sábado, noviembre 26, 2016

Sobre la Igualdad

Sobre la Igualdad

¿La Igualdad? se pregunta uno. ¿Qué contestar?

La verdad es que resulta complicado responder a una pregunta cuya única respuesta posible admitida socialmente sólo puede ser una, valga la redundancia; a saber: la que utiliza ese mismo concepto desde la afirmación asertiva; la que no admite dudas acerca de su reivindicación; la que no admite disidentes en ese rechazo de la duda que conlleva toda pregunta. No existe la posibilidad de duda si la respuesta sólo puede ser una. Sólo es posible cabecear en positivo ante ella. Para nuestra época la Igualdad es sí o sí, y no existe posibilidad de disidencia; no existe en ningún caso la posibilidad de análisis semántico. “¿Para qué?”, se preguntan los adalides de la Corrección Política, ya la lleven puesta de forma explícita o de forma implícita.  

Así, no hay duda de que tanto la Opinión Pública como la Opinión Publicada, esto es, la emitida socialmente, tienen claro qué hacer con el concepto Igualdad: reivindicarlo ferozmente siempre fuere como fuere, por mucho que la pregunta, así planteada (¿La Igualdad?), pudiera quedarse siempre corta por incompleta. Son cosas de la Corrección Política: no mostrar fisuras en la asertiva estrategia cortando por lo sano desde la misma abstracción del concepto. La Igualdad -así en genérico y en abstracto- es para Ella, la Corrección Política, el fín último, esto es, el primer objetivo. ¡Pero no tanto en cuanto a su posible aplicación a la misma sociedad se refiere!, cosa imposible además de indeseable*, sino en su objetivo real, que no es otro que el de inocular la misma reivindicación feroz de esa Iguadad en nombre del Bien Supremo. En el mercado de las ideas regidas por la Corrección Política (que son prácticamente todas en la medida en que las ideas privadas no acceden a la Opinión Social) no existe la posibilidad de afinar, matizar, limitar el concepto Igualdad porque todas esas acciones serían vistas como enemigas del fin último de la estrategia. ¡Ay de quien se atreva a poner en duda la univocidad del término más allá del círculo privado!

¿Cuál ha sido el resultado después de 40 años de imposición ideológica? Pues el resultado previsto, que no es otro que el buscado por la misma estrategia que conlleva toda política impositiva. Y una estrategia, según el Léxico de Filosofía de Jacqueline Russ,  es el “el conjunto coherente de acciones destinadas a producir un resultado determinado, a eliminar al adversario, etc.; arte y habilidad para dirigir un asunto”.

Desde luego que en el caso que nos ocupa la coherencia es un aspecto definitivo. La psicótica reivindicacón de la Igualdad sólo puede obtener éxito desde un férreo control de la Opinión Pública y Publicada. Y esto es sólo es posible a través del Puro Control, que en este caso (como en otros de parecido fundamento) se ejerce, como digo, en nombre del Bien Supremo… pero siempre desde el Poder Omnívodo, desde ese Poder que sólo sabe expresarse desde el Pensamiento Único; desde ese Poder que no admite disidencias. desde ese Poder más preocupado por “eliminar adversarios” que de solucionar el problema, pues como ya hemos apuntado otras veces, la única forma de luchar contínuamente contra la Desigualdad -desde la Corrección Política- es dejando que ésta no deje de existir.

Pero insistimos ¿cuál ha sido el resultado? Pues ahí está a la vista de todos: que la Diferencia sigue manifestándose en la vida real con una naturalidad pasmosa (ver Nota), tan pasmosa como ajena a los desencajados rostros de todos aquellos que no ven más allá de la ideología impuesta por un Poder nada inocente, entre otras cosas porque toda imposición se ejerce desde la tiranía y el despotismo (e incluso desde algo mucho peor, la perversa incultura y la maléfica ignorancia). Porque la Diferencia cristaliza en la sociedad con absoluta indiferencia hacia los Institutos de Mujer y las Consejerías de Igualdad.

Igualdad es, precisamente, aquello que no puede ser con independencia de sus posibilidades (siempre ambiguas debido a verdadera imposibilidad última), y Diferencia es, precisamente, aquello que por asentarse como única posibilidad de relación social -tanto en el sujeto en general como en el sexuado en particular- habría que aprender a gestionar. Algo que, no haría falta decirlo, nada tiene que ver con la igualdad de derechos (estamos hablando de igualdad de géneros por lo que al comportamiento entre ellos o hacia ellos se refiere).

Además, hablar en nombre del Bien para justificar una estrategia, es decir, asociar de forma arbitraria el concepto Igualdad al concepto de Bien, no deja de ser lo mismo que lo que hacía en antaño el estamento religioso cuando justificaba sus actos inquisitoriales en nombre de Dios. Y más aún si ha sido el propio pensamiento políticamente correcto quien lleva más de 40 años desdibujando las fronteras entre el bien y el mal a través del Pensamiento Académico (tesis, ensayos, ficción literaria, arte…) y desde la nueva Narrativa Audiovisual.

Dicen que todo es un problema de educación. Cierto, pero no estaría de más que desde ella se abrieran nuevas vías para abordar un problema que, como vemos día a día, permanece incólume. En efecto, sólo la educación permitiría señalar como fracasada una estrategia que se regenera a sí misma en función de los consecutivos fracasos. De hecho las noticias que hacen referencia a las funestas consecuencias derivadas de los problemas de género no hacen otra cosa que insistir en el fracaso persistente cada vez que magnifican las cifras que lo demuestran. Quizá entonces, y aceptando que se trata de un problema de educación, pudiera aceptarse otra vía que estuviera fundamentada en análisis menos prejuiciosos. Y tal vez así, diéramos entrada al concepto de Diferencia (tan factual como inevitable) y pudiéramos centrar la educación en el aprendizaje de la gestión de esa Diferencia.

En el Léxico de Filosofía, antes citado, dícese del concepto: Diferencia: Relación de alteridad entre dos cosas que tienen elementos idénticos. La verdad es que resulta difícil encontrar frases tan bellas como la que propone esta definición de Diferencia. Aristóteles dijo algo parecido, “Se llaman diferentes cuantas cosas son otras siendo en cierto modo idénticas”.

