jueves, noviembre 30, 2017

Sobre la igualdad II ¿Hipocresía, ignorancia o maldad?

O sobre La Manada

El post anterior se fundamentaba en sendas frases de mis dos sobrinos mellizos; la de ella, “La verdad es que las chicas y los chicos somos muy diferentes... y además eso lo sabemos todas”, y la de él, “Eso es verdad, nosotros también lo sabemos todos, es que salta a la vista”. Y yo afirmaba que ellos demostraban saber aquello que no sabían los adultos (?) embriagados por los beneficios sociales y económicos de la Corrección Política. Pero va y resulta que la lectura que hacen los menores es puramente materialista, es decir, basada en lo que para ellos es irrefutable por estar ahí: “salta a la vista”. Y, en efecto, si hay algo que salta a la vista ya para un niño primero y para un adolescente después es que los hombres y las mujeres NO son iguales. O, por darle un giro a la frase de mi sobrino y sin abandonar ni un ápice su significado: (cuando digo que) NO somos iguales (lo digo) debido a aquello “que salta a la vista”.

No se trata de negar todo aquello que, en tanto que seres humanos, nos iguala a ambos sexos, que es mucho más que aquello que nos diferencia, pero eso no quita para que las diferencias, evidentes ya en el propio físico, sean condicionantes determinantes, como lo es aquella que resulta más que determinante definitiva: la capacidad de engendrar hijos en el propio cuerpo. Ellos estaban hablando, sólo, de sexualidad y de predisposición hacia el otro en tanto que posible partenaire; de deseo, del tipo de deseo y de la forma de gestionar ese deseo. Y así, mientras él se mata a pajas porque su índice de testosterona le exige explotar de forma constante (la plenitud sexual de un varón se encuentra en los 19 años), ella se acuesta todos los días con la mirada perdida (la plenitud sexual de una mujer se da a los 35 años). Y eso sin contar lo que hacen con “el otro”, que daría para otro enfoque textual.


En cualquier caso ambos llevan cerca de 8 años pudiendo ver, que es lo mismo que decir “viendo”, todo tipo de vídeos a través de sus teléfonos móviles, smartphones. ¿Y qué es eso que llevan viendo desde que tenían 10 años? Pues todas esas cosas de las que por tradición les habían protegido los adultos responsables. ¿Y de qué les protegían en antaño esos adultos responsables a esos niños sus hijos? Pues de todo aquello que pudiera perturbarles hasta el punto de generarles ideas equivocadas, cuando no monstruosas, sobre algo que resulta clave en el desarrollo de un ser humano civilizado: la sexualidad; de todo aquello que pudiera generarles un trauma que podría quedar oculto en el consciente pero no así en un perturbado inconsciente. ¿Pero qué es entonces eso que desde los 10 años ven con “naturalidad” los niños con sus tierna y frágiles mentes? Pues yo se lo diré: ante todo mucha sexualidad donde prevalece la violencia ejercida en todos los sentidos y direcciones. O por decirlo de forma que ustedes, padres responsables y reivindicadores sociales de la igualdad, puedan entender mejor: lo que ven sus pequeños, gracias al dispositivo que ustedes le regalaron a los 10 años, es eso que incluso a ustedes les costaría digerir y asimilar; no pornografía al uso, no, no se engañen porque eso no es compartible entre amiguitos debido a su vulgaridad; no, lo que ven sus pequeños es a una mujer siendo follada por pongamos 8 hombres que la manejan como un trapo, forzándola, follándosela simultáneamente por el coño y por el culo mientras se la tiene que chupar a 2 o 3 más que se la meten en la boca hasta que a ella se le corre el rimel de las pestañas; así sucesivamente y alternándose ellos mientras ella tiene que superar, sonriendo, las arcadas que le producen las pollas en la garganta. Usted, claro, como padre/madre responsable de su adorado/a hijito/hijita no sabe lo ve su adorado/a hijito/hijita en el dispositivo maravillo que le regalaron a los 9 años, un montón de vídeos con protagonistas guapos, musculosos y con pollas grandes que usan la violencia sobre chicas que parecen disfrutar a lo bestia de tanta bestialidad, con estrangulamientos, felaciones profundas, escupitajos, bofetadas, etc. Usted, claro, que es un padre/una madre actualizado/a y feminista/o defensor de la igualdad no le importa que eso que eduque a sus maravillosos hijitos/hijitas en materia de sexualidad sea aquello que pueda provocar daños irreversibles; por ejemplo, ver a una tierna joven sobre la que de forma continuada y consecutiva se corren en su cara 20 o 25 hombres de todo tamaño, aspecto y condición que se encuentran alrededor de ella pajeándose durante la media hora que dura ese simpático vídeo en el que ella sonríe constantemente. Pero sepan ustedes que ellos/ellas, sus adorables hijitos/hijitas, saben perfectamente lo que es una Gang Bang y lo que es un Bukkake... a los 10 años. Y después se sorprenden, como gente de bien que son ustedes, por supuesto, de lo que ha pasado con La Manada.

