martes, julio 31, 2012

Las mínimas altas y lo sublime

Primera parte: lo húmedo
Quizá una de las ventajas de ser mediterráneo sea la de poder alejarse de sus influjos. Me gusta ser valenciano desde el punto de vista meteorológico. Pero no todo el año; de hecho sólo me gusta ser valenciano durante tres estaciones, aquellas en la que el sol no resulta demasiado molesto. Y me gusta ser valenciano especialmente en la época de gotas frías. Llegado el verano intento huir hacia el norte, si bien es cierto que huyo hacia el norte siempre que puedo y con la misma intención: buscar nubarrones y encontrar lluvia pertinaz. De hecho, debe tratarse de una patología desconocida pero el placer del viaje se me incrementa considerablemente cuando llueve en el destino. El reiterativo sol de Valencia me molesta a veces incluso en invierno. Tener las mínimas más altas de toda la península es agradable en lo que respecta al invierno y soportable en las estaciones intermedias. No así en el maldito verano, donde además se acrecienta la sensación de calor con esa pegajosa y alienígena humedad autóctona, que es de todo menos relativa.
De esta forma me he vuelto adicto a una web que predice con bastante precisión el estado meteorológico de la península. Con lo que, desde un tiempo a esta parte, puedo planificar mis viajes con el fin de encontrar lo que el vulgo llama mal tiempo, que para mí es el IDEAL. Antes tenía que confiar en la suerte y he de reconocer que, quizá debido a las simples probabilidades, he tenido más suerte que desgracia en mis frecuentes viajes al norte. Pero cuando la mala fortuna se me ha incrustado en algún viaje concreto he tenido que soportar la estúpida amabilidad de los nativos norteños, que invariablemente me decían “qué suerte ha tenido Usted, llevamos dos semanas con mal tiempo y hoy ha salido un día estupendo”.
Me encuentro en pleno viaje por Cantabria y algo ha debido fallar en las predicciones que tuve en cuenta hace 15 días. No pude haber elegido otras fechas distintas porque tenía ocupaciones con la que cumplir, pero sí podía asegurarme que en las fechas elegidas iba a tener suerte. Cosa que no ha sucedido. Se trata de una web que raramente falla y cuando lo hace lo hace con pequeñas variaciones de lo previsto. Las predicciones son fiables siempre y cuando no quieras saber de un futuro que supere los 15 días. Pero algo debió fallar, digo, en las que me indujeron a contratar posada en Cantabria. Se trataba esta vez de un viaje corto, así que el error sería más flagrante por carecer de la posible compensación que el norte siempre depara a los apóstatas del sol veraniego.
Ciertas confluencias meteorológicas han determinado que de los tres días previstos dos fueran soleados. Por lo que estéticamente hablando puede decirse que el viaje no ha aportado nada relevante. No hay belleza sin herrumbre y musgo, y sólo hay verdadera herrumbre y verdadero musgo cuando puedes tocar las plomizas nubes con los dedos y cuando se te empaña la vista mirando el suelo. Concedo en que pueda haber belleza en los soleados parajes verdes y frondosos, pero soy inflexible en cuanto a la posibilidad de que pueda darse lo sublime si no es ante lo húmedo. En cualquier caso, el comentario del dueño de la posada no ha tardado en llegar: “nos han traído Ustedes el buen tiempo”. Así, además de desafortunados, culpables.
Segunda parte: lo salado
Gracias a una revisión médica fortuita descubrieron que yo soy un hombre de alta tensión. Y cuando digo alta, digo alta. Llevan cinco años advirtiéndome de los peligros de esta disfunción, los mismos cinco años en los que ningún médico especialista ha logrado bajármela. Al parecer soy un caso especial: no pueden bajarme la tensión ni a hostias. He probado de todo, además de haber probado con varios especialistas. Cada uno me ha dado su receta particular después de haberme dado la receta universal. Todos me han recetado pastillas y las he probado de todos los colores. Pero nada, sigo siendo un hombre de alta tensión. Nueces en ayunas, limón en ayunas, té rojo a todas horas, una cucharada de aceite de oliva en ayunas, mucha agua, nada de grasa saturadas, mucha fruta y verdura -aún sin ganas y por tanto a la fuerza-, un plátano al día, fuera el café y la sal... Ya saben Ustedes. A todo esto había que añadirle al principio un poco de ejercicio. Cuando vieron que con la observancia de todo esto la tensión no me bajaba decidieron indicarme más ejercicio: al principio bastaba con media hora tres veces a la semana pero ahora, y según me dicen los médicos, debo estar medio día subido en una cinta y el otro subido en una elíptica. Yo hace cinco años que cocino sin sal. Ahora sólo debo mentalizarme de que debo vivir como un atleta de élite.
Es mi tercera noche en Cantabria, concretamente en Quijas, un pueblecito situado a 30 Kms. de Santander. El sol lleva dos días machacando mis expectativas estéticas, es decir, mis expectativas vitales. M y yo hemos salido por la zona buscando un lugar que nos diera de comer aceptablemente sin agujerearnos el bolsillo. Y lo hemos encontrado. Se trata de un lugar ciertamente previsible. Es probable que en todos los pueblos españoles haya un bar restaurante del tipo. Mesas exteriores que se transforman en función de las circunstancias y un camarero que toma la comanda mirando sus pertenencias. Rechazamos rápidamente el menú anunciado en cartel y pedimos la carta. No lo podía creer, en el plastificado y rígido listado se encontraba un plato que sólo había existido en mis fantasías después de una memorable conversación mantenida con el dueño de uno de los restaurantes galardonados por estrellas michelín. Dijo el conocido cocinero: “estoy realmente harto del foie gras; ya no sé cómo darlo ni cómo combinarlo y ahora está de moda, todo el mundo me lo pide”. Ante tan enfurruñada afirmación yo le pregunté si bajo su punto de vista había algo que realmente combinara bien con unos filetitos de foie, a lo que él respondió, “sí, de hecho yo lo hago en mi casa cuando el cuerpo me lo pide; se trata de cocinar los filetitos de foie, incorporar dos huevos fritos encima y utilizar el pan como cubierto, sólo el pan y los dedos: sublime”. Pues bien, el plato de Quijas era exactamente ése, pero sobre una cama enorme de jugosas patatas fritas y una salsa de vinagre y miel. Los huevos rebosaban aceite y la brillante superficie del foie se encontraba incrustada por pedruscos de sal. Perfecto. Le hemos pedido al camarero que se llevara los cubiertos y el plato nos ha durado un suspiro.