*Para saber si cualquier sociedad cree o no en la Igualdad como verdadero fin último no hay más que preguntar a unos padres con hijos en edad adolescente. Aquello padres que tuvieran hijos esforzados desearán con todas sus fuerzas que sus hijos no acaben teniendo la suerte de aquellos otros adolescentes que no hubieran pegado un palo al agua. Y si la suerte es lo que está en juego es porque las Igualdad además de imposible resulta indeseable. Siendo entonces la asunción de la Diferencia aquello a partir de lo cual puede afrontarse, con mayor sensatez, los asuntos relacionados con la Justicia/Injusticia. En cambio, si sólo se habla de Igualdad todo acabará conteniendo, inevitablemente, un sesgo de injusticia. Algo que pone cachondos a los practicantes y defensores de la Corrección Política. De todas formas no nos engañemos; cuando los políticos hablan de Igualdad sólo lo hacen o por votos o por dinero.
Y les funciona a la perfección. De ahí que muestren ese frontal rechazo a todo aquello que cuestione el concepto Igualdad.

Nota. Estaría bien que la gente reflexionara acerca de la ingente cantidad de niñas adolescentes que estos días pasados hicieron eternas colas (durante meses incluso) para poder ver de cerca a su héroe, un mierdecilla como Justin Bieber, un tipo que se lió a mandobles con sus fans una vez acabado el concierto.

martes, octubre 18, 2016

La forma y el concepto



La forma y el concepto

O la angustia, que también podría ser.

Desde un tiempo a esta parte han ido apareciendo unos dibujos en las paredes de las calles de Monteolivete (6 que yo haya contabilizado de momento). ¿Unos dibujos? Sí en la medida en que son formas realizadas teniendo la línea como fundamento. ¿Sólo dibujos? Eso ya no está tan claro porque se encuentran realizados en espacios públicos, en vías transitables por ciudadanos de a pie. ¿Graffitis entonces? Puede, pero tampoco está tan claro, sobre todo habida cuenta de los que “adornan” generalmente las calles de la urbe, que casi en su totalidad no son otra cosa que representaciones narcisistas realizadas por “niños” que se aburren. Algunos de ellos generados por necesidades estetizantes algo grotescas y otros directamente provocados por necesidades reivindicativas psicopáticas (tags).

La zona donde se ubican estos dibujos se encuentra limitada por Ruzafa y el Ensanche, así entre una zona hipster y una zona burguesa. Zona repleta de graffitis cuya única razón de ser es aquello que sirve para justificarlos: las necesidades de los adolescentes por expresar lo que al parecer no les dejan decir los mayores. Digo yo. ¿Y qué expresan con esos graffitis? Respuesta: nada.

Nada al menos que pudiera servir para provocar la reflexión del viandante, que sería en principio eso por lo que nació la necesidad de expresarse en espacios públicos, o bien a través de un estilo muy personal y repetitivo o bien a través de conceptos que jugaban con la ambigüedad con el fin de provocar esa reflexión. Nada que ver con las suciedad de los tags, que es aquello que predomina en el triángulo citado.

A veces aparecen, es verdad, graffitis que sin duda pretenden ser la obra de una artista. Aquí en Ruzafa pasa de vez en cuando pero no dejan de ser, la mayoría de las veces, más que ejercicios de estilo que derivan siempre en cierto manierismo. 



Estos dibujos son otra cosa. Al menos eso a mí me parece. No sé qué me quieren decir, pero tengo la convicción de que algo me quieren comunicar. Nada parece casual en el dibujo formado por dos formas diferenciadas pero claramente interdependientes. Tampoco parece casual la pose del antropomórfico falo que, plantado, se encorva de forma lánguida hacia adelante, como cansado, agotado. ¿Agotado? Sin duda, como demuestra esa otra forma cuyo significado tampoco está del todo clara: no se sabe bien si se trata de una gota de esperma o de un simple “bocadillo”. En cualquier caso, ese falo adulto, encorvado y cansado nos pide ayuda. ¿Se la podremos ofrecer?






viernes, septiembre 30, 2016

Arte y Mercado (Valencia)

A propósito del último “Abierto valencia”, evento en el que durante 2 días todos los centros expositivos de arte se juntan para promover el interés (?) por el Arte Contemporáneo.


Parece ser que tanto las Instituciones como los propios artistas, tan proclives estos a retozar en los brazos de aquellas, no acaban de entender muy bien qué pasa con el Arte. O más bien no acaban de entender qué es lo que no pasa.

La idea que del Arte que hemos ido teniendo durante cerca de 250 años es impropia de la actualidad.  Ver: http://www.jotdown.es/2013/04/el-hoy-del-arte/

O por decirlo de otra forma: la idea de un Arte fundamentado en una Historia escrita y descrita (sólo) por expertos es de un anacronismo delirante. Otra cosa, insisto, es que sean los voluntariamente implicados en el asunto quienes no quieran darse cuenta del insultante anacronismo. A lo expertos (comisarios, directores de museos, multimillonarios aburridos, técnicos de Consejerías, galeristas…) les sucede esto debido a las inercias y las necesidades autogeneradas, y a los artistas (tanto los jóvenes como los maduros) por voluntarismo ingenuo o por necesidad o por nostalgia.

Internet es un pozo sin fondo en el que cohabitan lo más zafio y lo más sublime por lo que a la creación artística se refiere. En cualquier caso prácticamente TODO se encuentra al alcance de TODOS. ¡Y sin jerarquías ni discriminaciones!, términos con los que durante 250 años se fundamentó una selección que impuesta por los expertos (?) pretendía ser la perfecta representación del Espíritu de cada Época. Nada menos.

Ya no. Ya no. Eso se acabó.

No hay “ser digital” que se avenga a creer que la obra de los artistas que le señala el galerista de la esquina o el comisario ideologizado o el director de museo preocupado por los números sea, ¡o casualidad!, la que valdría la pena tener en casa con la esperanza de que algún día pueda confirmarse el acierto de la compra. Sobre todo si teniendo veleidades artísticas o culturalistas ese “ser digital” sigue a 178 artistas marcados como favoritos en su dispositivo digital. 178 artistas que ¡no tienen ninguna presencia en en lo que aún sigue presentándose como Arte!... por quienes se creen todavía configuradores de la verdad artística, desde una Institución perclitada (de la que sólo queda el vestigio vinculado a la política pura y dura).