martes, noviembre 28, 2017

Sobre la igualdad

Sobre la igualdad

Hoy he comido con mi familia directa, esto es, con mi madre, mi hermano y mis dos sobrinos mellizos de 17 años. Ha salido el tema del sexo, la sexualidad y, lógicamente el de las relaciones sexuales y sentimentales. También lógicamente ha salido el asunto de la igualdad entre sexos. Así mi sobrina para zanjar una conversación que le aburría: “la verdad es que los chicos y las chicas somos muy diferentes... y además eso lo sabemos todas”. Y su hermano apostilla: “Eso es verdad, nosotros también lo sabemos todos, es que salta a la vista”. Por lo que, al parecer, saben a su corta edad lo que no saben los cientos de miles de adultos (?) que se expresan y opinan públicamente. Yo, que estaba allí, puedo asegurar que ambos eran plenamente conscientes de que sus palabras sólo tenían que ver con aquello a lo que esas palabras referían. Estaban hablando, sólo, de sexualidad y de predisposición hacia el otro en tanto que posible partenaire; de deseo, del tipo de deseo y de la forma de gestionar ese deseo.


Nota. No haría falta añadir que mis sobrinos distinguen perfectamente la necesaria igualdad de derechos que tienen las personas con independencia de su condición sexual de aquello que a ellos les resulta evidente: que “en eso otro” los chicos son muy distintos de las chicas. Y viceversa. Estos es, diferentes: desiguales. Y no haría falta añadir que mis sobrinos están absolutamente en contra de toda posible forma de violencia.

viernes, noviembre 24, 2017

Carta abierta a la sociedad actual y escatología

No me quedé con las cifras reales que el locutor pronunciaba ayer en la radio, pero lo que sí me quedaron claras fueron las proporciones, que según los datos (tomados a varios miles de personas) eran de once a uno. La encuesta a la que hacía referencia pretendía averiguar las preocupaciones ciudadanas respecto a su relación con la calle y los espacios públicos a base de propuestas de los propios ciudadanos; pues bien, el segundo asunto más votado habría sido el de generar refugios para gatos abandonados, con una cifra apabullante, tan apabullante que era 11 veces mayor que esa otra cifra que representaba a quienes habían propuesto la creación de espacios de atención a vagabundos y gente sin hogar.

Cambio de tercio (creo). A bombo y platillo se hacían cargo ayer todos los medios -tanto escritos como audiovisuales- en sus respectivas secciones de que casi 4 millones de personas estuvieron pegados a su televisor el día de la final de Master Chef Celebrity. Un share espectacular. Muy probablemente otros dos millones más estuvieran viendo los avatares (nunca mejor dicho) de Gran Hermano. A saber qué veían los que veían La Sexta, o Antena 3 o incluso La Primera.

Dice la noticia “9,8 es la media de edad en la que los niños reciben su primer teléfono... el 80% de ellos entra todos los días en internet y en sus redes durante una media de dos horas”. La noticia es dada de forma neutra, aséptica, sin opinión. Sin embargo dos meses antes apareció esta otra noticia en el mismo periódico;: titular: “El amor eterno ya es un mito a los doce años”; subtitular: “Una aplicación del móvil consigue que los adolescentes dejen de lado una visión del amor guiada por mitos -como 'el amor lo puede todo'”. Y después dicen que el pescado es caro.

Así que emulando al gran Fernán Gómez yo digo “¡se va usted a la mierda, sociedad actual!”... esa sociedad de la que por supuesto formo parte.

Menos mal que hoy empieza el Black Fridey... de mierda!

miércoles, noviembre 22, 2017

Micromundo fractal

(O a quien pueda no interesar II)

Ayer recibí una llamada verdaderamente extraña justo después de cenar. La de la ex-mujer del que en su tiempo fue un buen amigo. Una mujer que no veía desde hace aproximadamente 8 o 9 años, de hecho tengo su rostro desdibujado. Me llamó, ya digo, ayer, para mantener un extensísimo y desconcertante monólogo que me mantuvo mudo y colgado a mi auricular cerca de media hora.

