martes, diciembre 18, 2018

Jóvenes (y) psicóticos


Por cuestiones profesionales tuve que asistir, con mi amigo y compañero Antonio, a la Gala de los Premios Gráffica que este año se celebraban en Murcia. Son galas de larga duración que comienzan con la comida a la altura del esófago -algo que yo particularmente agradezco porque me gusta que las cosas sucedan siempre antes de la cena. En cualquier caso la larga duración del evento tiene una explicación que se encuentra perfectamente justificada y que además demuestra verdadero respeto a los premiados: a todos ellos se les otorga la palabra durante 15 minutos para decir lo que estimen oportuno. Así, se nos insta a llegar sobre las 15,30 con el fin de que la Gala pueda dar comienzo a las 16 h. Y para que pueda finalizar a las 20,30. Después habrá una cena convocada ya sólo para una parte restringida de los asistentes, promotores, premiados, esponsors, etc. Cuento todo esto porque resulta de suma importancia en la historia que les voy a relatar.

Llegamos al auditorio a las 15,30, claro que no por casualidad, sino más bien por haber organizado nuestros tiempos en función de ese solicitado horario. Somos 4 gatos, por lo que tenemos la oportunidad de charlar de forma más o menos tranquila con los organizadores, que en el fondo se les ve algo nerviosos ante un evento anual que se toman muy en serio. Nos cuentan que los ensayos y las pruebas (luces, intervenciones, presentador, orden, tiempos, proyecciones, ordenadores...) han salido perfectamente. La mayoría del público, eminentemente joven, va llegando sobre las 16 h., por lo que la gala comienza a las las 16,15.

Son 10 los premios que se van a otorgar y los premiados van a recibirlos de manos de alguien que previamente explicará al público los motivos por los que el jurado ha considerado adecuado otorgarles este importante Premio. Así, suben al escenario los tres componentes del grupo que has sido premiado por su “buen diseño y una excelente dirección de fotografía e ilustración que ayudan a comunicar historias íntimas y genuinas”. Tres jóvenes diseñadores que en 2008 emprendieron su proyecto empresarial que se tradujo en una revista.

Comienzan hablando de sus orígenes, sin duda no muy lejanos por motivos tan lógicos como inevitables. Sin embargo se estiran; parecen tener mucho que decir. Se turnan los tres con cierta parsimonia en discurso preparado. Parecen admirarse. Se gustan. A los 5 minutos del comienzo de su discurso -aproximadamente- comienzan lo que ellos señalan como el verdadero speech, que es el de explicar su trayectoria (?) a partir del abecedario. Así, comienzan por la A asignándole un concepto que de alguna forma les describe y que desarrollarán con proyección de imágenes. Al cabo de un rato pasan a la B. Cuando ya habían sobrepasado su tiempo en casi 5 minutos la organización les lanza sutiles señales para que vayan acortando (los personajes que se encuentran en el escenario tienen un monitor discreta y estratégicamente situado), pero ellos hacen caso omiso y siguen con su abecedario; van por la H y casi llevan 20 minutos. La organización decide cambiar de estrategia y les hacen luces que ya todo el público puede ver. Ni caso, continúan como si nada, serios, circunspectos, convencidos, orgullosos de su trabajo y de sus logros. Cuando unos minutos más tarde van por la L la organización se ve obligada a lanzar al maestro de ceremonias al escenario y expulsarlos con el mejor tono y las mejores palabras; e incluso pidiendo disculpas. No les hace ninguna gracia y bajan cariacontecidos, serios y casi malhumorados. Es claro que han ignorado perfectamente la consigna que se les ha dado y que contempla la entrega de 10 premios en cuatro horas y media. Digo ignorado por decirlo finamente.

La Gala continúa y salen otros 5 premiados que recogen su premio y desarrollan sus respectivos discursos en el tiempo que la organización ha pactado claramente con todos. Así, esos 5 discursos duran 15 minutos porque 15 son los minutos que la organización dio a los premiados para elaborar sus discursos. Fácil. Mientras tanto se ha producido un descanso de 20 minutos; de hecho el último de esos 5 es el primero de la segunda parte. La cuestión es que el citado grupo de tres premiados en la primera parte ha desaparecido de sus butacas y ya no se encuentra en la Gala. Delante de nosotros se encuentra la fila de premiados (la primera) con las vacantes, pues, de quienes ya no se encuentran. O por decirlo de otra forma, han recogido su premio y se han largado.

El maestro de ceremonias nos anuncia un nuevo premio; sale otro grupo de tres personas; tres jóvenes que han sido premiados porque “han entendido el valor de crear marca y de abordar distintos ámbitos del proyecto generando una estética y un lenguaje propios”. También se nos dice que llevan tres años en la profesión. La forma de subir al escenario, es cierto, provoca ya unas ciertas risas empáticas en el público. Sin embargo a Antonio y a mí esa formas nos parecen pájaro de mal agüero, qué le vamos a hacer, llevamos demasiados años en contacto con jóvenes y sabemos calarlos.

