viernes, marzo 25, 2016

Cayetana Guillén Cuervo y Victoria Vera

Cayetana Guillén Cuervo y Victoria Vera, por ejemplo

Cuando en un programa cultural -o no- dos o más mujeres se juntan ante un micrófono o una cámara emergen las consecuencias de la corrección política, que sabemos no es más que un sistema de control cuya principal función es, en contra de toda apariencia, hacer que ciertos problemas permanezcan vigentes para mantener vivas infraestructuras sumamente poderosas y por tanto rentables. Así, por ejemplo, los problemas derivados de la interrelación que generan mujeres y hombres.

Los resultados de la aplicación de la corrección política en este asunto no han mejorado la situación ni un ápice en los 35 años que lleva ejerciéndose, al menos a tenor de lo que nos cuentan. La mal llamada violencia de género y peor llamada violencia machista, pues, no ha disminuido con 35 años de control de la Opinión Pública. Según dicen. Pero insisto, estoy haciendo referencia sólo a ese machismo mediático que hace referencia a los problemas de pareja, a ese que se anuncia a bombo y platillo a diario y desde todos los medios, a ese que se anuncia con la violencia del hombre sobre la mujer.

A lo que yo apostillaría: no ha disminuido debido, precisamente, a la errónea estrategia elegida por ese sistema de control. Errónea como demuestran los datos, esos mismo datos que nos ofrecen de forma tan regular como pertinaz todos los medios de comunicación, tan abducidos por ese sistema de control que es la corrección política. Errónea, pues, por contrastada. Errónea, pues, por demostradamante ineficaz. Ineficaz, pues, por la pertinaz voluntad de quien usa los datos para mantenerla y perpetuarla.

Con normas no escritas, pero que no por ello dejan de ser normas que se traducen en hábitos. Dos mujeres ante un micrófono o una cámara -en un programa cultural, o no- tienen dos objetivos interdependientes que cumplir:

1. Aprovechar cualquier momento para introducir ese “particular” victimismo que tanto se nutre de la corrección política. Y hacerlo venga o no venga a cuento.
2. Y tan importante como el primero: derivar siempre ese victimismo hacia el desprecio del varón, con el insulto o la criminalización.  

Hace unos día lo volvimos a ver. Y sucedía, como siempre, con la más absoluta naturalidad. Cayetana Guillén Cuervo le hacía una entrevista a Victoria Vera en un programa cultural de La 2 con motivo del estreno de Salomé, obra de teatro protagonizada por la misma Victoria Vera.

Pero antes de acudir a sus palabras y valorarlas en sus justos términos podríamos hacernos unas preguntas necesarias, ¿quién es Salomé, de qué va Salomé? Según los evangelios sinópticos, Salomé, hija de Herodes Antipas y de Herodías, manda decapitar a Juan Bautista y ordena que su cabeza le sea servida en una bandeja de plata. Así, y por simplificar porque no hay otra, Salomé como mujer sin escrúpulos, como mujer malvada que consigue su objetivo a partir de sus dotes de seducción -armas de mujer- y, además, aconsejada por otra mujer, su propia madre.

Sin embargo la Salomé que venía a promocionar Victoria Vera no era la de los evangelios sino la de Oscar Wilde, en pieza teatral que viene a introducir un plus de maldad sobre el personaje, pues ésta manda decapitar a Juan Bautista -por el que se siente morbosamente atraída- no tanto influida por una tercera persona -su madre- cuanto debido al rechazo que de él sufre directamente.

Cuando Cayetana Guillén Cuervo le pregunta a Victoria Vera por su personaje ésta dice “no hemos (sic) querido mostrar a una Salomé depravada, sino a una Salomé despechada, dolorida, marginada, aislada”. Así, no depravada por asesina como era de prever, sino dolorida, marginada y aislada (?). Ese sería, en fin, el subtexto de la Salomé desde el punto de vista que la propia actriz y productora transmite en la entrevista (en definitiva: dos mujeres ante un micrófono en un programa cultural). Y entiéndase esa interrogante de antes como el desconcierto sobrevenido ante tres conceptos agrupados -dolor, marginalidad y aislamiento- junto al que es causa del asesinato -el despecho- y enfrentados al que le es propio -la depravación-. Así, si Salomé ya no es depravada y el despecho es apriorístico y por tanto consustancial al personaje (que es ese y no otro), nos encontramos con que la Salomé que nos es mostrada es una persona dolorida, marginada y aislada. Pobrecita. La pregunta ahora sería: si de lo que querían hablar era del dolor, la marginalidad y el aislamiento de una mujer, de la mujer, ¿por qué elegir a una mujer que manda asesinar por despecho? ¿Por qué elegir la historia de Salome?