La sensación que a la postre tal situación produce es que sólo un idiota podría tomarse en serio lo que “cuatro” galeristas siguen haciendo. Y a las pruebas me remito: a sus quejas y a sus denodados intentos por cambiar esa inactividad mercantil. Diera la sensación, pues, de que los vendedores de Arte no se hubieran enterado de los cambios acaecidos en el mundo durante el transcurso de los últimos 15, de que el mundo ni se parece a lo que era antes de esos 15 años; diera la sensación de que quienes son sabedores del profundo cambio de paradigma -económico, político, social- sufrido en estos últimos años no quisieran saber nada del nuevo paradigma que rige en el mundo de la creación artística; diera la sensación de que para ellos aún no hubiera quebrado Lehmann Brothers; diera la sensación, en definitiva, de que no se hubieran enterado de la existencia de internet y de las consecuencias de esa red sobre los “seres digitales”, nativos o no.

Y ya digo, es una sensación, sólo una sensación.

Y en una ciudad de provincias como es ésta, Valencia, la sensación es todavía más intensa.

Y quien dice una ciudad como ésta dice una ciudad como aquella, porque ¿qué es Madrid al lado de los verdaderos centros neurálgicos donde aún se cocina la lista de los 40 principales del Arte a pesar de encontrarse en franca decadencia la misma idea de Arte (tal y como se ha entendido durante 250 años).

Y por supuesto que no se trata de dudar ni un ápice de la obra que esos galeristas se proponen vender, sino de dudar de la mayor si de lo que se trata es ¡de hablar de comercio! Puede que internet no sirva para comprar un tapies -sobre todo a un ser con mentalidad analógica- pero funciona perfectamente para comprar directamente piezas originales y creativas sin que nadie nos tenga que comer la oreja respecto al futuro del artista. Entre otras cosas porque es al artista a quien se compra directamente en internet, que esa es otra (o la misma). Ya lo decíamos más arriba, parece ser que es dentro del mismo Arte donde precisamente menos se acaba de entender qué es lo que pasa en el Arte mismo.

El intermediario de venta provinciano es lo primero que cae en un juego que pretende mantener las pautas de actuación antiguas en un mundo absolutamente nuevo.

Otra cosa sería hablar de la relación de los artistas con las Instituciones políticas. Para otro momento. En cualquier caso, y para avanzar respecto a lo que vendrá en otro texto, debo rectificar la frase que abría éste mismo: los galeristas en general y una mayoría de artistas no se han enterado muy bien qué es lo que pasa con el Arte, pero quienes sí lo saben a la perfección son las Instituciones (inevitablemente políticas en mayor o menor medida) y algunos artistas sumamente espabilados, pero l´ogicamente reaccionarios.

domingo, septiembre 18, 2016

Como un torrente

Decisión proviene del latín decisio y así lo define el diccionario: acción de zanjar una cuestión discutida, solución.

Resulta muchas veces curioso el uso que de las comas hacen los diccionarios. ¡Quién me lo iba a decir a mí! El término decisión perfectamente asociado al de solución. Así, para tomar una decisión tenemos primero que considerar la existencia no tanto de una duda como de un problema, pues supuestamente se ha discutido una cuestión. La pregunta que me inquieta es, ¿Puede entonces tomarse una decisión que no haya pasado por una previa discusión? O mejor, ¿puede existir en la inacción -de la inexistente discusión- algún tipo de decisión sensata posible?

Elección, del latín electio: Decisión por la que se muestra preferencia o se toma partido por una cosa, eligiéndola en detrimento de otra.

Aquí resulta más claro; la elección es una decisión a la que lo le hace falta discusión alguna. Uno elige porque le da la gana y lo hace sabiendo aquello a lo que reniega. Así la la elección tiene un valor soberano para el sujeto activo, dejando que lo elegido pueda permitirse el lujo de ser todo lo neutro que quiera. Elegir es una apuesta y como tal contiene siempre un punto de riesgo.

Decepción. Es un sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo. Se forma en unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena.

En efecto, la definición de decepción no me habría sido válida sin la inclusión del término sorpresa, porque lo de la pena se daba más que por supuesto. Yo añadiría que la sensación que padece una persona decepcionada es la de permanecer sorprendida e inmóvil, digamos que atado, ante un torrente, digamos que de agua, que no le permite ni abrir la boca, so pena de ahogarse por querer respirar. Pena, eso sí, ligada al dolor y el sufrimiento que son ajenos a toda decisión.

Post Scriptum. Hemos dedicado 3 post a hablar de Richard Rorty y su concepción populista de la filosofía. Pues bien, una de esas reivindicaciones de las que el filósofo alardea tanto y que tanto gusta a sus acólitos bienintencionados es la que consiste en preferir disolver los problemas antes que resolverlos. Yo, de nuevo, estaría en franco desacuerdo con él. Pero hay muchos más rortyanos de los que nos creemos. Y al parecer no les va mal porque no hay mejor forma de disolver un problema que ignorándolo. No deja de ser una elección. Rajoy lo lleva haciendo hace muchos años y le funciona perfectamente. Despreciable.

viernes, septiembre 16, 2016

Richard Rorty III

Tercera parte
Es claro que Rorty tiene muchas veces razón en lo que dice, a veces debido a su indudable talento, pero otras debido al hecho de expresar su pensamiento más profundo con perogrulladas. Y no tanto por expresar lo que todo el mundo sabe cuanto por expresar lo que toda persona de “buena voluntad” parece que quiere escuchar. Sería lo que bien traído ahora podríamos llamar un filósofo populista, con su propuesta pragmática de la antifilosofía… De hecho uno de sus intereses más conspicuos es el de hacer prevalecer las afirmaciones que se expresan en nombre de la opinión sobre aquellas que lo hacen en nombre del conocimiento.

Tengo para mí que este afán por defender “lo llano” Vs. “lo profundo” no es más que el producto de un resentimiento no superado. Así, gran parte de las ideas que el pensador expresa de forma simple serían, para mí, el producto de una vendeta contra todo el campus universitario anglófono que en su momento estudiantil le hizo pasar por la piedra. Es cierto que el mismo Rorty parte de los insultos de los filósofos analíticos para después darles la vuelta, pero eso es precisamente lo que empequeñece su discurso; hubiera podido aprovechar esa debilidad que siempre contiene el insulto para elevarse y contestar con una elegancia desproporcionada, la que por otra parte podríamos exigirle a todo ideólogo populista.