Su incontinencia verbal se encontraba focalizada, de forma exclusiva, a explicarme el poco tiempo que quedaba a ella para serle infiel a su actual marido, “un aburrido, Alberto, un aburrido”. Mi perplejidad me impedía articular palabra porque no entendía en absoluto esa llamada, “lo quiero mucho, de verdad, pero es que estoy tan cansada...”. En todo caso yo articulaba monosílabos que pudiera aparentar un cierto interés, “ya”, “caray”, “joder” y cosas así. “Estoy harta de verlo tumbado en el sofá y ya sabes Alberto que yo soy de otra pasta”... Así yo: “ya”. “Está claro que es un buen amante, y tiene un cuerpo impresionante, la verdad; es un buen amante, pero eso ya no es suficiente, yo necesito otra cosa”... “Fíjate”. “Y yo, la verdad, es que me siento guapa, ¡estoy guapa! Y tú ya sabes que cuando quiero soy muy canalla”... “Sí, eso es verdad”. “Voy a hacer una fiesta con mucha gente en la que me gustaría que estuvieras, me voy a poner fantástica y va a haber un antes y un después de esta fiesta”... “Caramba”. “Así que sí, que ya toca, Paco es un buen amante pero me tiene cansada, ahí siempre en el sofá”... “Pues sí”. “Yo necesito volver al mundo Alberto, me voy a comprar ropa nueva y voy a volver al mundo”.

Así, la ex-mujer del que fue un buen amigo mío a la que no veía hace cerca de 9 años me llamó ayer para contarme que quiere volver al mundo y que en breve va a cuernear a su actual marido (que no conozco de nada) al que muy probablemente, aunque algo más adelante, va a mandar a freír espárragos, porque también eso lo dejó claro en su incontinente discurso, “no tengo ganas de estirar esta relación, Alberto, es un buen amante, porque eso es así, es bueno, y tiene un cuerpazo, pero es que está ahí siempre, en el sofá”... “Ya”.

También ayer, pero por la mañana, tuve la ocasión de charlar con una amiga que conservo de mis estudios universitarios. Me cuenta que su profesora de yoga y estiramientos padece con ella una cierta incontinencia verbal que le impulsa a hablarle de su vida personal. La experta en estiramientos vive con un hombre que es 10 años menor que ella y que tiene, según ella misma cuenta, un cuerpazo. El problema de esta experta en estiramientos es que está algo confusa, o mejor, bastante confusa. Al parecer ese hombre 10 años menor que ella, además de ser joven y estar plagado de abdominales, es una buena persona.

¡Vaya! -le digo- ¿Entonces, cuál es el problema?”. “Pues que tiene un amante sevillano hace años por el que está obsesionada y que no puede quitarse de la cabeza, por eso siempre encuentra una excusa para ir a verlo”, dice mi amiga, y poco después añade que la clave de esa obsesiva relación que convierte en infeliz (confusión, obsesión, depresión...) a su experta en estiramientos se encuentra en lo que la misma experta en estiramientos piensa de su amante sevillano: que “es un auténtico canalla”. Y matiza reduciendo los motivos de su enganche a dos: “el sexo con él es apoteósico, me hace cosas que a Carlos jamás se le ocurriría hacerme, es bestial, y por otra parte después pasa de mí olímpicamente; cuando nos distanciamos no muestra ningún interés por mí. No entiendo muy bien por qué estoy tan enganchada pero la verdad es que convierte mi relación estable en anodina”.


También ayer (vaya día... ¡que parecido a tantos otros!) tuve una comida familiar en la que coincidí con mi hermano, el único soltero empedernido que conozco que es, además, buena persona. Me cuenta lo que a su vez le ha contado la mujer con la que ha compartido una pequeña relación llamémosla sentimental. Así esa mujer: “La verdad es que ya todas las relaciones sexuales que tengo, más allá de ser satisfactorias en mayor o menor medida, se me quedan cortas al lado de la única que verdaderamente ha sido importante y determinante en mi vida. De hecho contigo lo he pasado muy bien -le asegura a mi hermano-, de verdad, pero es que aquella relación que mantuve durante casi un año condicionó definitivamente mi existencia, desde entonces noto que me resulta difícil si no inviable enamorarme porque nadie está a la altura de aquellas circunstancias y nadie me proporciona el placer que obtenía yo de aquellos encuentros hoteleros, porque siempre nos veíamos en hoteles, él estaba casado y yo también”. “¿Y en qué consistían esos encuentros si puede saberse”, preguntó mi lacónico hermano. “Pues me maltrataba de forma maravillosa, me ataba, me humillaba, me pegaba cuando sabía que podía hacerlo y donde sabía que debía hacerlo, incluso se meaba encima de mí; en fin, maravilloso, insuperable”.