El aspecto de los chicos es desgarbado (¿casual?) y desde luego el comienzo de su discurso deslabazado y ciertamente inconexo; parecen estar hablando de cachondeo haciendo de sus lapsus de memoria chistes de club de la comedia. No recuerdan nombres ni fechas pero ellos mismos le quitan importancia con gestos de pasotismo cachondo. Se quitan la palabra unos a otros para hacer la gracia de turno, gracia sin gracia que sin embargo engancha con una buena parte del público, que como ya he apuntado es mayoritariamente joven. Después de la intro nos anuncian la proyección de un vídeo, concretamente el primer vídeo que hicieron antes de ese éxito en el que viven inmersos. El vídeo, feo y malo sin paliativos (y afirmo esto sin las dudas que suele generar un entendimiento mostrenco del relativismo estético/populista) dura ya más de 5 minutos. Son ellos los que han elegido ponerlo y está claro que no han querido renunciar a él. Cuando acaba su proyección piden jocosamente que a ellos no les corten el discurso porque tienen muchas cosas que decir y continúan diciéndolas con el desparpajo (impostado) que tanta gracia parece hacer al respetable (?). Bien pasados los 15 minutos de rigor comienzan a pedir que no les corten alegando que eso no tendría gracia (?). La organización parece cederles un margen, pero ellos, en vez de agradecer la generosidad deciden seguir siendo graciosos (?) y lo que es peor... pesados. Aunque fuera por respeto a los otros premiados (los que faltan por subir y los que cumplieron con los requerimientos internos; en unos tiempos estrictamente programados por la organización). No les importa que les hagan luces desde control, de hecho juegan verbalmente con ello, no les importa lo que el monitor (que sólo ellos ven) les dice, de hecho lo lee uno de ellos mientras otro va a la suya, que es seguir explicando cómo hicieron tal o cual vídeo. Parecen niños suplicando a sus padres que les den más margen de tiempo en el retorno a casa. Patético. La gente ríe (?), pero el maestro de ceremonias tiene que volver a salir para instarles amablemente a retirarse. Ellos aún continúan hablando rápido como si les faltara por decir lo más importante del discurso ya interrumpido... y salen del escenario haciendo gracias (?), que el público les ríe. Bajan y no se sientan, se van del auditorio. Je, je.

Excepto una de las premiadas, todos los demás ya no son tan jóvenes (algunos incluso bastante mayores). Todos han hecho discursos, primero agradecidos y luego generosos. Todos sin excepción han hablado del honor que les supone estar al lado de los otros premiados, gente con curriculums intachables y meritorios. Todos sin excepción se han ajustado al tiempo que se les ha otorgado; por seriedad y por respeto. Y todos los que han venido han permanecido durante el transcurso de la Gala. Sin embargo nuestros dos grupos de jóvenes empresarios/diseñadores premiados no sólo han ignorado a sus colegas premiados, todos con muchos más méritos que ellos aunque sólo fuera por su inmenso trabajo y méritos incuestionables (cosa que aún no puede decirse ellos), sino que se han permitido el lujo de abandonar el propio auditorio con excusas baratas (como después pudo verse). Cuatro horas y media es demasiado tiempo para gente que sobrepone su libertad, entendida como forma de satisfacción inmediata, a los límites que se encuentran marcados por la aceptación de normas. Porque en efecto la educación y la cortesía no son necesarias cuando alguien hace prevalecer la transgresión más creativa (?) y libre (?) sobre la disciplina, la responsabilidad y el respeto. Son, estos transgresores creativos y libres, quienes precisamente no se han enterado aún que el más alto grado de libertad se da en quienes previamente ponen en marcha el concepto de responsabilidad.

El caso es que acabada la Gala los hechos aludidos se convierten en la comidilla del grupo con el que nos encontramos hablando Antonio y yo, todos de una generación digamos que menos joven. Alguien dice incluso, “espero que no tengan la desfachatez de presentarse a la cena después de haberse ido del auditorio y haber demostrado tan poco respeto a los organizadores y sobre todo a sus colegas”. Muchos asienten, uno en concreto añade “igual se han tenido que ir por motivos de trabajo; como son de fuera...”. Pero otro dice “pues viendo lo visto no me extrañaría que aparecieran, a estos tipos les importa todo una higa, sólo saben de sus ombligos”. Allí estaban en el restaurante poco después, claro, perfectamente arremangados para engullir gambas y solomillos. Ah, otra cosa, fueron los últimos en llegar a la cena.

lunes, noviembre 05, 2018

Teatro


Chucho, una experiencia estética en un domingo de teatro

Pocas veces obtiene uno la satisfacción que todas las propuestas estéticas al fin y al cabo pretenden, porque eso es lo que pretenden todos los creadores de propuestas estéticas: que el espectador sienta, durante la percepción misma de la obra (teatro, pintura, cine, danza), una satisfacción que deviene, no tanto del placer (más o menos equívoco) en sí mismo cuanto de sentir lo que sólo puede ser proporcionado por la expresión coherente de una verdad. En cualquier caso soy consciente de que se trata ésta de una afirmación difícil en la medida en que el relativismo ha hecho del lenguaje un revolutum que, precisamente le ha venido de perlas a la Ideología Dominante del hoy.

Primero: el término satisfacción puede encontrarse relacionado con el placer pero también con el displacer, es decir, la satisfacción no necesariamente implica disfrute continuado (aunque podría haberlo y en mi caso lo hubo), sino una suerte de sensaciones contradictorias que son satisfactorias en la medida en la que responden a una verdad coherentemente expresada desde la propuesta estética. En realidad a esa coherencia le hemos llamado siempre Belleza, pero como bien sabemos este término es uno de los que lleva tiempo discriminado por sospechoso. Como el de verdad, inscrito en la misma frase inmediatamente anterior. Yo reivindico aquí, en la obra de teatro Chucho (vista ayer en un teatro alternativo y pequeño que suelo frecuentar), una belleza que se encontraría en la misma propuesta escénica y que responde a una verdad que siendo inevitablemente subjetiva ha sabido trascender esa nimiedad que es al fin y al cabo la subjetividad. Para eso ha estado siempre el arte, ¿no?, ¿para que a través de expresiones inevitablemente subjetivas se alcance una verdad trascendida por la belleza, que para uno no es sino una forma de llamar a la adecuación oportuna entre el texto o contenido (voluntad) y su adecuación (forma) en la propuesta.

