sábado, junio 04, 2016

DE la publicidad y de la maldad

De la publicidad y de la maldad

Antes de empezar hagamos tres aclaraciones:

  1. El deporte de competición es ese espectáculo que mueve y moviliza a millones de personas debido, precisamente, al hecho de que exige a su espectador tener que tomar partido por una de las partes en juego. Ya sean deportes practicados de forma individual ya lo sea en equipo. Así, lo que moviliza a tantos millones de personas es el ánimo de victoria/vencimiento con todo lo que conlleva de obligada presión del “tuyo” sobre el contrario, tesón, fuerza, persistencia, garra, decisión, rabia, potencia y por supuesto alto nivel de lucha. Cero flaqueza, cero debilidad y cero compasión. Tanto en un atleta como en un jugador de fútbol. Nadal y Ronaldo.
  2. Todo deporte de competición necesita de unas reglas de obligado cumplimiento; normas/reglas que sirven, precisamente, para poder determinar con claridad quién es mejor que otro en un determinado momento. Reglas que todo jugador acepta en su necesario cumplimiento. Y aceptarlas conlleva exigirlas. De otra forma podría darse el caso de ser vencido por un tramposo. Exigirlas, pues, como única forma aceptable de legitimar una imposición. Porque todo vencimiento es una imposición y en todo vencimiento hay un derrotado. Así es el deporte de competición.
  3. No sé muy bien por qué pero la cuestión es que la nueva sociedad devenida de lo digital y la tecnología es una sociedad obsesionada, más que nunca, con lo competitivo (ver TV con sus concursos y realities) por lo que respecta a lo social, y abducida por la vigorexia por lo que respecta a lo individual (en la que la gente suele competir consigo misma, con retos personales, altos niveles de exigencia, esfuerzos desproporcionados…).

Cambio de tercio.
Podríamos considerar inepto e incompetente a quien elaborara una campaña publicitaria ineficaz para los propósitos de su cliente. Y yendo un poco más lejos podríamos llamar estúpido a quien elaborara una campaña publicitaria que además de ineficaz fuera contraproducente. Porque todo cliente -que contrata a una agencia publicitaria- es un pagador cuyos objetivos buscan rentabilidad en alguno de sus modos.

Pero,¿cómo podríamos calificar a quien hiciera -y pagara- una campaña cuyos intereses estuvieran vinculados no tanto a los objetivos que en ella dicen pretender cuanto a los beneficios que le reportan el hecho de hacer la misma campaña?

¿En función de qué podemos calificar una campaña publicitaria? Y sobre todo ¿respecto a qué intenciones, a las explícitas o a las implícitas?

Dejemos las preguntas momentáneamente suspendidas y acerquémonos a la última campaña publicitaria que al parecer pretende acabar con el maltrato que algunas mujeres sufren a manos de algunos hombres. La campaña la paga La Fundación Mutua Madrileña y ha sido creada con motivo del Open de Tenis de Madrid.

Respecto a la prensa escrita: a toda página impar del periódico aparece un famoso jugador de tenis con su brazo extendido hacia delante con el puño cerrado y el pulgar señalando hacia abajo. El texto/mensaje es una frase que se divide en dos partes, la primera se encuentra arriba del jugador, la segunda debajo. Arriba puede leerse

“porque te gusta imponer las reglas”

y abajo,

“a mí no me gustas tú”.

Respecto a los vídeos: varios jugadores de ambos sexos salen en la misma posición citada y antes de repetir el “A mí no me gustas tú”, dicen con el mismo gesto
“¿Te gusta sacar tu rabia en cada golpe?”,
“¿Te gusta sentir que eres más fuerte”? y
“¿Te gusta presionar hasta que falla?

Pero, ¿cómo saber de la eficacia de una campaña publicitaria? En este sentido y antes de continuar habría que decir, sobre todo a tenor de las estadísticas que tanto justifican la existencia de este tipo de campañas (las que pretendes acabar con el maltrato que algunas mujeres sufren a manos de algunos hombres): que todas las realizadas durante al menos los últimos 20 años han resultado enormemente ineficaces. Como bien se encargan de corroborar los medios de formación de masas cada vez que se produce un incidente mortal y nos alarman sobre el continuado o creciente índice de violencia.

