domingo, septiembre 18, 2016

Como un torrente

Decisión proviene del latín decisio y así lo define el diccionario: acción de zanjar una cuestión discutida, solución.

Resulta muchas veces curioso el uso que de las comas hacen los diccionarios. ¡Quién me lo iba a decir a mí! El término decisión perfectamente asociado al de solución. Así, para tomar una decisión tenemos primero que considerar la existencia no tanto de una duda como de un problema, pues supuestamente se ha discutido una cuestión. La pregunta que me inquieta es, ¿Puede entonces tomarse una decisión que no haya pasado por una previa discusión? O mejor, ¿puede existir en la inacción -de la inexistente discusión- algún tipo de decisión sensata posible?

Elección, del latín electio: Decisión por la que se muestra preferencia o se toma partido por una cosa, eligiéndola en detrimento de otra.

Aquí resulta más claro; la elección es una decisión a la que lo le hace falta discusión alguna. Uno elige porque le da la gana y lo hace sabiendo aquello a lo que reniega. Así la la elección tiene un valor soberano para el sujeto activo, dejando que lo elegido pueda permitirse el lujo de ser todo lo neutro que quiera. Elegir es una apuesta y como tal contiene siempre un punto de riesgo.

Decepción. Es un sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo. Se forma en unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena.

En efecto, la definición de decepción no me habría sido válida sin la inclusión del término sorpresa, porque lo de la pena se daba más que por supuesto. Yo añadiría que la sensación que padece una persona decepcionada es la de permanecer sorprendida e inmóvil, digamos que atado, ante un torrente, digamos que de agua, que no le permite ni abrir la boca, so pena de ahogarse por querer respirar. Pena, eso sí, ligada al dolor y el sufrimiento que son ajenos a toda decisión.

Post Scriptum. Hemos dedicado 3 post a hablar de Richard Rorty y su concepción populista de la filosofía. Pues bien, una de esas reivindicaciones de las que el filósofo alardea tanto y que tanto gusta a sus acólitos bienintencionados es la que consiste en preferir disolver los problemas antes que resolverlos. Yo, de nuevo, estaría en franco desacuerdo con él. Pero hay muchos más rortyanos de los que nos creemos. Y al parecer no les va mal porque no hay mejor forma de disolver un problema que ignorándolo. No deja de ser una elección. Rajoy lo lleva haciendo hace muchos años y le funciona perfectamente. Despreciable.

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