martes, mayo 07, 2013

Diálogo y Corrección


Corrección y Dialogo

Más que los reality y los basura lo que inunda nuestros sentidos visuales y sonoros son las tertulias. Es difícil levantarse y acostarse sin estar rodeado de tertulianos. La radio y la televisión están infestadas de listos que se hablan a gritos, o que se humedecen mientras se escuchan a sí mismos. Los tertulianos son super-héroes sin licra y maquillados a pincel; saben de todo y se excitan con su intrépida musculatura lingual. Su tipología es extraordinariamente parecida a la del forofo de fútbol y por eso su discurso es tan simple como el que genera el hincha. Su exaltación se basa, fundamentalmente, en saber cuál debe ser la estrategia de juego cuando su equipo va perdiendo el partido. Es sabido que en el campo de un equipo que pierde hay 80.000 entrenadores cualificados gritando cómo deberían hacerse las cosas. Pero cuando el equipo gana lo importante para el forofo es, sólo, la celebración, la farra.

Los tertulianos son, por otra parte, la perfecta representación mediática del ciudadano, que viendo y escuchando las tertulias se convierte también en un excitado entrenador de fútbol. Y allá donde todo el mundo cree saberlo todo hay un mundo en el que nadie sabe realmente nada. La manifiesta incapacidad de entendimiento que generan las tertulias es un signo de nuestro monstruoso presente. Y eso que los multi-opinadores tienen a su favor un índice de corrupción e incompetencia política descomunal. Las tertulias son estupendas Torres de Babel que nos muestran la verdadera precariedad de uno de los recursos más ensalzados y reclamados por los perniciosos bien-pensantes: el del diálogo. Ya sólo un tonto de baba puede pensar que el diálogo es una forma de comunicación que sin más solventa los problemas. Sobre todo porque, muy probablemente, muchos de los problemas han sido generados, entre otras cosas, por la falta de comunicación propiciada por un simpático y continuado diálogo. El famoso diálogo de sordos. (Algo que vengo apuntando en este blog desde que aquella ínclita periodista pidiera públicamente “diálogo, diálogo y diálogo”… con unos asesinos).

El diálogo sin sentido de la ética y sin verdadera cultura no es más que un gruñido sofisticado. Sobre todo en tiempos de Corrección Política. Y no digo que los tertulianos carezcan de esas condiciones necesarias, sino que resulta poco ético y congruente que practiquen su perversa incontinencia verbal ante un país cada vez más grosero, inculto y vulgar. Nadie parece darse cuenta de que lo que habría que inculcar al ciudadano antes de hablarle de las virtudes del diálogo es de las virtudes de la generosidad. Menos diálogo y más pensamiento. Menos hablar y más estudiar. Menos economía y más humanidades. Menos estética y más ética. Menos corrección y más amor. Y eso se consigue desde la educación de los infantes y desde las Universidades. Si bien es cierto que ya sabemos cuál es el nivel español en estos menesteres de la educación y el aprendizaje. La gran pregunta sería, ¿queda aún algún medio digno en el que expresar opiniones sin caer en la incongruencia? Valdría la pena pensar seriamente en la respuesta. En cualquier caso vaya por delante que ¡sois unos pesados, tertulianos!

Addenda. Hay algo que añade más leña al fuego, y es que los influyentes moderadores que se muestran tan serios y circunspectos en sus respectivas tertulias políticas hagan pequeñas pausas para publicitar, ellos mismos, un viaje a las Bahamas, un detector de radares o ¡incluso! unas píldoras para potenciar la memoria. O que jueguen a ser, además, graciosos en la segunda parte del programa (en radio y programas matinales de televisión). O que opinen de Isabel Pantoja con la misma convicción y seguridad con la que la que opinan de Montoro. ¡Idiotas!