Pero sigamos, ¿cómo saber de la eficacia de esta campaña? ¿De esta perversa campaña? ¿Cómo medir su eficacia?: ¿midiendo cuantitativamente el número de maltratadores que gracias a la campaña deja de existir?, ¿o midiendo los beneficios empresariales que supone a la Mutua una campaña que le ofrece una buena (comprometida) imagen?

Esta ambigüedad respecto a la medición de resultados es, precisamente, el motivo por el que se repiten ad-nauseam y, por supuesto, el motivo por el que resultan perfectamente inocuas. Porque lo que busca la empresa anunciante es, antes que otra cosa y por encima de cualquiera, el de ofrecer una buena imagen. Sólamente y nada más. Absolutamente nada más.

Ambigüedad que nos sitúa en un punto muerto que lo deja todo en manos de unas supuestas buenas intenciones. Punto muerto porque al final de las cuentas sería su palabra contra la nuestra. Ellos dirán que su objetivo es hacer que disminuya el números de maltratadores y nosotros no nos lo creeremos. En cualquier caso saber (?) de las buenas (?) intenciones del anunciante nunca es suficiente para valorar una campaña que sólo nos vende eso, intenciones buenas.

Pero ¿sabemos de verdad si son buenas las intenciones? Ya hemos dicho que es su palabra contra la nuestra. De todas formas, si juzgamos las intenciones a tenor de lo que universalmente se desprende de su manifestación más abstracta podríamos decir que sí, porque lo que dice pretender es la disminución de un mal, en este caso el del maltrato que algunas mujeres sufren a manos de algunos hombres Pero eso sólo se daría a partir del concepto intencional genérico, sin entrar en la consideración de los aspectos más particulares de la propia campaña.

La cuestión entonces es, cómo no, la propia campaña. ¿Que contestarían realmente los deportistas -tanto los elegidos para la campaña como cualesquiera otros- antes las preguntas?: “¿Te gusta sacar tu rabia en cada golpe?”, “¿Te gusta sentir que eres más fuerte”? y “¿Te gusta presionar hasta que falla? Indiscutiblemente “Sí” a todas. En situaciones normales jamás menospreciarían todas esas actitudes, más bien al contrario. ¿A santo de qué, entonces, desacreditar a quien (a ti -“tú”- que que te gusta sacar la rabia en cada golpe y sentir que eres más fuerte)  hace exactamente lo que ellos reivindican?

¿Qué es lo que falla en esta estúpida campaña? Pues muy fácil: lo que hace de ella un simple paripé, un trámite burocrático/estratégico, una gran mentira en la que sólo se regocijan los anunciantes y las mentes perversas y rencorosas. No había necesidad alguna de acudir al deporte de competición para hablar del maltrato que algunas mujeres sufren a manos de algunos hombres, pero el evento es el evento (dinero), el deporte es el deporte (bien considerado) y los famosos son los famosos (influyentes). Aunque hagan el gilipollas en un anuncio en donde se insultan a sí mismos además de insultar la inteligencia del lector/espectador. Porque ¿qué nos ha hecho suponer que la “rabia del golpe” es la de un puñetazo de un hombre a una mujer? Yo se lo diré: NADA. Monos aún si "sacar la rabia en cada golpe" es la actitud de los héroes en el deporte de competición. ¿Y que hay de intrínsecamente malo en “sentirse -o saberse- más fuerte” que otro? Yo se lo diré también: NADA. Sobre todo cuando lo que se inculca al aspirante a héroe es fortaleza mental. ¿Y qué tiene que ver el maltrato, así en genérico, con el “presionar hasta que falla”. Yo se lo dire´de nuevo: NADA.

¿Entonces, qué tipo de campaña es ésta? Ya lo dije: una campaña perversa. La campaña de alguien que quiere beneficiarse de un tema problemático sin hacer relamente nada para remediar el problema. Problema del que en última instancia (y en primera) se beneficia.

Y es en este sentido que podemos afirmar que la campaña, yendo más allá de esa inocuidad de la que todos somos conocedores, lo que destila es maldad. La que devendría de la ambición inmoral.

Así, para terminar volvemos a la primera pregunta, ¿cómo podríamos calificar a quien hiciera -y pagara- una campaña cuyos intereses estuvieran vinculados no tanto a los objetivos que en ella dicen pretender cuanto a los beneficios que le reportan el hecho de hacer la misma campaña?

¿Quizá... de hijos de la gran puta?

Nota. Si alguien quisiera ver imágenes sobre la campaña que acuda a Internet y a Youtube y busque con las palabras adecuadas.

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