No puede entonces conformarse con darle la vuelta al aserto. Ciertamente uno podría estar a favor de las opiniones -en tanto que formas de desarrollar el intelecto y por oposición a esa otra forma que sería la del conocimiento profundo- si previamente alguien se encarga de afirmar que el conocimiento profundo es, tal y como apuntó Platón, una creencia cierta y justificada. Pero la cosa es que, excepto algunos analíticos recalcitrantes y obsoletos, ya nadie cree que el conocimiento pueda sólo entenderse de una sola forma. Y la verdad es que las opiniones no pueden ser más que pura cháchara al lado de un Saber que busca aproximarse a la verdad, por muy conscientes que seamos de lo ilusorio de tal pretensión.

De hecho es el propio Rorty quien, cuando se descuida y pierde de vista su estrategia mediática, dice que “entender algo mejor significa tener algo más que decir acerca de ello; ser capaz de engarzar las diversas cosas que se habían dicho previamente de una forma nueva y comprensible”. No puedo estar más de acuerdo con él, pero no veo que los adverbios “más” y “mejor” sean propios de un relativista convencido, más bien al contrario los veo incoherentes. De la diferencia de grado que suponen los adverbios comparativos se colige que esa distinción que opone el estar en lo cierto con el generar lecturas nuevas y más imaginativas responde a una pose, la que él filósofo se ha marcado, precisamente, en base a su estrategia de filósofo profesional. Porque si resulta imposible estar en lo cierto resulta imposible estar más o menos cerca de lo cierto.

También a grandes rasgos estaría de acuerdo con Rorty en lo que respecta al hecho de tener que entenderlo todo como un relato que construímos más con la imaginación que con la ciencia, pero para eso me quedo con el trabajo de Jesús González Requena y su Teoría del Texto. No está mal eso de que en el fondo todo pueda ser relato, pero me seduce más la idea de que todo sea texto y que no cabe otra cosa que hacer que lecturas oportunas de todos los textos, y además de la forma más materialista posible. Creo que es la mejor forma de poder ir conociéndonos. 

jueves, septiembre 15, 2016

Richard Rorty y la Filosofía II

Segunda parte
...
Y aunque Rorty se considera un pragmatista todo su pensamiento se fundamenta en sustituir la “relación entre sujeto y objeto” por “teorías contextualistas relacionales”, y en reivindicar una suerte de “nominalismo”, asumiendo que “ninguna descripción de un objeto es más fiel a la naturaleza de ese objeto que otra”.

¡Hay que ver cómo les gusta a los nominalistas regocijarse en la incapacidad del sujeto por acercarse a una verdad que pudiera ser más verdadera que otra!, incluso aun cuando pudiera aceptarse con naturalidad la existencia de una naturaleza específica del objeto, la que los sujetos somos incapaces de conocer. Según el mismo Rorty.

Lo decíamos más arriba, lo que caracteriza principalmente a quienes reivindican los relativismos derivados de cierta idea del mundo (nominalista, pragmatista…) es el buenismo que siempre e inevitablemente emana de ellos -en tanto que sujetos que afirman, y además categóricamente- ante un interlocutor que sin duda será alguien en concreto (su lector, su alumno, su espectador). Esto es, precisamente, lo que al pensador relativista le impide ser consciente de la cantidad de perogrulladas que trufan su discurso, las que siempre profiere con aire tan dogmático como autocomplaciente. El goce del relativista no provendría tanto de poder decir “si seguís mi discurso podríamos eliminar, por ejemplo, los problemas de xenofobia”, que también, cuanto del goce que le supone creerse el verdadero instigador de la única forma de bondad posible.

En sus intentos de descalificar a los filósofos analíticos Rorty dice “Consideran importante ceñirse a la metáfora de ‘estar en lo cierto’ porque les parece una debilidad moral reemplazarla por el ideal de ‘volver a describir las cosas de una forma más imaginativa’”; o bien hablando como un pragmatista puro: “el progreso moral no es cuestión de una obediencia mayor a criterios previos sino más bien de redescribir la situación a la situación a la que se aplican criterios”. ¿Ven ustedes? éstas son las cosas que ponen cachondos a los relativistas porque saben, entre otras cosas, que se han ganado el afecto de millones de personas cuya cultura proviene únicamente de la lectura de azucarillos o de sus ingenuas ansias de igualitarismo, etc. Que existan criterios previos es tan inevitable como tener prejuicios. Sin criterios previos no se puede ni generalizar.

El problema comienza cuando para gustar tanto a "su" público recurren al truco más zafio de toda dialéctica: ante la necesaria dicotomía que el mismo pensador propone para inducir al lector a decidirse por la “buena”, que claro está es la suya, siempre describen la posición contraria de la forma más maniquea y ridícula posible. ¿Lógico? Puede que para un político sí, pero no para un pensador no.

¿Pero es que acaso no lleva razón Rorty? Pues sí y no simultáneamente, pero nunca jamás sólo “sí”, sobre todo si nos atenemos a la propia filosofía del pensador, que no admite vías únicas. “Estar en lo cierto” no tiene por qué ser incompatible con “volver a describir las cosas de una forma más imaginativa”, sobre todo, insisto, si aceptamos que la filosofía es, tal y como reivindica ferozmente Rorty, “su tiempo captado en el pensamiento”. Por otra parte, ¿acaso sería posible una obediencia mayor a un criterio en constante y permanente estado de redescripción? Pues no, es una locura más bien propia de un buenismo juvenil ignorante, pero no de un pensador profesional.

Resulta casi descorazonador escuchar frases como la que sigue: “La verdad es atemporal y eterna,sólo que nunca se sabe muy bien cuándo se está en posesión de ella. La veracidad, en cambio, es temporal, contingente y frágil, como la libertad”. Parece el aserto de un estudiante animado a ligar con su compañera de clase. Casi estamos a punto de oír que no es lo mismo libertad que libertinaje. En cualquier caso afirmar que la verdad es atemporal es darle crédito de existencia… a pesar de nuestra demostrada incompetencia a la hora de detectarla.