Así, Chucho le ha proporcionado a uno una verdadera experiencia estética; la que se obtiene cuando todo cuadra: un texto inteligente, un tono interpretativo adecuado, un control de los tiempos mesurado, una escenografía casi inexistente (por innecesaria) y un montaje, en definitiva, en el que se ha hecho prevalecer una cierta sensatez. ¿Sensatez? Sí, sensatez, eso de lo que carecen la práctica totalidad de las barrocas propuestas estéticas que nos rodean por doquier desde hace ya unos años. Y no se trata de una defensa del minimalismo (Vs. Barroquismo), no, lo que en uno hay es más bien un rechazo contundente hacia todas esas producciones que se constituyen, organizan y proyectan para ideologizar al espectador, cada vez más adocenado precisamente por haber caído en la trampa del barroquismo ideologizador bienpensante.

Chucho se encuentra en otra dimensión debido, pues, a la verdad que hay en ella con independencia de su autoconsciencia, como sucede con toda verdadera obra de arte. Su sencillez no debe despistarnos y debemos agradecer el tono elegido en la interpretación que oscila hábilmente entre lo humorístico, lo cómico y lo dramático, pero sin abandonar nunca el aspecto humano que los personajes necesitan para poder suministrar pequeñas (las justas) identificaciones. Muchas de las obras de teatro que uno ha visto en los últimos años son insoportables por equivocar el tono de las interpretaciones respecto al texto concreto al que remiten, más allá de los propios textos que, en general, suelen adolecer de ingenuismos panfletarios. El auténtico mal del hoy, el de la ideologización sin arte ninguno.

lunes, septiembre 10, 2018

Donald Trump y Josep Ramoneda

La extrema derecha sube en Suecia como la espuma, como demuestran las elecciones de ayer. Como sube en Francia, Austria, etc., etc. Y Josep Ramoneda se enfada (tal y como veo en un periódico). Y los contertulios de todas las cadenas de TV y radio o balbucean o tartamudean. Todos. Como los políticos españoles todos.

Como son todos los que también se enfadan con Donald Trump, aunque ahí ya nadie tartamudea. Todos indignados y enfadados por su existencia en tanto que Presidente de EEUU. Y cuando digo todos ya no me refiero sólo a los españoles. Todo el mundo civilizado está indignado con Trump. Sin apercibirse de que Trump está ahí porque ganó las elecciones (lo que son millones de votos). Así, en vez de analizar... se enfurruñan, se quejan. Todos en la Europa civilizada. Sin tartamudear.

¿Acaso nadie es capaz de atisbar el porqué del ascenso de esta extraña derecha? ¿Nadie, de verdad? ¿Nadie capaz de saber algo acerca del porqué Trump ha llegado al Poder? ¿Acaso nadie con capacidad de decisión -política- ve Internet, en vez guiarse por los tradicionales medios de comunicación, todos ellos envenenados por la basura de la Corrección Política? Porque ni en librerías ni en periódicos ni en telediarios se dice absolutamente nada que no sea Políticamente Correcto. Nada.

Este blog lleva desde 2006* insistiendo de manera tan pertinaz como cansina de los peligros de la Corrección Política, que aquí se ha definido como el verdadero cáncer de las sociedades civilizadas contemporáneas. En EEUU es salvaje la coyuntura con las políticas identitarias y de género. La capacidad de humillar y vejar a "lo hegemónico" que tienen los que se autodenominan oprimidos es absolutamente desmesurada (en Internet está la información).

Y cada vez es mayor la vejación que sufrimos los varones aquí en España con la nefasta, perniciosa, canalla, antidemocrática e injusta Ley Integral de Violencia de Género. Que produce tantos cientos de miles de varones humillados y vejados sin compasión alguna. Y según nos dicen esto no ha hecho más que empezar. Como están acallados nadie se hace cargo... pero llegará un momento en que habrá elecciones... y los humillados tendrán que votar...

Nadie me podrá decir que este blog (que leen unas 70 personas: todo un éxito en 12 años), no lo lleva advirtiendo desde 2006. La Guerra de Sexos se ha convertido en una Guerra sin cuartel contra quienes no tienen derecho a la defensa y además se les niega la presunción de inocencia. La falta de verdadera Libertad de Expresión es absoluta.

Mientras los Lobbies de Presión campen a sus anchas (generando un negocio multimillonario para todos los suyos, que son todos los Medios de Comunicación tradicionales, Institutos de la Mujer, Concejalías corruptas y toda la clase política en general) y la Opinión Publicada (la suya) sea tan opuesta a la verdadera opinión pública el asunto irá de mal en peor. Y después la gente se enfadará o balbuceará cuando la "extrema" derecha comience a llegar al Poder, como pasó en EEUU. Y balbucearán sin llegar a decir nada.

Mucho ignorante y mucho cobarde es lo que hay.

*La primera mitad de este blog se encuentra sin etiquetar, así que en realidad hay muchos más artículos que se refieren a la corrección política, el feminismo, la guerra de sexos, etc., de los que apuntan las etiquetas. 

domingo, septiembre 09, 2018

Sin Arte II


Al hilo del último post

y al hilo de otros otros posts también recientes:

En algunos de los últimos posts ha intentado uno describir la situación en la que se encuentra “eso” (esa actividad, esa disciplina) que aún tantos se empeñan en seguir llamando arte. Vano empeño (de uno), el de convencer a alguien de la futilidad de su actitud si no está dispuesto a escuchar nada que le pueda contravenir. Porque cuando uno habla de la inexistencia del arte no habla uno ni de creadores ni de su producto, que de esos y eso cada vez hay más, lógicamente. Así, no habla uno de lo que los demás sobre-entienden (no sé por qué), sino de la inexistencia del arte por la inevitable imposibilidad de su existencia.

