cualquier cosa que le suponga un impedimento de la Libertad. Ve a una mujer que, ¡por fin!, actúa sin las ataduras que la sociedad (machista) pretende imponer de forma subliminal a todas las mujeres. Ve a una mujer que se ha liberado, ¡por fin!, del constructo cultural y lingüístico que subyuga, en lo concerniente a los sentimientos y a la sexualidad, de forma pertinaz a todas las mujeres. La película se llama El secreto. Amor, mucho amor.

La noticia. Hará ahora casi un año salió en prensa una noticia en la que se afirmaba que las mujeres habían tomado las riendas de La Camorra italiana. Daban los nombres de las nuevas jefas y en el mismo titular se aseguraba que éstas llegaban a ser más crueles en sus castigos y venganzas que sus precedentes masculinos.

Hace unos días salió este titular en El País: “Dos mujeres dirigen una ETA muy dividida y debilitada”, y cuyo subtítulo rezaba: “La policía sitúa a Iratxe Sórzabal en la cúpula de la banda”. Igualdad, por fin mucha igualdad. Y amor, mucho amor.

El anuncio. La empresa de compra-venta Cash Converters ha publicado este anuncio: “¿Tu novio te ha puesto los cuernos? Véngate vendiendo los regalitos que te hizo”. Amor, mucho amor.