sábado, julio 14, 2012

Cárceles de invención

Llevo años determinando la Corrección Política como el verdadero MAL de esta nueva era. Pero, ¿qué es exactamente la Corrección Política?
De entre las varias respuestas posibles (qe serían diferentes pero también complementarias), he aquí una respuesta excéntrica:
Si se coge la autovía que va de Valencia a Albacete podrá encontrarse el conductor con un letrero anunciador que dice establecimiento penitenciario. La cuestión es ¿por qué tal denominación? Es decir, ¿por qué allá donde hace años ponía la palabra cárcel pone ahora establecimiento penitenciario?, ¿por qué llamar establecimiento penitenciario a lo que TODO EL MUNDO llama cárcel?, ¿puede entenderse como intrascendente o despreciable este cambio?
Pues sepan Ustedes que no sólo no se trata de algo intrascendente o despreciable sino que se trata del signo que nos muestra la monstruosa realidad de la corrección política. Cuantas más preguntas nos hagamos acerca de este hecho más motivos obtendremos para sospechar de… ¿quién? Y si sabemos hacer extensibles esas preguntas a otras cuestiones que atañen a nuestra experiencia como ciudadanos regidos por un estado abusivamente proteccionista e innecesariamente paternalista, pues más datos obtendremos que muestren la perversión de la corrección política.
Situémonos en aquel momento: saliendo de Valencia y llegando a Picasent nos encontrábamos con letreros señalizadores que nos indicaban oportunamente la desviación para llegar a la cárcel. Pero de un día para otro deciden sustituirlo por otro que diga establecimiento penitenciario. La primera pregunta que habría que hacerse es ¿quién?, ¿quién ha tomado la decisión de sustituir una palabra de uso común por una suerte de cursilería eufemista que NADIE va a usar jamás para referirse al lugar? ¿Quién ha decido que sería mejor el eufemismo léxico que la denominación históricamente aceptada? ¿Quién ha pensado que tan decisión comportaría beneficios a la ciudadanía? ¿En qué beneficios se piensa cuando se sustituye una palabra inocua (en sí misma) pero reconocible por otra sofisticada pero inservible? ¿Qué mecanismos mentales se han dado y en quién como para poder llevar a cabo una acción que nadie reclamaba y que además responde a una situación falsa: falsa porque además de seguir siendo una cárcel todo el mundo sigue llamando cárcel al lugar en cuestión?
Ya dije que se trataba de una respuesta excéntrica, pero no por ello deja de dar pistas. Tengo serias dudas de que el cambio de paradigma consistente en falsear la realidad denominando las cosas desde los intereses políticos sea la forma adecuada de que las cosas mejoren (o simplemente se arreglen). Pero también es posible que, después de todo, haya miles (¿) de personas que crean verdaderamente en la necesidad de un proteccionismo estatal; primero porque crean en que es posible mejorar las cosas con la terminología buenista de los políticos y segundo porque todo proteccionismo les asegura un cierto victimismo atendido. Un victimismo que, como hemos visto, no servirá para solucionar el problema real, sino que más bien consolidará el problema con el único fin de que siga habiendo ciudadanos que acudan al Estado para resolver un problema que además ha sido re-generado por el propio Estado. O sea, llamar establecimiento penitenciario a lo que en realidad es una cárcel genera un problema que se añade a los problemas que el Estado dice querer solucionar.
(Dedicado a Gustavo Jornet)

lunes, julio 09, 2012

Oxímoron


Antes que nada una pregunta: ¿alguien se ha preguntado por qué, dadas las condiciones en las que particularmente se encuentra España, y con una herramienta de comunicación masiva e inmediata como es internet, no se ha producido una revuelta organizada y aplastante que ponga en su sitio a la casta política?