De hecho, cuando hago referencia a la inexistencia del arte ¡no me refiero nunca ni a los creadores ni al producto que generan! (que ahí están ellos en tanto que artistas y ahí está el producto mostrado en nombre del arte, insisto), cuanto a una situación, la actual, que resulta perfectamente incompatible con la idea del arte que paradójicamente defienden tanto esos mismos creadores como los intermediarios que pretenden hacer negocio con ellos -galeristas y comisarios. Una idea del arte que devenida del final del XVIII se encuentra ahora perfectamente periclitada por una FUERZA MAYOR, el “simple” paso del tiempo. En este caso además con el aliño de un cambio de ERA, de la Analógica a la Digital. Y repito: Harald Szeeman dio el pistoletazo de salida, Lehman Brothers el gran empujón y la Redes Sociales la estocada definitiva.

Harald Szeeman mostrando un Sistema que ya no contemplaba la linealidad histórica y mostrando por tanto la imposibilidad de historiar el producto/arte, que no es sino una forma de negar la posibilidad de la Historia del Arte ante el arte actual; una forma de negar la posibilidad de aplicar la Historia a las nuevas formas de entender y organizar ese producto/arte. El caso Lehman Brothers desvinculando de forma brutal el concepto arte del concepto futuro; fue la caída de Lehman Brotehers en tanto que provocadores privilegiados de la la Gran Crisis Mundial la que le extirpó al producto/arte esa condición sagrada que venía sostenida por un mercado absolutamente disparatado y mostrenco (2007). Y las Redes Sociales haciendo real la verdadera democratización del arte, algo en lo que el arte venía fracasando desde hacía más de 100 años; fueron las Redes Sociales las que realmente hicieron posible y verdadera esa ecuación que tanto excitaba a los elitistas “artistas”, que eran todos: Arte=Vida.

Una de las consecuencias más patéticas que se dan en esta desconcertante coyuntura es, lo hemos comentado en otras ocasiones, el apasionado AMOR que ha unido a los artistas y a las Instituciones. Un AMOR tan apasionado como inquebrantable. Así, los artistas hacen -crean- exactamente lo que a esas Instituciones les interesa. Y son felices todos comiendo perdices: ellos, los artistas, creyéndose libres pero trabajando duramente para el “único mercado” que verdaderamente les hace caso, el ideológico, y ellas, las Instituciones, usando a los artistas para limpiar sus trapos sucios y mostrar de paso una imagen comprometida. Porque no nos engañemos, no hay nada que ponga más cachondo a las Instituciones del hoy que mostrarse comprometidas y, ¡oh casualidad! nada hay que ponga más cachondos a los artistas del hoy que saberse comprometidos. El AMOR, pues. Otra cosa es ver qué pasa cuando entra en acción el interés de un artista por ganar dinero con su trabajo y otra cosa es también ver qué pasa cuando entran en acción (en el “otro mercado”) los brokers del arte y reivindican su tajada. Otra cosa porque es entonces cuando todo el mundo habla del poco interés que hay en la sociedad por el arte, y es cuando ya nadie habla de visitantes en las galerías y museos, sino de compradores, coleccionistas e inversores. La QUEJA.

En el último post hacía uno referencia al Festival Abierto Valencia, un evento creado por los galeristas profesionales con dos fines: revitalizar (sic) las ventas y culturizar (sic) al pueblo valenciano. Veamos lo que el El Cultural del ABC decían ayer 4 jóvenes galeristas con motivo de su Apertura, un evento creado en Madrid con las mismas intenciones que el de Valencia. Ante la pregunta “¿Cómo van a hacer sus presentaciones oficiales en este Apertura?” contestaban esto (y cito textual e íntegramente):

-P.C.:Presentaremos a Gabriela Bettini, artista de la galería desde sus inicios. Su Primavera silenciosa habla de diversidad, de ecología, de feminismo, con un componente político.
-N.M.: Nuestra apuesta será Cristina Ferrández. Campos de utopía se centra en los casquetes polares y habla de la fragilidad del paisaje.
-L.M.: Aquí desplegaremos el trabajo de Lecuona y Hernández, colectivo canario con el que comenzamos a trabajar. La exposición se llama Cuestiones vivas y se centra en lo identitario.
-C.D.: Barbara Hammer, histórica y pionera del cine experimental feminista. Será una muestra poco comercial.

La originalidad que emana de las propuestas artísticas es apabullante debido a su poca previsibilidad que se desprende de los temas elegidos. En cualquier caso si los artistas no vendieran siempre les quedará la Institución que sin duda los acogerá con las piernas abiertas. Y si las galerías no vendieran siempre les quedará la queja... y sus reuniones con las Instituciones... para ver si pillan algo.

Post Scriptum. Para entendernos no hay más remedio que llamar arte a eso que todos siguen llamando arte aún cuando la tesis sea que ya “no hay Arte” desde que éste se democratizara realmente a través de la existencia de las Redes Sociales.

viernes, agosto 10, 2018

Sin Arte


Se acerca la Gran Fiesta del Arte Valenciano. A falta de Feria, Fiesta: Abierto Valencia 2018, Fiesta inaugural de temporada de las galerías de arte valencianas. ¿Qué pensar de todo ello?

