viernes, julio 23, 2010

El sujeto del hoy (o Elogio de la parsimonia)

Si nos atenemos a una lógica pretérita, esto es, periclitada, podría decirse que se corre sólo para adelantar el momento de la llegada (o de la entrega, o de la cita...). Así, antes se corría -se aceleraba el ritmo normal y habitual- sólo para adelantar un momento en el tiempo. Siendo esa aceleración la consecuencia vinculada a una necesidad concreta y coyuntural; una aceleración inevitablemente unida a la Realidad donde el correr sería coyuntural. Pero si nos atenemos al estado actual de las cosas esa lógica es tan obsoleta como la propia necesidad de una lógica. Y ya sin lógica que medie en nada podemos decir que hoy en día se corre sólo por correr, sin necesidad de encontrar unos objetivos concretos que pudieran justificar tales prisas. Hasta anteayer las prisas sólo eran propias de despistados o de descerebrados. Hasta hace bien poco se requería siempre un móvil para correr, por lo que su consecuencia no dejaba de ser una respuesta coherente a la misma causa que habían propiciado las prisas. Esto sucedía, por ejemplo, cuando llegar tarde era un signo de mala educación.

Ahora las cosas no son así. Ahora el correr no es tanto un fin en sí mismo (concreto y coyuntural) como una inevitable forma de vida. Lo veo desde hace años en mis alumnos, que siempre son jóvenes y que lo son permanentemente, pues yo crezco pero ellos siempre tienen la misma edad. Sus prisas, que son vitales, ya no tienen nada que ver con hechos nimios, como lo es, por ejemplo, el llegar puntual, o incluso el entregar un trabajo "a tiempo". De hecho siempre corren pero llegan tarde a todos sitios. No, los jóvenes del hoy viven como marcan las pautas de Internet, la Televisión y la tecnología: a toda hostia. Cuando quieren saber algo no buscan bibliografía y acuden a la Biblioteca o la librería, simplemente se enchufan a la Wikipedia desde su trono (permanentemente conectado a millones de tronos)y solucionan su problema deprisa.

Es decir, corren porque no hay necesidad de no hacerlo. Son rápidos porque no hay necesidad de no serlo. O dicho de otra forma, porque han llegado a una conclusión “revolucionaria” sin haber tenido premisa “revolucionaria” alguna y por tanto creen, en su lógica pero perversa ingenuidad, que “ser libre es, sólo, estar informado”. El verdadero Conocimiento, tan alejado del hecho meramente informativo, es una pérdida de tiempo en una sociedad donde mandan las prisas, la velocidad. Allá donde no hay verdad de ninguna clase o estatus lo rentable ya no deviene jamás del sosiego, la reflexión, el análisis y la prudencia, sino más bien del movimiento continuo, de la ansiedad.

Su máxima: Hay que tener prisa porque no hay necesidad de no tenerla. O porque no tenerla sólo será indicio de un asegurado fracaso. El tiempo necesario para adquirir Conocimiento ha demostrado ser, ya en demasiadas ocasiones, una rémora; esto es, un hándicap. Los movimientos lentos sólo propician la pérdida de tiempo y perder el tiempo es como tener un agujero en el bolsillo. Así, al parecer, uno gana tiempo sólo cuando corre, aunque lo haga en detrimento de unas pérdidas (la del sosiego, la serenidad, la reflexión) que a nadie preocupan, más bien al contrario, porque nadie quiere tener un agujero en el bolsillo, aún a costa de poder ganar en sosiego, en madurez. La velocidad lo es todo pero ya no para llegar antes a un lugar sino para llegar antes a un objetivo indescriptible por mostrenco impuesto por la ansiedad que impone el espíritu de nuestra época.

En un mundo regido por el relativismo furibundo sólo el correr parece tener sentido, pero lo que alcanza el éxtasis del sentido es el no dejar de hacerlo. Hasta el punto en que el máximo sentido del sujeto del hoy se encuentra ya no en el correr sino en el correr por correr. No se trata de llegar antes a una cita, sino de llegar a un Todo inasible e inalcanzable por extraordinariamente fantástico. Siendo el Todo lo más parecido a la NADA. El sujeto del hoy vive la insatisfacción de Aquiles persiguiendo permanentemente aquello a lo que nunca dará alcance. Porque correr por correr lleva parejo una indisociable consecuencia: la de no poder parar, la de no conocer pausa. La de no conocer sosiego. Si alguien iniciado en el mundo de las prisas se parara un día a reflexionar, un solo día, perdería inexorablemente todos los “beneficios” obtenidos en su movimiento continuo. Por eso las prisas son ya un indisociable signo de nuestro tiempo, una marca, un estigma. Los que renuncian a ellas son sujetos anacrónicos: obsoletos. Y por eso el sujeto del hoy nunca consigue nada que le satisfaga, es un sujeto insatisfecho por necesidad. Movimiento continuo a toda hostia para conseguir NADA.

Nota. Recomiendo escuchar el tema Slow blues de Count Basie. Da perfecta cuenta de a qué me refiero cuando hablo de serenidad, parsimonia y satisfacción. Podrá encontrarse en YouTube marcando las palabras clave citadas.

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