domingo, noviembre 21, 2010

En off

Hace unos días hablaba yo en este blog sobre las diferencias que median entre lo dicho en privado y lo dicho en público. Sólo se trató de un apunte usado para hablar de otro tema, así que no pude expresar la importancia que bajo mi punto de vista tiene en nuestra sociedad esta esquizofrenia mostrenca.

Y no sólo sucede en política, sino que sucede con todo y en todo. Nadie dice en público lo que dice en privado. Así, muchos de los que se jactan de su sinceridad lo hacen porque en realidad no tienen un público; tienen amigos, pero no público. Las mujeres comprometidas públicamente con su causa (feminista) te dicen en privado sinceridades que contravienen todo su discurso público. Los expertos en arte hablan en plural mayestático a “su” público de las bondades del arte, pero después hablan de su desfachatez cuando se encuentran entre amiguetes. Los gitanos comprensivos que salen en televisión exigiendo integración se reúnen por la noche para echar unos cantes y decir, “nosotros semos asín, que se mueran los payos, chico”. Los políticos dicen por los pasillos del Congreso lo que no se atreven a decir en el Hemiciclo. Y quienes en público aseguran que todos somos iguales sólo hablan en privado de lo que a ellos les hace diferentes.

Sólo emerge la verdad en el fuera de campo. Entonces, sólo entonces, surge la verdad y el mundo se torna creíble, humano. No bueno, sino humano. Sólo ante los descuidos de alguien descubrimos el lado humano de los dos trampantojos mequetrefes (Zapatero y Rajoy). Descuidos humanos, por cierto. En efecto, de forma invariable, cada cierto tiempo emerge un político cuya voz se escapa fuera de campo. Son las traiciones de la voz en off. El otro lado, el lado público, es sin embargo el lado oscuro, el que sólo sabe de pensamientos únicos, de hipocresía: de corrección, de maldad. Así, la única verdad posible se encuentra, desgraciadamente, siempre en off. El señorito Rajoy dice que el desfile de las Fuerzas Armadas es un coñazo y el sibilino Zapatero que hay que violentar al ciudadano para sacarle más rédito político. Es el lado humano (privado) de ambos el que se ha manifestado, sí, pero no olvidemos que nos gobiernan desde el otro lado, el lado oscuro (público).

Desgraciadamente no hay verdad posible en el discurso público y lo humano sólo cabe fuera de campo, esto es, en lo privado. De ahí la poca credibilidad de todo discurso público y de ahí la desafección hacia el mismo. Y de ahí la miseria social que nos rodea. Ya nada puede creerse del discurso público, que es falso por efecto y por defecto. Quedan ya muy pocas cosas de las que hablar en público que no generen un déjà vu asfixiante por desesperanzador (quizá sea este el motivo por el que los gemidos se han impuesto en las campañas electorales catalanas, los gemidos equivalentes al caca, pedo, culo pis de los niños). Por otra parte, el sujeto del hoy sólo quiere medrar y se sirve de algo que precisamente los políticos le han puesto en bandeja: la corrección política, que consisteverdadero cáncer de nuestro tiempo gobernado por un Pensamiento Acomplejado. La hipocresía y la ambición no son, pues, cuestiones que definen al político del hoy sino que son un signo de nuestro tiempo, un tiempo en el que el sujeto vive con miedo y amor; miedo al otro y amor al dinero. En fin y por volver al asunto, somos humanos sólo cuando hablamos delante de una cerveza; esto es, fuera de campo. Una pena.

2 comentarios:

Eric GC dijo...

Curiosamente hablaba yo estos días que todos y cada uno de nosotros interpretamos diferentes roles en nuestra vida, dependiendo de la situación en la que nos encontremos. Es difícil ser la misma persona siempre. Creo que si los politicuchos se dedicaran a dar rienda suelta a su verdadero "yo", a pesar de que podrían perder el poco crédito que ya tienen, sería mucho más aconsejable para la sociedad, ya que veríamos a unos pobres capullos, pero verdaderos; sin disfraces. Aún así todo es complicado o nos hacen creer que lo es.

Un saludo

Eric GC dijo...

Por cierto, soy seguidor de tu blog desde hace ya tiempo, aunque nunca me atreví a comentar. No sé muy bien porqué. Me encanta leerte.

Un abrazo