Durante el siglo XX el mundo intelectual disfrutó debatiendo en torno al tema “capital” de la alienación, ese tema, el Tema. Hace aproximadamente 40 años se introdujo en la discusión un matiz que resultó tan decisivo como definitorio de la nueva era. En todos los saraos académicos de aquella época se seguía discutiendo en torno al asunto, por supuesto, pero desde un prisma mucho más indulgente con los apóstatas. Así, ya nadie sabía con precisión si el pueblo estaba humillado por una televisión basura o si la televisión basura era al fin y al cabo producto de una gran demanda. Había dado comienzo la posmodernidad ideológica. Una parte importante de la izquierda que hasta entonces sólo había gustado de Wajda, Schlöndorff, Bergman y Pasolini decidió “integrarse” y elogiar Falcon Crest y Los ricos también lloran, mientras cambiaban su piso por un chalet. Lo que, en cualquier caso, dio lugar a una fracturación en las filas pseudopostestructuralistas de educación marxista que acabó con la hegemonía de los enfurruñaos, esos tipos que calzaban alpargatas en homenaje al proletariado y veían al diablo en el cine americano. Había nacido la izquierda amable…populista, integrada y en apariencia sensata. Todo parecía encaminado a liberar del Dogma a la ideología política.

Pero en realidad no era sino un espejismo; o mejor: una trampa. La verdad es que se estaban gestando las bases de la estrategia más perversa de control que ha conocido el ser humano: la Corrección Política. La forma de control más sibilina y perversa de las posibles por cuanto su estrategia se basa en una suerte de aparente espíritu democrático definitivo; una estrategia impulsada por dos inteligentes tácticas, la de Victimismo y la de la Cultura de la Queja, que parecían dar protagonismo a cualquier ciudadano. Todo ciudadano tenía ya un derecho que enarbolar… y lo enarbolaba… aunque fuera a costa de una pérdida sufrida por el conjunto. Había dado comienzo el progresismo puritano. La preservación de derechos individuales se impuso sobre la sensatez y el control de la sociedad creció exponencialmente.

De hecho, la hecatombe comenzó en el mismo momento en que el ciudadano se conformó con ser atendido en su queja, con independencia de que el problema general no se solucionara nunca. De hecho, es ahí donde radica el éxito de una empresa tan perversa como la Corrección Política. El ciudadano aceptó feliz el paternalismo ofrecido en bandeja porque le liberaba de tener que responsabilizarse, de tener que madurar. Por otra parte la estrategia liberaba también a los partidos políticos de tener que demostrar competencia; sólo debían generar alrededor del problema un plan mediático basado en la promesa (por ejemplo: nunca se ha tratado de analizar profundamente el problema de de la violencia que ciertos hombres ejercen sobre algunas mujeres, sino de crear cientos de Institutos de la Mujer, o incluso un Ministerio). Porque la Corrección Política consiste en perpetuar los problemas que no deben solucionarse so pena de acabar con el triunfo que confieren los votos obtenidos ante las promesas electorales. A partir de ese momento inicial comentado triunfaría el partido político que mejor supiera prometer aquello que no solucionaría nunca. En esto consiste exactamente el ser de la Corrección Política. Habiendo problemas que solucionar los políticos estarán salvados y los ciudadanos condenados. 

Eso sí, todos exigiendo, todos reivindicándose en base a una queja conculcada: los estudiantes en tanto seres agobiados por la demanda de sus autoritarios profesores, los hijos en tanto que seres desfavorecidos ante el Poder desmedido de sus padres, los padres en tanto que personas desamparadas ante la asertividad de sus ladinos infantes, los fumadores en tanto que seres que se autoconsideran engañados, los gordos en tanto que seres con alta peligrosidad mortal inducida, las mujeres en tanto que discriminadas por una sociedad que las maltrata con ferocidad, los descuidados en tanto que ciudadanos que una vez tropezaron con el bordillo de una obra (que se encontraba sin señalizar oportunamente), los infortunados en tanto que seres abusados (desde su nacimiento) por una Injusticia Universal y los nacionalistas en tanto que seres superiores pero incomprendidos por el otro; todos podían quejarse y lo que es mejor: todos eran atendidos en sus quejas. Se prefirió atender al individuo en una perfecta campaña fundamentada en el proteccionismo -que a todos satisfacía en la inmediatez- que a los colectivos. Se prefirió la publicidad mediática (falsa) que el análisis profundo del problema. Es decir, se prefirió el problema a la solución. Tal es la perversidad de la Corrección Política. Una invención de la izquierda que en realidad resultaba propia de la derecha, tan propia que ésta la asumió sin problemas. Los fachas son por definición puritanos, pero un progresista gazmoño…es el principio del fin.