martes, febrero 21, 2012

La ignorancia como encarnación del mal

Cuando los marxistas de antaño comenzaron a reciclarse, allá por finales de los setenta, dormían con Apocalípticos e Integrados debajo de la almohada. Estaban eufóricos con la idea de equiparar Falcon Crest con El silencio de Bergman. Se sentían liberados de la ya periclitada y despótica presión que infligía la “marca” y comenzaron a sonreír. Porque, es cierto, el hecho de ser integrado permitía por primera vez a un marxista abandonar su auto-exigido aire circunspecto. Así, mientras sonreían todos esos marxistas reciclados que gustaban de analizar la cultura popular desde las nuevas y endogámicas metodologías académicas (Cultural Studies), el mundo más civilizado se iba abandonando, con su beneplácito, al neoliberalismo más descarado y descarnado. La derecha, mientras tanto, otorgaba porque, en el fondo, todo se iba desarrollando a su gusto y manera. Sonrieron tanto todos los que detentaban poder y además durante tanto tiempo que al final se les quedó la boca torta. No habría más que recordar a Zapatero y a su comitiva sonriendo en todas y cada una de sus apariciones públicas en su ostentación de poder; todo el mundo se preguntaba “¿de qué se ríe Zapatero (y Pajín y Aído y Pepiño)?”.

La cuestión es que tanta risita les costó el poder a los socialistas. Porque como decía mi abuela “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Sobre todo si, entre risita y risita, los ciudadanos veíamos crecer el infierno día a día. Fueron precisamente esas improcedentes risitas las que pusieron serios a los socialistas más sensatos y fueron esos socialistas sensatos los que permitieron a la derecha gobernar por mayoría (hay que joderse). Pero ¿por qué aquella sonrisa permanente de nuestro ex presidente y de sus secuaces? ¿Cuál es el motivo que puede inducir a un político -que representa a un país en extinción- a sonreír como un autómata en todos los saraos públicos? Yo diría que se trata, ante todo, de un sentido absolutamente desfasado del concepto de política. De hecho ahora, como es lógico, ya ningún político se ríe. Si acaso se intenta ser simpático cuando las circunstancias lo permiten. En cualquier caso, para poder contestar a esta pregunta conviene hacer un esfuerzo que nos evite caer en la deriva ideológica que inevitablemente todos poseemos. Así, y sin acritud: Zapatero sonreía permanentemente, aun sin necesidad, porque intelectualmente era un cero absoluto; porque despreciaba cualquier atisbo de pensamiento. Aunque parezca mentira sonreía porque creía fervientemente en el des-conocimiento.

En efecto, sólo un iletrado puede, en la era digital, creer que el mundo aún se divide en antiguos y modernos, en apocalípticos e integrados. Zapatero y su séquito fueron la perfecta representación de un gobierno que se pasa por los fondillos el pensamiento y la razón. Por tanto la perfecta representación de una forma de gobernar que se fundamenta en el sentimiento (véase anterior post) y en el sentimentalismo. Con todos esas/esos ministras/os sin estudios que se intercambiaban carteras como cromos. Visión típica del pensamiento integrado, que cree que vale lo mismo –o incluso más-, pongamos, el falconcrestismo de una Bibiana Aído que el bergmanismo de un Aurelio Arteta. La incultura y la ignorancia del gobierno de Zapatero fueron tan enormes que con un poco más de tiempo el PSOE habría podido obtener la fuerza que le habría permitido destrozar tres países del tamaño de España. Recuerdo que en los días previos a las elecciones generales Rubalcaba, perfecto pupilo del socialismo zapaterista (a pesar de todo y en contra de algunas apariencias), se daba golpes de pecho ante una entrevistadora que le preguntaba acerca de su propuesta de ministro de economía. Sonriendo, cómo no, vino a contestar que poco importaba en realidad quien fuera el ministrable pues era él quien en última instancia tomaría las grandes decisiones. Conciencia mesiánica propia del zapaterismo que llevó a la ruina al PSOE. Así le fue en las elecciones. Y este es, al parecer, el futuro del socialismo en España. Espero que hagan un análisis de conciencia los socialistas que continuaron votando al PSOE (no los sensatos que se vieron abocados al abandono aún a pesar de sus convicciones socialistas, que ya lo hicieron) sobre tanta maléfica y soberbia ignorancia. Una ignorancia forjada sobre una idea de conocimiento basada en el desprecio del canon (el que les da la risa), de la razón (que les da miedo), y en el sentimiento de superioridad moral (el que les induce al desprecio indiscriminado).

Addenda. Reíd malditos. Sólo un malvado -o un loco- puede creer que Unión Progreso y Democracia es un partido facha. Sólo un malvado -o un imbécil- puede creer, aún, que la maldad se encuentra, sólo, en “los otros”. Sólo un país en extinción puede dar más importancia mediática a la muerte de Whitney Houston que a las barricadas populares griegas (sucedidas ambas en el mismo día).

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