miércoles, noviembre 08, 2017

Yo, el amante del amor

Yo, el amante del amor. O la regla
(no apto para mentes sensibles)

Nadie, y cuando digo nadie lo que queremos decir es... nadie, le ha dado la importancia que se merece al hecho en cuestión. Así que cuando digo nadie lo que queremos decir es exactamente eso, nadie. Nadie ha querido la importancia que se merece a la cuestión, pero la verdad es que el carácter de las mujeres, además de depender de los factores externos -o internos- que actúan igualmente sobre personas con otro sexo, también depende, y mucho, de su ovulación y en definitiva de la existencia de su periodo, de su regla. Poco tengo que decir sobre ello, paradójicamente, en la medida en la que sé que lo sabe al menos la mitad de la población mundial por experiencia propia, aunque, insisto, nadie hable de ello porque al parecer a nadie le gusta (?) hablar de ello. Aún a pesar de lo sumamente decisivo y determinante que resulta sobre el entorno de las mujeres una actitud que es voluble de forma continuada y cíclica por naturaleza.

Nadie quiere darle importancia, pues, al hecho de que el carácter de las mujeres sea variable de forma cíclica durante 12 (24) veces al año, y nadie lo hace aun a pesar de todos los desencuentros (¿menores?) que genera en la Humanidad esa variabilidad contumaz en lo que respecta a las relaciones sociales en general y las sentimentales y privadas en particular (y atención que hablo de desencuentros, no de otra cosa). ¿Por qué? No lo sé, pero algo intuyo. Porque cuando decimos variable o voluble para calificar un carácter que se manifiesta dispar o inconsecuente (sinónimos de voluble según la RAE) siempre de forma regularmente cíclica nos olvidamos de asignar la importancia que pudiera tener en las relaciones humanas. Porque lo que hacemos ignorando la cuestión no es otra cosa que desplazar cualquier intención de analizar las consecuencias. Que esas sí las conocemos de sobra. Y más ahora, donde el nihilismo sentimental se ha instalado en nuestra sociedad, no por otra cosa sino debido a una conculcación ideológica a la que nos ha sometido la Cultura de la Queja, tan Políticamente Correcta ella, tan displicente con el varón, criminalizado, con los varones todos, pues. Una ideología conculcada que tiene por fundamento (entre otros) un absoluto desprecio hacia el amor romántico.

En Las razones del deseo dice Sharon Moalem, “Es como si las mujeres buscaran aparearse cuando están ovulando, pero buscaran pareja cuando no lo están”. Y poco después apunta, en un estudio realizado en la misma universidad y publicado en Evolution and Human Behavior, que “era más probable que las mujeres fantasearan con otros hombres cuando su fecundidad estaba en su punto más alto”. Por otra parte la doctora Haselton dice “Hemos descubierto que las mujeres se sienten atraídas por hombres distintos a su pareja principal sobre todo cuando están en la fase de mayor fecundidad de su ciclo menstrual. Es decir el día de la ovulación y varios días antes”. En otros libros se hila más fino y se añade algo respecto al punto hacia donde se dirige esa volubilidad. Al parecer, lo que atrae a las mujeres en esos días de menor fecundidad es hombres amorosos, cariñosos, blanditos, ingeniosos, graciosos, colaboradores, etc., y lo que les atrae esos días de máxima fecundidad es tipos duros, varoniles, egoístas, decididos o incluso chulos. ¡En fin!


El otro día me encontré con una mujer a la que no veía de hace muchos años. Después de cierta conversación típica de reencuentro se adentró, con evidente ímpetu y ganas (?), en el asunto que en estos momentos le preocupaba hasta generarle un alto grado de ansiedad: su hija adolescente de 13 años con la que convive a solas. Por no alargarme iré directamente a su conclusión; así ella: “desde luego que a lo que no voy a estar dispuesta en ninguno de los casos es a admitirle esos cambios de estados de ánimo y esas salidas de tono que no son otra cosa que constantes confrontaciones directas sobre mi persona. Sólo hace 3 meses que tiene la regla y desde entonces nuestra relación se ha convertido en una montaña rusa. No, definitivamente conmigo que no cuente para usarlo de excusa o para que yo la excuse”.