Todo el Arte de los dos últimos siglos hasta aproximadamente 2007 ha evolucionado y se ha desarrollado en base a los argumentos, a las teorías y a los discursos. Desde Hegel todo Producto Arte ha devenido, guste ahora o no, de una Teoría legitimadora que siempre ha tomado forma ideológica y absolutista: el Zeitgeist. O el progreso. Una Gran Teoría donde se han ido acurrucando pequeñas teorías subsidiarias: Adorno, Lukács, Plejánov, Antal, Hauser, Francastel, Panofsky y tantos otros... incluido el mismo Danto.

Lo que ha sucedido de unos años a esta parte (2007) es que esa forma de entendimiento del arte ha desaparecido. Harald Szeemann dio el pistoletazo de salida, Lehman Brothers el gran empujón y las redes sociales la estocada. El problema surge, pues, cuando no existiendo las condiciones para seguir siendo hegeliano hay quien se empeña en seguir siéndolo. Con las consiguientes previsibles y lógicas consecuencias, y la consiguiente inoportuna queja de todos: artistas, galeristas, directores de museos, comisarios... De todos, menos de los políticos, que son los grandes beneficiarios de los errores cometidos por tanta falta de conocimiento objetivo sobre el actual estado de las cosas. Y sobre el pasado. 

Para que pudiera irles bien -a los galeristas- en aquello de lo que se quejan deberían de ser conscientes al menos de que no existiendo las condiciones para seguir siendo hegeliano lo mejor es abandonar la idea. O mejor la Idea. Deberían, para empezar, dejar de cometer errores que además de garrafales resultan contraproducentes para todos (menos para los políticos, con los que, por cierto, les gusta tontear); así deberían aceptar y asumir:

-1. Que lo suyo se trata de un negocio y NO se un Servicio Cultural.
-2. Y que el producto que venden ya no representa ni siquiera el Espíritu de nuestra Época.

No aceptarlo es, precisamente, lo que les convierte primero en anacrónicos y segundo en obsoletos, al menos tal y como están planteados esos negocios.

Lo que resulta de alguna forma patético es que en un mundo donde ya hay muchos más nativos digitales que coleccionistas aún sigan publicitando el evento, su evento, con este espíritu benefactor decadente:

ABIERTO VALÈNCIA tiene como objetivo fundamental acercar el arte contemporáneo a la ciudadanía con una apuesta firme por la difusión de la cultura de una forma abierta y sencilla” (MAKMA)*. O la justificación de la propuesta ARCO Gallery Walk (hay que ser hortera): “el objetivo de hacer accesible la cultura para la ciudadanía”.

Y con el habitual aire grandilocuente:

Abierto Valencia convierte a València en la capital del arte contemporáneo y en cita ineludible para coleccionistas nacionales e internacionales”.

Ya será menos. Lo siento por los asociados de LaVAL pero creo que no son conscientes del paso del tiempo (como una anciana que se resiste a envejecer y se pintarrajea como un loro) ni parecen ser sabedores del cambio que se ha producido en la humanidad desde hace una década.

Podrían empezar a concienciarse de que hemos cambiado no de época sino de era; hemos pasado de una era hegeliana (marxista) a una era liberal (pero políticamente correcta); de una era fundamentalista (Una Historia) a una era relativista (historias múltiples); de una era analógica (galerías) a una era digital (red); de una era politizada a una era ideologizada; de una era de expertos (elitista) a una era de redes sociales (democrática); de una era literaria (expertos y letra escrita) a una era numérica y cuantitativa (likes); de una era inestable (política) a una era controlada (big data); de una era metafísica (a pesar de su empirismo racionalista) a una era nihilista (a pesar de su fe en la tecnología); de la era del Art in America a la era del Instagram; de la era del Arte (la Idea) a la era del arte (las artes).

Así: ¡ya no hay posibilidad de usar el concepto FUTURO en las ventas!, argumento favorito de la era pretérita y que tantos fraudes ha permitido. Eso es algo que ha quedado exclusivamente adscrito a la tecnología. Y además, los argumento de las ventas sólo pueden estar fundamentados en trivialidades (como el gusto o algo similar). Se siente. Ya no queda otra en un mundo realmente democratizado en lo que concierne a la imagen. Si lo que en última instancia (y en primera) quieren los galeristas es revitalizar (sic) las ventas lo mejor que pueden hacer es abandonar la Idea y sustituirla por nuevas estrategias.

¡Claro que seguirá habiendo galerías de arte que funcionen bien económicamente, pero ahora más que nunca serán solo aquellas que trabajen con coleccionistas superpoderosos, o con narcotraficantes, o con traficantes de armas de alto nivel, o con brokers desalmados, etc., tal y como lo hacen las mejores galerías del mundo, que por algo se mantienen y son las mejores! ¡Y claro que seguirá habiendo Grandes Ferias “Basel”, pero para dar servicio sólo a los -galeristas- que son capaces de llegar a ellas! El resto, en un mundo sin Arte pero con mucho arte, se tendrá que conformar con migajas. No hay otra si lo que quieren los galeristas es dinero y además estatus. Si lo que quieren es sólo dinero aún están a tiempo de inventarse algo.