Pero ahí está su corporativa amiga para echarle una mano y situar la entrevista en sitio que reclama el sistema de control. Cayetana le pregunta a Victoria sobre el despecho y esta le contesta “el despecho es un sentimiento masculino y femenino, pero el de un hombre es más fuerte y hace más daño que el de la mujer; el de la mujer es más pasional, el del hombre más... reconcentrado”. Ya estamos en plena orgía.

¿Qué ha pasado entonces? ¿A qué puede venir la necesidad de matizar el concepto despecho atendiendo al sexo? ¿No se trataba de ir a la entrevista a promocionar la Salomé de Oscar Wilde en el Teatro Fernando Fernán Gómez? ¿Qué pinta entonces la inclusión del discurso combativo? ¿Qué pinta, además, en una obra que precisamente ubica la maldad en una mujer? Pues que, seguramente, para ellas no somos tan iguales después de todo, tal y como sin embargo asegura machaconamente el precepto feminista que ellas mismas reivindican. De hecho el discurso feminista expresado desde el sistema de control se pasa la vida matizando diferencias que, siempre e invariablemente, loan a la mujer y desprecian al varón. Vean si no el caso que nos ocupa: cuando todo hacía parecer que éramos iguales (la mujer puede ser tan mala como el hombre) llega la entrevista cultural y aparece un discurso en el que, definitivamente, el hombre deberá siempre aparecer como peor. No sólo hay que salvar a la mujer; hay que hacerlo condenando al hombre.

Según la entrevistada, el despecho será siempre más dañino en los hombres, por reconcentrado. Y menor en la mujer por atenerse a motivos pasionales.

Por cierto, no deja de resultar curioso que para conseguir tales propósitos el discurso feminista se vea obligado a hacer estas afirmaciones tan machistas, pues no podemos olvidar que la pasión es la justificación primaria de todos esos varones que por despecho se cargan a sus novias o mujeres. Si aceptáramos que lo que salva a una reacción negativa (el despecho) es una condición entendida como positiva (la pasión) no veo por qué no puede tratarse de un atenuante en los crímenes pasionales. Pero son tantas las ganas de despreciar lo masculino que para rematar la faena es la misma cayetana quien inmediatamente después de la intervención de Vera confunde despecho con venganza y por eso dice que “[el despecho del hombre] se sirve en frío”. De la orgía al orgasmo.

Pero aunque es el estreno de Salomé el motivo es la entrevista, aún le da tiempo a Victoria Vera a hacer otras muchas afirmaciones tan del agrado del sistema de control. Cito textualmente lo que dice de carrerilla: “La violencia de género es un drama absoluto, algo impensable; quiero decir, es algo que se te revuelve todo por dentro cuando oyes una noticia de un tipo que ha asesinado a una mujer; es que es muy fuerte que en nuestros días se asesine de esa manera tan terrible, ¿no?; parece como si no hubiéramos adelantado nada en esta vida, es como volver atrás; la mujer ha perdido además... todo lo que ha ganado de alguna manera lo ha perdido, o sea, hay como una especie de todo lo que ha ganado en libertades lo ha perdido en respeto”.

Dejo abierto al lector cualquier análisis sobre el texto.

En cualquier caso, y para quien aún albergara alguna duda, oigamos lo que contesta Victoria Vera a la última pregunta de su entrevistadora “¿Con qué te quedas de tu personaje?”. Así Vera textualmente: “Me quedo con la verdad que ella tiene; ella tiene su verdad, ella sabe que está en un sitio tóxico, con gente tóxica y que es su familia además, la familia que le toca. Entonces esa razón, esa reflexión, ese sentido común es muy interesante, porque ella dice de aquí no voy a salir, pues le corto la cabeza… hago lo que sea, y yo seguramente moriré pero bueno he dado un paso”.

Imaginen ahora estas palabras que siguen en boca de un hombre abandonado por su mujer (por los motivos que sean):

“Sé que la relación con mi mujer es tóxica y que no hay nada que hacer, así que desde la razón, la reflexión y el sentido común he decidido que le voy a cortar la cabeza; yo seguramente moriré después, pero bueno, habré dado un paso”.

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