No sé, de repente me he acordado de aquella otra mujer que un día me dijo recientemente: “la verdad es que no entiendo a los hombres, con lo fácil que resulta amar a una mujer”.

Nota. Este texto también pudo llamarse, por qué no, dado su carácter personal: Yo, el amante del amor. O la regla (que mil veces me he comido, literalmente hablando, y lo siento por las mentes sensibles).

miércoles, noviembre 01, 2017

Rito sin mito

Rito sin mito

Allí estaban ellos todos, correteando por la calle peatonal pintarrajeados de forma grotesca. Gritando de forma desaforada y blandiendo en su manitas, la mayor parte de ellos, extrañas armas. Así es, todos los niños del barrio estaban en esa calle, mi calle, que va y resulta que es peatonal. Todos los niños del barrio todos. Todos los niños del barrio y sus amiguitos, quizá de otros barrios, quizás, gritando disfrazados de algo y pintarrajeados de forma grotesca en mi calle peatonal que contiene 5 terrazas gigantes que se corresponden con los 5 bares que las regentan. Todos los niños gritando enloquecidos con sus caritas pintarrajeadas de forma grotesca mientras sus padres cenaban en las terrazas también disfrazados y pintarrajeados de forma grotesca. No todos pero si casi todos. De todas formas allí estaban todos, correteando o cenando en mi calle peatonal disfrazados de forma grotesca; lo que aún no sé es quién gritaba más, si los niños excitados con sus espadas láser o los padres, crecidos, con sus maquillajes de zombie. Todos gritando y enloquecidos -crecidos- sobremanera debido a la facultad que les proporcionaban, precisamente, los disfraces y maquillajes. Todos los niños correteando y gritando excitados, esos niños y esos no tan niños que disfrutaban de una fiesta que sólo es fiesta. Sólo eso,:puro rito, además en este caso importado. Y todos esos padres atiborrándose de patatas bravas entre gracia y gracia, las que gritaban supongo que con el fin de hacerse entender. O de hacerse querer. Todos, niños y padres, celebrando una fiesta que les exige, como cualquier fiesta, divertirse, gritar. Los niños correteando pintarrajeados y gritando frases verdaderamente grotescas si no inverosímiles. Todos los niños todos acercándose a los viandantes y otros padres diciendo “¿truco o trato?”. Mientras todos los padres todos gritaban con estruendosas carcajadas las gracias de todos, las gracias de sus niños y las de los niños de otros y las de los otros padres y las de ellos mismos. Así todos excitados, disfrazados y pintarrajeados de forma grotesca, gritando chistes y preguntas inverosímiles. Ocupando la calle, toda la calle, estaban los niños, todos los niños de mi barrio, haciendo extrañas preguntas con sus caritas pintarrajeadas de payaso asesino. Ocupando toda la calle estaban todos los niños de mi barrio, así como los padres de esos niños que enseñaban a esos niños, sus hijos, cómo comportarse, perdón divertirse, en público en la noche de difuntos, esa noche en las que los muertos no llaman a la puerta sino que se filtran por las paredes. Gritando desaforados se encontraban en mi calle todos los padres de aquellos niños que ocupaban toda la calle peatonal corriendo por ella como si les fuera la vida en ello que les iba a tenor de sus gritos y de sus armas. Mientras sus padres gritaban sentados para darle sentido a la noche, la noche divertida, la noche de difuntos, la noche de Halloween, la noche que exige el rito sin mito. Menos mal que tenemos cerca el Black Fridey, ¿no?

Pos Scriptum. O dicho sin tanta literatura. Los mismos padres que no saben qué hacer con sus niñitos ante una fiesta que celebra todo el mundo aun sin saber por qué, son los mismos padres que le ponen a sus niñitos un teléfono en las manos sin saber por qué a los 10 años. Y todo por un miedo que no saben controlar en toda su adultez: miedo a que sus niñitos les desprecien en tanto que padres frikis, que lo serían por no hacer lo de “todo el mundo” (aunque ese miedo suponga convertir a esos padres en seres impersonales y sin verdadera preceptividad sobre sus hijos), y miedo a que sus niñitos puedan convertirse en los frikis -para sus amiguitos canallas y encanallados por el consumismo- si no les OBLIGAN a tener lo que “todo el mundo tiene”, un teléfono con internet: así, pintarrajearse como un payaso asesino el día de difuntos y tener un móvil con internet a los 10 años.