Anécdota: El bueno de Manolo Escobar de hecho no sólo perdió su carro, sino mucho dinero “gracias” al arte, pobrecillo y que en paz descanse. Cuando quiso vender el 90 % de una colección que había sido adquirida comprando a galeristas que le aseguraban la inversión (futuro) no encontró a nadie, no ya que le diera lo que se gastó, sino que le diera siquiera algo. Nada es exactamente lo que le daban por el 90 % de su colección. El otro 10 % de obra coleccionada que no quiso vender el bueno de Manolo se correspondió, en mayor o menor medida, con un cierto éxito de las compras en tanto que inversión, pero ni en el caso de que las hubiera conseguido vender (cosa improbable por extremadamente difícil) habría ganado dinero, pues habría que descontar los costes del fracaso del 90 %. Y eso en los tiempos donde aún tenía cierto sentido coleccionar, pues la gente tenía casas y por tanto... ¡paredes! Ahora no hay nativo digital que no sea plenamente consciente de su circunstancialidad laboral, sexual, económica y en definitiva vital. 

*Todos los entrecomillados están extraídos de una artículo publicado en MAKMA, pero yo estoy hecho un lío con el nuevo periodismo; ya no sé si los textos firmados por la propia revista los ha escrito un colaborador de la misma o son textos realizados por los mismos “anunciantes”. En cualquier caso es igual para los efectos.

miércoles, agosto 08, 2018

¿Casualidades?


Cada uno elige cómo cuidarse. Y no siempre la elección de uno es coincidente con placer alguno. El ejercicio físico es para mí como un dolor de muelas, algo absolutamente innecesario. Pero el caso es que uno debe hacerlo por prescripción facultativa, para no morirse ya, según los médicos, tal es la tesitura. Así que no hay elección. Lo hago por obligación y a desgana, pero lo hago. El único aspecto positivo que puedo encontrarle, haciendo un esfuerzo, es el horario al que le dedico ese ejercicio, un horario que de alguna manera lo oniriza, si es que tal término existe.

Hace un año.
Hace un año salí, como de costumbre, a hacer ejercicio a primera hora de la mañana. Como la idea es hacerlo siempre de noche, la hora elegida para salir es la hora que me permite acabarlo antes del amanecer (si esa hora es las 6,30, pues las 6,30, pero si es la 5,15, pues la 5,15, depende de la estación). Así, una de las características que definen mi experiencia del ejercicio es la del vacío humano, ya sea en la ciudad durante todo el año, ya sea, sobre todo, en los derredores más campestres del apartamento playero. Me cruzo con muy poca gente. Muy poca. Aquí en Jávea puedo cruzarme durante todo mi trayecto con una media de entre uno y tres coches, y desde luego con ningún viandante. Bueno, algún insomne paseando el perro, algún día...

A lo que iba: hace un año salí, como de costumbre, a recorrer mi trayecto habitual de una hora. Tardo aproximadamente 6 minutos en salir de la pequeña urbe para adentrarme en lo que es el grueso del trayecto, una carretera de periferia que comunica chalets aislados. Una carretera oscura y silenciosa. E intransitada, como digo, a esas horas. Hay un tramo en ese trayecto, de unos 150 metros de longitud, que contiene una peculiaridad, y es que carece de vías de escape por encontrarse encajada la carretera en entre un muro de piedra natural y un no arcén, o mejor, un mini-arcén de 30 cm. Pasar por ahí a esas horas no debería entrañar ningún peligro debido, precisamente a la carencia de tráfico. Al parecer y en pricipio. Aunque, debo reconocerlo, cuando he tenido que compartir espacio con algún vehículo en ese tramo siempre me ha sobrevenido una cierta inquietud, lógica por otra parte, pues además de ser estrecho y oscuro, hay que contar con otro factor: en un sitio de veraneo y a esas horas de la noche/mañana la mayoría de conductores van ebrios de vuelta a casa. Con todo lo dicho ya puedo afirmar que era del todo imprevisible, por improbable, que pasara lo que me pasó: y es que coincidiéramos ¡en el mismo momento y alineados! dos coches y yo, lo que me obligó a situarme en ese pequeño arcén de 30 cm y aún así verme rozado por uno de los coches (coches por cierto que apenas disminuyeron la velocidad). Cualquier mínimo despiste de cualquiera de los 3 habría ocasionado un desastre.

Hoy mismo
Debido a ciertas nocturnidades hoy no he podido evitar retrasarme respecto a mis hábitos horarios; he preferido salir a hacer ejercicio algo más tarde de lo habitual que no salir. Por tanto, ha comenzado a amanecer cuando llevaba dos tercios del recorrido ya hecho, nadie es perfecto. La cosa es que en un momento dado diviso a gente que viene en sentido contrario. No distingo bien de lejos pero conforme se van acercando comienzo a matizar. Viene una mujer por mi lado de la carretera -izquierdo- que es el sentido por donde vienen los coches frontalmente, y a su misma altura vienen otras dos mujeres que además llevan con correa a un perrito que juguetea por la línea continua de la misma carretera. Su paso es lento pero continuado. En una de las múltiples curvas aparece un coche pero debido a la poca luz no distingo bien las distancias (y yo voy sin gafas para estos menesteres), todo sucede en unos instantes: el coche viene de cara, yo me ajusto a la mujer que viene de frente porque veo que el coche no se abre. Las otras dos mujeres con perrito no hacen ni el más mínimo amago de recogerse hacia su lado y el perrito es un inconsciente (?) que permanece ajeno a todo, el pobre no sabe ni que está en una carretera. El caso es que el coche, en contra de toda previsión, no se aparta lo suficiente y pasa a un palmo de mí proporcionándome un mal momento. Un factor imprevisible se ha sumado a la circunstancia. Así, el coche no se ha abierto más porque en ese mismo punto y en ese mismo instante, se ha alineado con todos nosotros un ciclista que yo no había visto ni oído. De tal forma que el coche ha tenido que pasar entre el hueco que le hemos dejado el perrito y yo, rozándonos a los dos. Éramos 6 vidas (y repito, llevo años haciendo este recorrido y apenas me he cruzado con viandantes) alineadas en una carretera donde seguramente tardará una hora en pasar alguien, alguien aislado y solo. A mí aún me resuena el zumbido del coche en la oreja. Y todo por no morirse ya.

