domingo, noviembre 08, 2015

Gran Hermano y Forges



Gran Hermano y Forges



Mientras les llenan la cabeza de slogans y de ideología barata los jóvenes siguen con fruición Gran Hermano y Hombres y Mujeres y Viceversa, dos de sus programas favoritos de la parrilla televisiva. Y lo hacen dejando claro cómo son y de qué van todos ellos, personajes y espectadores. Así, mientras los políticos, los periodistas y los profesores inculcan al mundo civilizado la idea de que los varones son sospechosos por naturaleza (?), los jóvenes van a la suya, la que les resulta inevitable. Tanto si son hembras como si son machos. O por decirlo de otra forma: los jóvenes son como son con independencia de lo que se diga de ellos e incluso de lo que ellos crean ser. ¿Y qué conclusión podría extraerse de las 16 ediciones de Gran Hermano, y más concretamente de esta última, tan instructiva? Pues que definitivamente hay muchas mujeres con carácter y que además todas ellas están educadas (desde los poderes fácticos, desde la trama social y lo que resulta más importante, desde su más tierna infancia) en la absoluta independencia de su sexo y su autonomía respecto al opuesto. ¿Qué otras conclusiones cabrían? Pues que los varones más chulos y proactivos son los que más éxito obtienen con esas mujeres tan independientes y liberadas. Y como es sabido (y quien no lo sepa peor para “él”) los más chulos son, casi siempre, los que además llevan ciertas cualidades asociadas, como agresividad, orangutanismo, egoísmo, crueldad, despotismo, vanidad, insensibilidad… Pero ahí están ellas, las jóvenes, tan liberadas, tan independientes, con tanto carácter, con tantos slogans feministas marcados a fuego en su mente… perdiendo la dignidad ante los más chulos de la pandilla. Como siempre. Humillándose ante quienes admiten su escasa capacidad para amar y la mucha que tienen para follar…



Veamos ahora una de las últimas viñetas de Forges para El País




Si yo tuviera que describir la viñeta lo haría de la siguiente forma:  Una anciana enlutada corre con una pancarta en las manos que contiene un texto y una imagen; el texto dice “Pacto de Estado ¡ya! Contra el machismo” y la imagen es la cabeza de un hombre tachada con una cruz roja. Una lágrima enorme discurre por la mejilla de la anciana.



¿Alguna objeción? De lo que no cabe duda es de lo que la cruz, con todo su rojo, significa en su superposición sobre la cabeza del hombre: que es él quien sobra. O que hay que acabar con él y por eso lo tachamos. O que el problema es el hombre con independencia de que para acabar con él tengan que hacerse unas cosas u otras: pactos, Institutos, Ministerios, leyes, lobbies… El que se encuentre representada la imagen de un hombre en la pancarta no puede responder a ninguna ingenuidad, de otra forma habría bastado con el slogan.



¿Es eso lo que vemos o no? ¿O quizá deberíamos hablar de interpretaciones en base a algún matiz? ¿Podrían las posibles interpretaciones no ser en realidad más que proyecciones de significación derivadas de un discurso previsible por oficial? ¿Qué nos haría pensar que lo que sobra son sólo algunos tipos de hombres? Bajo mi punto de vista poca cosa, pues no hay motivo para pensar que los hombres de aspecto rudo o adusto son machistas. ¿Entonces? ¿Por qué entonces debemos suponer que son sólo unos cuantos hombres los que deben ser tachados? ¿Qué nos obliga a deducir de la esa imagen que sólo sobran algunos hombres y no todos? Nada. La imagen que se tacha es la de un hombre que tiene acentuadas las características específicas de su sexo: mandíbulas anchas, barba de 4 días (esa que tanto gusta ahora) y cejas pobladas. Es más, si quitamos el rictus de la boca podríamos incluso hablar de lo que siempre se ha asociado a un hombre noble, con sus gafas incluídas. Hagan la prueba y lo verán. En cualquier caso los rasgos que indican seriedad o mal humor tampoco son sintomáticos de machismo. Más bien al revés, como hemos comprobado en los dos programas citados.



La conclusión es que a la imagen no le ha hecho falta ser más objetiva para ser eficaz. A Forges no le ha hecho falta ser más explícito a la hora de describir la maldad del hombre que hay que tachar para conseguir que que todo el mundo acepte la viñeta sin restricciones. O por decirlo de otra forma: no ha hecho falta que el hombre tuviera un cuchillo en la mano para que todo el mundo supiera que el varón es la causa del problema con el que hay que acabar. No hay que acabar con los tipos duros ni con los chulos, de hecho hemos visto que siguen siendo ellos quienes más favores obtienen de las liberadas hembras, hay que acabar con el mismo varón, ese varón que más bien podría ser el marido de esa anciana que llora al tiempo que viste de luto en un país que estadísticamente se encuentra a la cola de los que padecen violencia derivada de cuestiones pasionales. Tampoco importa demasiado saber en qué puede consistir ese Pacto de Estado, precisamente porque lo importante ya haya quedado claro y la misión cumplida con la misma viñeta.


Coda. Hay dos tipos de personas, aquellas a las que les gusta generalizar y aquellas que reniegan ferozmente de toda posible generalización. Pero dentro de cada grupo existen además dos tipos de personas, aquellas a los que no les gusta generalizar y aquellas que no pueden evitar el hacerlo.

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