sábado, enero 16, 2016

El principio del mal

Les propongo un “juego”.

Me gustaría ponerles en una tesitura y me gustaría también que después del “juego” fueran sinceros consigo mismos. Para ello sólo deben ser capaces de imaginar, de ponerse en situación.

Imagine usted que es el redactor jefe del suplemento cultural de un periódico de tirada nacional, pero de ese suplemento que es sólo específico de la Comunidad Valenciana; ya saben, esas páginas centrales que se hacen desde “aquí” para los de “aquí”. Redactor jefe de ese suplemento cultural que, como muy bien usted sabe, ha ido reduciendo sus páginas hasta dejar su sección en algo tan minimalista como testimonial.

Imagine también que usted es persona sensata y progresista, y por ello precisamente sabe lo que por otra parte resulta inevitable, que tendemos a la mezcla, la simbiosis, que nos encaminamos hacia lo universal, hcia lo internacional, hacia lo abierto, hacia lo integrado, hacia lo plural; repito, hacia lo que de forma natural resulta inevitable. Imagine, por tanto, que precisamente por ser sensato y progresista (que no progre) rechaza toda posible idea de nacionalismo valenciano. Entre otras cosas porque sabe que  el pueblo valenciano JAMÁS ha dado muestra de esa necesidad que sin embargo sí han mostrado otros pueblos a partir de un sentimiento victimista. Un sentimiento que tampoco fue nunca mayoritario -en esos otros lugares- pero que fue creciendo como un grano de pus gracias a una clase política que en última instancia sólo pretendía salvaguardar sus intereses y hacerse rica.

Usted sabe, además, como periodista profesional con años de experiencia, que es precisamente la sección cultural la primera sección que fue afectada por los recortes presupuestarios del periódico. Porque sabe que los periódicos ya sólo son transmisores de ideología sin más pretensión que servir al amo, que siempre es el dinero de alguien (a veces vinculado a un grupo político y a veces ni eso siquiera). Por tanto sólo usted sabe el desprecio que esas corporaciones han manifestado siempre hacia la cultura y sabe, mejor que nadie, las virguerías que durante estos últimos años ha tenido que hacer para colocar, en su periódico, algo de cultura en una sección indigna. Esa cultura que, por otra parte y como sabe, ha estado cercenada por los citados recortes (y no hablo de subvenciones, que siempre acaban siendo una lacra, sino de incentivos, de educación...).

Quizá sea mucho pedir, pero eso es exactamente lo que le pido: que se ponga en la situación de ese jefe de redacción sensato que sabe, antes que nada, que los nacionalismo son el producto de sentimientos puramente reaccionarios que fundamentan su gobierno en la coacción y la imposición. ¡Además en Valencia!, donde jamás ha existido sentimiento nacionalista alguno más allá de las propuestas de pequeños grupos aislados que tiempo atrás eran, curiosamente, de derechas.

Pues bien, imagine ahora que por las circunstancias que sean el periódico para el que trabaja le ofrece la posibilidad de hacer lo que usted deseaba: un suplemento cultural digno, pongamos que de 16 páginas; una barbaridad sin duda si lo comparamos con la insignificancia que se nos ha estado ofreciendo durante estos últimos años de desprecio por todo lo cultural.

Eso sí, con una condición. Es decir, el periódico le ofrece la posibilidad de realizar el sueño de todo periodista, dirigir un suplemento cultural y semanal de 16 páginas, pero siempre y cuando cumpla con un requisito; a saber: que los textos vayan en valenciano.  

La pregunta es, ¿qué haría usted? ¿Qué haría usted que sabe que el valenciano no es la lengua apropiada para un “lugar” -cualquiera que sea- cuyo futuro se encuentra más ligado a la internalización que al ensimismamiento? ¿Qué haría usted si tiene que elegir entre eso o nada? ¿Qué haría usted, que sabe que el valenciano jamás ha formado parte de las reivindicaciones del pueblo valenciano y que además apenas cuenta con lectores, más allá de ciertos grupúsculos politizados que se creen progresistas? ¿Qué haría usted si sabe que hay dinero para esas 16 páginas sólo porque existe una subvención netamente politizada? ¿Qué haría usted, que sabe, entre otras cosas, que los aparentes e inofensivos lodos conducen inexorablemente a los barrizales más cenagosos? ¿Qué haría usted, que sabe que se trata, como siempre, de una cuestión de ideología coaligada con estrategia, dinero y poder, y no de una cuestión realmente periodística y cultural? 

1 comentario:

Unknown dijo...

Quizás lo más poderoso y atrevido sería usarlo como plataforma (sin importar las herramientas que imponen, con la cabeza bien alta) y aprovecharlo para bombardear la corrección política, para denunciar la corrupción intelectual. En suma para decir lo que se debe decir. E intentar además que se diga "dentro del sistema", sin aspavientos revolucionarios.
Capacidad aparte (que jamás tendré), yo no podría hacerlo ni de lejos. Pero quizá otro sí podría.