martes, agosto 07, 2018

Vendrán más años y nos harán más ciegos


O: Y aún dicen que el pescado es caro


Llegamos sobre la hora prevista y pactada. Se trataba de llegar a la cena con un poco de margen de tiempo por delante para poder charlar con tranquilidad antes de la misma, y por qué no, porque tampoco ninguno de nosotros (?) somos demasiado nocturnos. Acudíamos mi pareja y yo al chaletito de un matrimonio con una hija de 7 años. Él es amigo mío desde hace exactamente 31 años y a su mujer la conozco desde hace 13, los años que hace que se casó. No los veía desde hacía casi un año y mi pareja no los conocía.

Como era de prever la niña acapara una cierta atención de mi pareja. Algo de alguna manera lógico en la medida en que mi pareja tiene una hija que no hace tanto tenía la misma edad de la hija de mis amigos.

Nos sentamos en la mesa a cenar los cinco, y la niña sigue siendo el centro de atención de 4 adultos que en principio tienen muchas cosas que decirse, muchas cosas que descubrirse. Creo. Ahora, pues, entiendo menos la exagerada atención a la niña. Toda conversación se intenta hacer extensiva a la niña, pobrecita. Ella se siente bien, claro, es la protagonista de unas conversaciones que a veces entiende y otras, la mayoría, no, pero siempre es consultada, siempre atendida, pobrecita. Se hacen apartes entre nosotros pero late en toda la cena la necesidad de mostrarle a la niña interés por su presencia ¡y hasta por su pensamiento!, pobrecita. Pero a la niña le resulta insuficiente. Lógico por otra parte. Y razonable. Y es entonces cuando le pide al padre su teléfono para jugar con él en la mesa. El padre le dice que no, que su teléfono no, pero la niña hace oídos sordos y se levante de la mesa. El padre le insiste, "con mi teléfono no". La niña regresa con él, lo toquetea y pide la clave para entrar. La madre se lo coge de la mano para intentar abrirlo, pero la niña dice “no, sólo lo puede abrir el papá”. El padre, que se encuentra en plena conversación conmigo coge el teléfono como un autómata e introduce la clave, la niña se lo arranca de las manos y se queja de no tener los juegos que le apetecen. Así la niña: “voy a descargarme un juego papi”. Así el padre: “no, P, no que el papá no quiere aplicaciones en el teléfono”. La niña se lo descarga. Empieza a jugar a un ruidoso juego y los padres le llaman la atención. La niña hace caso omiso; incluso llega a decir que no sabe bajar el volumen. Al final hay que ponerse serio. Es igual, ya se ha cansado y lo ha soltado. Ahora quiere desatar a los perros, que han sido atados precisamente para que no nos dieran la cena, son perros agrestes que viven en el campo y no están muy educados. Los padres se lo niegan... durante unos... segundos, pero la madre le dice “vale, ve y desátalos”. La niña sale disparada y contenta mientras la madre dice “pobrecita, es que le gustan mucho los animales y sufre si están atados”. Llegan los perros en una estampida. Comienzan los gritos de mis amigos para intentar mantenerlos a raya. Imposible Se acercan, babean, lengüetean, se arriman y demandan comida. Imposible. La niña, pobrecita, se abalanza sobre ellos y los abraza; los acaricia y los vuelve a abrazar. “Pobrecita”. El padre le dice que ahora tendrá que lavarse las manos si quiere volver a sentarse. Ella ni lo mira. Mi pareja le da conversación, los perros están al acecho, de repente uno de ellos se impulsa contra la mesa supletoria engancha unas viandas y sale escapado. La mujer de mi amigo sale tras él cagándose en sus muertos y al rato llega con una esterilla de comida destrozada por las mandíbulas del animal. Cuando la cosa parecía haber llegado al límite y con el goce de la niña en su punto de clímax exclama “me aburro”. A los tres adultos que me acompañan parece afectarles la frase de la niña, pobrecita. Claro, pobrecita, una niña entre 4 adultos... Yo, sin embargo me digo a mí mismo para mis adentros “¿que te aburres... desde cuándo?”. “Pues podrías bañarte en la piscina” dice el ocurrente padre. Pensado y hecho, la madre le pone el bañador y ale. Pero la niña no contaba con que dentro de la piscina no sería la reina de la noche, así que en unos minutos estaba envuelta en la toalla. Al cabo de un rato mi pareja y yo nos despedimos de elllos y nos vamos. Ya en el coche me hace dos observaciones, una en forma de afirmación y otra en forma de pregunta; afirmación: “qué bien me ha caído la niña, es estupenda, desde que la he conocido me he dado cuenta de que es especial; hemos conectado enseguida”. Pregunta: “¿Has estado bien esta noche?, es que te he visto poco hablador.