Pero como digo Rorty no ceja en su empeño de reivindicar el nominalismo: “un nominalista coherente no puede tolerar una organización jerárquica del reino de la mente pensante que se corresponda con una jerarquía ontológica”. Claro, la pregunta nos abrasa, ¿coherencia? ¿No es la coherencia lo único a lo que no puede acceder un relativista convencido? Nada puede ser coherente en un mundo en el que no existen “naturalezas intrínsecas” y sólo hay “descripciones identificativas”, pues como bien sabemos la misma contingencia es incompatible con toda posibilidad de coherencia. Y nadie puede ser coherente si renuncia “al proceso de jerarquización” para reemplazarlo (como también harán Gadamer y Habermas) “por la idea de una conversación libre de dominación…”. Y ya hemos topado con la iglesia, mal que le pueda pesar a Rorty. !"Conversación libre de dominación"!

Post Scriptum. Últimamente se me aparece mucho por televisión una mujer que mirándome fijamente a los ojos me dice "Un estornudo y una pérdida de orina. ¿Te suena?". Pues qué quieren que les diga: la verdad, no me suena.

miércoles, septiembre 14, 2016

Richard Rorty y la Filosofía

O Filosofía y Futuro, primera parte

¿Qué papel tendrá la Filosofía en el futuro?

Veamos si analizando a uno de los pocos filósofos manifiestamente preocupados por el asunto logramos extraer alguna conclusión.  

Rorty es un filósofo educado en esa extraña variante de la filosofía eminentemente anglófona: la filosofía analítica. Pero que nadie se lleve a engaños, Rorty rápidamente encontró motivos para apostatar del cientificismo obcecado que le enseñaron en Princeton y se dedicó a reivindicar, de forma más o menos perseverante, esa otra filosofía a la que tanto gusta la literatura comparada: la filosofía continental.

Para Rorty, por decirlo sin rodeos, la profundidad del entendimiento de algo no nos aleja de la apariencia -de ese algo- y mucho menos nos acerca a la realidad -de ese algo. Por eso, como heredero de Gadamer que se siente, Rorty prefiere las metáforas de la amplitud a las metáforas de la profundidad. O por decirlo en otros términos: para Rorty el mayor o menor entendimiento de algo no no radica en la distinción clásica entre apariencia y realidad porque eso nos conduciría irremediablemente -una vez más- a un sistema filosófico metafísico o pseudometafísico. A Rorty no le gustan los sistemas filosóficos que él mismo define como abarcadores en el sentido que pretenden encontrar respuestas inmutables, o en todo caso, respuestas que puedan ser cada vez más verdaderas. Para Rorty esto es inadmisible.

Así, por una parte se enfrenta a los filósofos de “su sangre”, tan científicos ellos, aun cuando acepte que más allá del lenguaje no hay nada. La física cuántica le interesa mucho menos que Milton, por decir algo, pero tampoco le interesa demasiado Platón, por producir una teoría pretendidamente abarcadora. Por otra parte Rorty gusta del axioma hegeliano cuando no se cansa de repetir que la filosofía no puede ser más que “su tiempo captado en el pensamiento”. Y por tanto “el sentimiento de la obligación moral depende menos de la comprensión que del condicionamiento”. Ya ven, de nuevo la preferencia por lo inestable -que es inevitable- antes que la del supuesto conocimiento. Lo inevitable es para Rorty la pura contingencia.

Todo lo que aspire a verdad alguna es despreciado por el filósofo. Tal es su rechazo por lo que entendemos como conocimiento que llega a afirmar que “en el centro de la filosofía hay un esfuerzo por encontrar un orden entre las cosas que ya nos son familiares, mientras que la literatura intenta romper con lo familiar y darnos algo sorprendente y nuevo”. Y después asocia el término conocido a la filosofía y el de desconocido a la literatura, que sin duda ve como superior. Y de ahí que haya acabado siendo profesor de literatura comparada… en el viejo continente. E insiste: “la filosofía es conservadora y sobria, mientras que la poesía es radical y exploradora”.

Resulta curioso comprobar el grado de autosatisfacción que contienen los pensadores que se autodenominan relativistas. Cuando lo que hace un relativista es, siempre e ineluctablemente, y casi diría que exclusivamente, expresar perogrulladas. Así, expresar cosas que son ciertas pero que sabe cualquiera. En cualquier caso lo suficientemente ciertas como para pensar que, después de todo, sí existen ciertas certezas, ciertos contenidos verdaderos, o más verdaderos que otros, cierta sensatez...

sábado, agosto 27, 2016

De un espectador cansado

De un espectador cansado

Perdónenme pero acabo de presenciar algo en la calle que me ha afectado tremendamente. No lo podía creer pero estaba sucediendo delante de mis ojos y mis oídos.

Y esta vez no lo pienso contar, me siento bastante cansado de contar cosas que a nadie interesan. No se trata de una queja, nada más faltaba, pero la cosa es que no tengo ningunas ganas de contárselo a ustedes, no sólo a los pocos lectores que me siguen, sino a todos los demás. Son diez años escribiendo textos que combinan el análisis, el pensamiento y las  experiencias vitales propias. Y lo único que puedo decir es que cada vez tengo menos lectores. Lo cual no deja de ser una contingencia que siempre fue previsible aun cuando en el fondo existiera un deseo impronunciable fundamentado en la necesaria autoestima.

Me ha parecido tan atroz lo que acabo de presenciar que me ha dado fuerza para decir todo lo que quiero decir. Y lo que quiero decir es que me tienen ustedes harto, y no me refiero a los pocos de ustedes que me siguen, aunque también, sino a todos los demás.

Lo sucedido se encuentra relacionado, cómo no, con los efectos de la corrección política, precisamente el asunto por el que hace 10 años me decidí a abrir un blog y a escribir, fundamentalmente, para encontrar argumentos que me permitieran seguir siendo libre en mis opiniones. En cualquier caso la única explicación que puede darse a esa pérdida de lectores producida con perseverante cadencia sólo puede encontrarse, cómo no, en mi incompetencia. O a la poca capacidad de decir cosas interesantes, que viene a ser lo mismo. No hay otra.

Así que perdóneme pero pueden ir ustedes a tomar por culo. Y no me refiero sólo a los pocos que me leen, sino fundamentalmente a todos los demás. Especialmente a los que, además, fuman.

Eso sí, seguiré escribiendo a pesar de ustedes, los que no me leen. Porque si ustedes los que no me leen me leyeran dejaría de escribir inmediatamente.

jueves, agosto 25, 2016

Me encanta

Llego a las rocas a las siete y media de la mañana como todos los días. Unas oscuras nubes ocultan el sol que suele salir por el horizonte enfrente de mí. El mar está movido y tiene un color gris plomizo que lo hace parecer amenazador, algo nada propio de la estación estival.

He desplegado mi silla, como todos los días, y me he dispuesto a la lectura, pero esta vez sin quitarme la camisa debido a la ligera brisa de un amancer sin sol. Extraño día.

Antes de la hora en la que normalmente llegan a las rocas los primeros veraneantes que llegan todos los días una hora después que yo, llega una pareja de  desconocidos que actúa de una manera que al parecer tienen ritualizada. Otean en silencio un rato buscando el lugar más apropiado para instalarse, cuando lo encuentran abren las dos sillas pegables y sólo él se sienta con el pertinente libro, mientras ella se acerca a la orilla de rocas donde rompen las olas y se sienta sobre una piedra más o menos plana.

Adquiere una clara posición contemplativa enfrentada al horizonte sentada en el suelo y abrazando sus piernas. Pasa un buen tiempo y ella permanece inmutable. Desde mi posición me recuerda mucho a la mujer que mira la playa en esa fotografía tan significativa de la película Barton Fink. Fotografía en la que vemos a la mujer desde atrás. A la media hora suelta las piernas y sujeta su cuerpo apoyando los brazos por detrás de su cuerpo. La veo a ella mientras veo detrás de ella el mar desenfocado, un mar movido. Gris, precioso. Cuando enfoco al mar es a ella la que veo desenfocada. Su marido sigue leyendo, cosa que yo también sigo haciendo, algo despistado, eso sí, por ese otoñal matrimonio tan temparanero.

A las ocho y media, como todos los días, llegan juntos un hombre de 70 años con su madre de 96 y la vecina de estos, de una edad aproximada. Me saludan y ocupan el lugar que ocupan todos los días. Y no se hacen de esperar otras dos mujeres de clara edad provecta, que como todos los días se acercan a las rocas sobre las 9 horas; una de 98 años y su cuidadora, que no sé con exactitud qué edad tiene (cada año cambia de cuidadora esta mujer que roza el centenario). Los tres primeros avisan a estas dos últimas que el mar está tan movido y que resulta complicado el baño.

Y es cierto, debido al al tipo de orilla resulta difícil bañarse en este margen aun cuando se haya instalado, como todos los años, una escalera dispuesta para los efectos en la misma orilla. Las rocas cercanas a la escalera están muy erosionadas y su tacto resulta muy áspero, por eso nadie se acerca al agua sin sus pertinentes sandalias de goma. Por otra parte, las rocas que se encuentran dentro del agua misma conforman pequeños arrecifes no muy fáciles de sortear con aguas movidas. De ahí que en días como hoy sea muy poco habitual que la gente baje a las rocas; no hay sol y el agua hace casi impracticable el baño.

Pero a la mujer de 98 y a su cuidadora les es igual, las han prevenido las primeras en llegar pero a ellas les es igual; dicen que no hay más que observar el flujo de las ondas para saber cuando hay que salir del agua, porque el problema, claro está, no está en la entrada al mar sino en la salida, que es cuando una ola puede estamparte contra esas rocas porosas abigarradas de puntiagudos salientes.

Se meten en el agua sin pensarlo demasiado mientras los otros 3 miran un tanto atónitos. La cuidadora es muy escandalosa y se empeña en dejar clara su valentía mientras que la nonagenaria parece disfrutar en silencio de un baño no muy apacible. Viéndolas se anima la vecina y decide meterse también. El baño dura poco pero cuando salen expresan su placer en tun tono elevado de voz, el que sin duda les confiere la euforia de la hazaña.

Se acerca una italiana que pasa todos los años 15 días en estos lares, las ancianas le cuentan la experiencia y le explican claramente cómo hacer para poder bañarse. La italiana no se arredra, se pone las gafas y se tira al agua mientras las ancianas le dan indicaciones. Mientras tanto la mujer contemplativa sigue sin perder de vista el horizonte haciendo caso omiso a estos incidentes. El marido sigue leyendo impertérritro a pesar de los gritos de las ancianas y los más fuertes todavía de la italiana que habla un español germánico. Yo, sin embargo, he desistido, no puedo concentrame en la lectura de un texto centrado en las diferencias entre la filosofía analítica y la continental.

Llegan entonces dos hombres que conozco de la piscina pero nunca había visto en las rocas a estas horas. Uno debe tener entorno a los 50 años y el otro, su padre, habrá pasado de los 80. Ante el alboroto deciden bañarse también. El más aciano, encorvado sobre su propia barriga se lanza como a una piscina, su hijo lo hace con más cautela y pendiente de su padre. Cuando salen del agua todos manifiestan su satisfacción con el inevitable “qué buena está el agua”. Yo en cambio sólo puedo mirarla desde lejos, la providencia nunca me regaló el arrojo necesario para acometer empresas que estuvieran relacionadas con las fuerzas de la naturaleza. O dicho de otra forma: soy un sieso. En cualquier caso yo estoy disfrutando tanto como ellos.

Al momento aparece la que es mujer y nuera del hombre y su padre respectivamente. Supongo que será porque está embarazada pero ni siquiera se atreve a acercarse a la orilla, no tanto por la orilla en sí como por el espectáculo que sin duda le intranquiliza: 3 nonagenarias, 2 heptagenarios, una sexagenaria, un cincuentón y una italiana gritona cogidos firmemente a una cuerda que permite comunicar la escalera con las rocas, mientras las olas les hace tambalear a todos. Así que mira desde lejos dando pequeños y discretos pasitos hacia atrás.

Salen todos y mientras se secan siguen comentando la jugada. La mujer contemplativa sigue obsesionada con el horizonte, ni siquiera ha girado la cabeza para ver el horizonte desde una posición que no fuera frontal. Y su marido no levanta la cabeza del libro. Me encanta.

lunes, agosto 22, 2016

Libertad II

O la cobardía de Eloy

Con Freud aprendimos a distinguir entre miedo real, entendido como reacción natural hacia un peligro real y miedo neurótico que se expresa a partir de temores más o menos infundados.

Entendemos tal diferenciación porque hacemos un esfuerzo empático hacia la taxonomía de Freud. Quizá mejor hubiera sido decir que con Freud supimos de la diferencia, aunque ello no nos enseñara a saber distinguir con demasiada claridad entre un miedo y otro, sobre todo cuando el miedo emerge y es a uno al que le afecta.

Miedo real, pues, cuando el peligro es real y miedo neurótico cuando no es real, o lo que es lo mismo, cuando es imaginado. En cualquier caso sabemos, por otra parte, que la imaginación es una de las formas más eficaces de conocer el mundo. Y una de las más productivas.

Así, el problema no se encuentra entre lo real o lo imaginario porque lo imaginado es, para quien imagina, real, tan real como lo real mismo. Que por eso tiene miedo. Y por eso mismo no es infundado. Es falso pero no infundado. Las persecuciones que sufre el paranoico no pueden ser para él más reales, por mucho que para su vecino sean infundadas. Otra cosa sería dilucidar hasta qué punto el falso miedo es una creación (in)consciente del propio sujeto.

Y pongo (in) entre paréntesis porque es ahí donde se encuentra la clave del asunto, ya que hemos empezado por Freud. Si el miedo proviene de eso que sólo se encuentra en lo más recóndito de nuestra mente, entonces además de real ese miedo es fundado y “comprensible”. Podríamos decir que también admisible, valga la excentricidad.

Otra cosa bien distinta es que eso que llamamos miedo neurótico no tenga como causa algo desconocido que se encuentra en el interior de nuestra mente sino algo que nos ha inoculado un sistema de convivencia supuestamente civilizado. Entonces, sólo entonces, el miedo es perfecta y absolutamente despreciable. Ya no sé si se podrá calificar de neurótico pero sí sé que se puede hacerlo de cobarde; miedo cobarde.

Y el miedo cobarde ante un miedo real, que recordemos era el causado por un peligro real, es tan comprensible como justificable, en la medida en que responde ante la integridad de nuestras vidas (naufragar el alta mar por ejemplo). Pero el miedo que impide a una persona decir lo que piensa o incluso le lleva a decir lo que no piensa, sólo debido a unas pautas de vida inculcadas por un sistema paternalista/administrativo que sólo quiere súbditos obedientes y dóciles, es un miedo rastrero, cobarde.

Lo decía en un post reciente, hay pocas personas realmente libres y todo debido a que de forma consciente -o no- han preferido el miedo antes que la libertad. Y son precisamente estos individuos acobardados por el miedo -miedo a la libertad entre otros- los que después resultan más proclives a quejarse de todo. Hay que joderse.

Con demasiada facilidad la Corrección Política ha hecho del sujeto civilizado un ser cobarde y rastrero que sólo actúa generando estrategias con las que enfrentarse a un mundo del que, después, dice no gustar. Así es el cobarde de el hoy, un ser que sólo dice lo que debe y que no da un paso sin que forme parte de una estrategia embadurnada de hipocresía. Y el sujeto posmoderno de la era tecnológica es un ser al que le han inoculado la proclividad a la cobardía. Muy pocos se libran de ella porque en realidad son muy pocos los que realmente quieren ser libres. Lo decíamos, ser libre no sólo resulta dificultoso porque no concibe estrategias amorales, sino porque además exige sacrificios. Los sacrificios que por otra parte acaban transmutándose en goce con el tiempo. De la misma forma que tanta estrategia -exenta de principios- acaba transmutándose en decrepitud y miseria

Post Scriptum. Sólo surge un problema ante este panfleto: que después de todo y aún a pesar de que los efectos de la Correccción Política son mesurables y evidentes muy pocos son los que se aceptarían como cobardes. Y sin embargo hay más cobardes que botellines, todos ellos con sus múltiples estrategias a cuestas generadas para engañarse a sí mismos. La “culpa” la tienen, entre otros, las definiciones y las simplificaciones en general. Muy poca gente se creerá al margen de la definición que plantea Montesquieu: la libertad “es poder hacer aquello que nuestro corazón y nuestra mente  plantean como deber en cada momento”. Pero la definición de la cosa no es la cosa misma y la cuestión es que la cosa no es tan fácil como dan a entender las simplificaciones. No es lo mismo leer la definición de Montesquieu en un azucarillo que en un ensayo de mil páginas. Y tampoco es lo mismo creer que uno se refleja en esa definición que hacerlo de verdad. Muchos podrán creerse incautos, débiles o incluso pusilánimes, pero pocos se calificarían as sí mismos de despreciables por albergar una cobardía electiva y voluntaria.

Post Scriptum II. Urge la implantación de la filosofía en los estudios que aproximen el pensamiento, el análisis y la ética a los estudiantes. La libertad produce vértigo, y el vértigo de la libertad conduce a la angustia, como bien sabía Kierkegaard. Pues bien, es aprender a gestionar esa angustia lo que en principio nos convierte en adultos responsables y nos ofrece las armas para luchar contra el miedo.

Pero la gente, en general, prefiere vivir con miedo. De ahí que haya cuajado tan perfectamente en las sociedades civilizadas la forma de control más severa posible después de las dictaduras; la Corrección Política, que sin otorgar consciencia de ello genera seres amorales capaces de adapatarse a eso que desprecian a base de contínuas microestrategias basadas en la hipocresía y la mentira. Porque ese es el peligro real de esta froma de control: que nadie se cree abducido por ella aún cuando la practique con tanta insistencia como complacencia.

Y lo único que libra al individuo civilizado de la Corrección Política y por ende de esa extraña querencia al miedo que a su vez es restrictiva de la libertad es el conocimiento, el amor al conocimiento. Y al conocimiento se accede, tal y como dice Escohotado, “buscando algo desconocido o buscando lo desconocido de algo”, que viene a ser lo contrario de aceptar los lugares comunes por comodidad y holgazanería. Que la cobardía ya llegará.

martes, agosto 16, 2016

Sexo y Adolescencia

Adolescencia y Sexo

Decir que las diferencias entre sexos son el producto de un constructo sociocultural sería una perogrullada, pues llevamos varios miles de años movilizándonos en tanto que seres humanos y por tanto somos inevitablemente lo que hemos ido forjando en sociabilidad. Ahora bien, decir que la diferencia entre sexos sólo se debe a la insistencia de ese constructo sociocultural sólo puede ser una idiotez, una idiotez devenida de la ignorancia, a su vez derivada de la vagueza intelectual. Muy poca gente tiene opinión sobre le asunto de las partículas elementales porque es consciente de su ignorancia respecto a la física cuántica pero todo dios cree saberlo todo acerca de lo que para ellos no es más que una simple condición. Confundiendo de esta forma el derecho a opinar -legítimo- con el valor de la opinión -domésticamente intuitivo.

En cualquier caso ambas afirmaciones han tenido que coincidir en la mayor para llegar a discrepar en las conclusiones; ambas han tenido que aceptar la existencia de tales diferencias. Cosa que niegan rotundamente quienes desde los lugares comunes de la Corrección se desgañitan reclamando y exigiendo la igualdad de los sexos, la igualdad entre hombres y mujeres. Así pues, hay que comenzar por aceptar lo que en principio niega la Opinión Pública: así, no hay igualdad en la medida en que las diferencias son permanentemente constatables. (Insisto por enésima vez: aquí sólo se habla de diferencias de sexos respecto a seres sociales que cuentan con su cuerpo y su deseo para gestionar sus sentimientos más o menos vinculados a la reproducción)

Pero ¿son las diferencias producto de una adaptación biológica o son sólo resultado de un proyecto cultural machista? ¿Por qué las mujeres “siempre” tienen más frío? ¿Por qué son siempre ellas las que se quejan del aire acondicionado del vagón del tren o del restaurante o de la habitación o de la oficina? ¿Por qué ellas pueden dormir a pierna suelta en verano mientras los hombres buscan el fresco para pegar un ojo? ¿Por qué ellas califican de agradable brisa lo que para ellos no es sino un soplo de aire infernal que no alivia ni a las chicharras?

Aunque la pregunta sería más bien ¿es esa diferencia una diferencia suficiente? ¿Que nos dice tal diferencia? Desde luego que no somos iguales y que la diferencia que nos distingue debe tener su explicación. ¿Es por pequeña tal diferencia menos diferencia? ¿Acaso el desajuste de comportamientos que provoca en una pareja las diferentes sensaciones térmicas no es suficiente para hablar de diferencias en alto grado? ¿Obligar a una pareja que se ama a dormir en estancias separadas no es suficiente para aceptar el gran alcance de la diferencia? Yo diría que sí. Como también afirmaría que esa diferencia de grado se da en los sexos ante multitud de situaciones.

Y quien habla de frío habla de dolor, ¿no es cierto que las mujeres soportan el dolor mejor que los hombres? ¿O ahora que hablamos en positivo sí somos capaces de aceptar la existencia de diferencias? ¿No tendría esa diferencia una explicación NO cultural? Calificar esas diferencias de “menores” no sería más que otro grave error devenido de la indulgencia. No hay diferencia, por pequeña que sea, que no otorgue un matiz diferencial a los sexos respecto a ella. Y hay una que es tan definitoria como definitiva: un hombre y una mujer no pueden ser iguales mientras sea la mujer quien engendre y dé a luz a los hijos. Tal es la magnitud de esa diferencia que todas las demás se quedarían en anecdóticas a la hora de demostrar la imposibilidad de igualdad.    

¿Acaso también son todas esas diferencias el producto de un proyecto machista?

He tenido la suerte de convivir unos días con mis sobrinos de 16 años, mellizos de ambos sexos, y de observarlos en su pandilla. La conclusión es que el comportamiento de ellas es absolutamente diferente al de ellos y viceversa. Absoluta y radicalmente diferente. Pero ¿son verdaderamente esas diferencias producto del constructo sociocultural, es decir, impuestas por el desarrollo de una sociedad ancestral y persistentemente machista? Aunque la pregunta debería ser ¿son esas diferencias acogidas en buen grado por ellos, por los adolescentes? Mi respuesta no puede ser sino paradójica y sólo controvertida para los holgazanes; la daré en forma de hipótesis: si decidiéramos eliminar esas diferencias por las cuales se habla de sociedad machista las primeras que se negarían a aceptar el cambio serían ellas, las chicas, que son las que al fin y al cabo van por delante. Porque mientras ellas van de princesas (o de lo contrario) a ellos sólo les cabe jugar a la pelota y matarse a pajas.

Si decidiéramos imponer a los adolescentes esa supuesta igualdad -en nombre del derecho- que quieren imponer los lobbies y por ende toda la sociedad alienada por ellos -que es prácticamente toda-, lo único que obtendríamos es una negativa radical por parte de ¡ellas, las chicas, las supuestas víctimas!, esas mismas que después calificarán a la sociedad de sexista y machista instigadas y apoyadas por una ideología que criminaliza al varón de todo sin pestañear.

Son ellas las primeras y únicas que no aceptarían cambio alguno por mucho que eso supusiera la supuesta igualdad, reivindicando así vivir su rol tal y como lo viven actualmente. Y así sería aún a pesar de que ellas, las adolescentes, hubieran sido educadas desde niñas con todos esos miles de slogans feministas que sin duda abdujeron sus tiernas y manipulables mentes. El caso es que son ellas las que reclamarían quedarse igual que están (en una sociedad que sigue siendo calificada de machista), y no tanto por conformismo cuanto por pura vocación. Son ellas las que dejarían las cosas como están a pesar del lavado de cerebro al que invariablemente han sido sometidas. Observen si no a una pandilla de adolescentes.

Da capo. Decir que las diferencias entre sexos son el producto de un constructo sociocultural sería una perogrullada, pues llevamos varios miles de años movilizándonos en tanto que seres humanos y por tanto somos inevitablemente lo que hemos ido forjando en sociabilidad. Ahora bien, decir que la diferencia entre sexos sólo se debe a la insistencia de ese constructo sociocultural sólo puede ser una idiotez. “Varios miles de años” no dejan de ser una porquería de años a lado de los millones en que fuimos bestias...