Mutatis mutandi. Me encuentro de veraneo en una apartamento con mis sobrinos de 18 año. Uno de ellos se tira en la cama después de la comida, 3,30 h., con el teléfono firmemente agarrado por ambas manos. Yo me pongo a leer y a escribir. Me levanto varias veces, unas para beber, otras para evacuar y otras por simple curiosidad. Dan la 8, 30 h. y mi sobrino permanece con el teléfono empotrado en su pecho y a dos palmos de su cara, como una estatua de sal. Mientras me arreglo para salir le pregunto si quiere venirse conmigo a tomar algo, pero me dice que no, que ha quedado con un amigo; de hecho se baja en el ascensor conmigo para encontrase con él. A mi regreso me lo encuentro en la cama en la misma posición en la que ha estado 5 horas seguidas abrazado a su artefacto. Con el artefacto, claro.

domingo, agosto 05, 2018

Ideología y estupidez


Ideología y estupidez

O ¿Por qué a todos los artistas les pone tan cahondos ideologizar su discurso?

Resulta curiosa la facilidad con la que los artistas -de la farándula- se empeñan en politizarlo todo en sus declaraciones públicas; resulta curiosa la urgencia con la que los artistas, todos, necesitan posicionarse ideológicamente cuando expresan su opinión públicamente. Hablen de lo que hablen en las entrevistas (o en la recogida de premios en Festivales de Cine) lo que siempre parece apremiarles es la necesidad de dejar clara la nobleza de su corazón, la pureza de su ser de luz. Así, siempre que un artista es entrevistado o conminado a hablar para un medio público acaba siempre por derivar su discurso hacia la reivindicación con un compromiso social, la lucha contra la desigualdad (sic)... Y cuando el partido que gobierna no es de izquierdas entonces su discurso acaba incluyendo el éxtasis verborreico que provoca el puro goce e el entrevistado o del declarador.

Pero ¿por qué a todos los artistas les pone tan cachondos ideologizar su discurso? Pues fundamentalmente porque son imbéciles. O estúpidos, no sé muy bien. Tampoco sé muy bien si esto les pasa sólo a los artistas, pero el caso es que a todos ellos les pasa. O quizá se deba al periodismo del hoy, tan corrupto y ponzoñoso. Podría en todo caso haber dos tipos de artistas: los que acaban ideologizando su discurso porque saben que eso es lo que se espera de ellos en los medios y en los receptores de esos medios, y los que se creen verdaderamente seres de luz. No sé aún cuál de los dos tipos es más imbécil. Lo que sin embargo sí está claro es que la Segunda Ley de Las Leyes fundamentales de la Estupidez Humana (Cipolla) es la Ley favorita de los artistas, que son esos seres que pueden acometer el ejercicio de su profesión con auténtica sensibilidad y maestría siendo, al mismo tiempo, unos perfectos estúpidos. Al menos la gran mayoría de los que hacen declaraciones públicas.

Hace poco la comparsa del Gran Wyoming Sandra Sabatés entrevistaba a Itziar Castro, la actriz que estuvo nominada este último año a la mejor actriz revelación y a la que desde hace un tiempo a esta parte no le hace falta trabajo.

Pregunta la circunspecta Sandra Sabatés a la oronda Itziar, ¿Tener una XXL te ha limitado en una profesión que vive de la imagen?

Aquí ya sabemos por dónde quiere ir la Sabatés, que no es otro sitio que por la bronca, la queja, la reivindicación, la lucha, la opresión, el victimismo, el machismo, el patriarcalismo, etc., ya saben ustedes. ¿Y todo esto -se podría argüir en mi contra- lo sabes ya a partir de una pregunta tan inocua o tan elemental? Por supuesto; no hace falta ni un ápice de susceptibilidad para saber por dónde va el periodismo de hoy en día, tan vinculado a la Corrección Política y sus derivados. Nada en el periodismo de hoy es ni ingenuo ni casual ni inocuo. Y todo va encaminado hacia lo mismo. De hecho la pregunta es ciertamente improcedente, si no imbécil, cuando a quien está entrevistando no es a una gorda que reclama lo que le es negado por gorda, sino a una triunfadora. En cualquier caso, ya digo, en la pregunta ya venía implícita una cierta intención pues resulta a todas luces falso que una profesión -en este caso la del cine- viva de la imagen, e igual de falso que los representantes de esa profesión lo hagan. La lista de actores y actrices poco agraciados físicamente y con éxito (debido a los personajes o las mismas extraordinarias interpretaciones) es ilimitada. Es más, son precisamente quienes se empeñan en hacer distinciones entre guapos y feos, para hablar de discriminación, los que verdaderamente acaban generando un problema (de discriminación) donde no lo había. Son cosas de la Corrección Política, que con lo que se pone cachonda de verdad es con la existencia de problemas. Por eso su esfuerzo va siempre encaminado o a generarlos donde no los hay o a no permitir que se solucionen nunca. Lo que les pone cachondos a los resentidos es la lucha, sólo la lucha. O sea, la existencia del problema.

Las respuesta de Itziar es, en cualquier caso, tan fantástica como clarificadora... ¡a pesar de las intenciones de ambas!

Es como un pez que se muerde la cola o un arma de doble filo; es cierto que hay más personajes a los que no puedo acceder porque si en el guión no pone gorda no me suelen llamar, pero también he tenido suerte porque por el hecho de que pusiera gorda me han llamado a mí porque hay menos actrices de mi perfil y entonces he accedido a papeles diferentes, a películas de terror , a películas dramáticas, como Blancanieves, y he trabajado con Peter Greeneway y he hecho una versatilidad o un abanico de posibilidades diferentes, pero sí que es cierto que si no pone gorda es muy probable que no me llamen”.

[Aquí he de hacer un pequeño paréntesis porque hay algo en este final de respuesta que si no se ve en el audiovisual no se llega a percibir. El tono con el que hace su última afirmación casi que podría ser el que se correspondiera con una queja absoluta: la de fíjate hasta qué punto es canalla (hijo de puta) el sistema que si no llego a estar gorda no me llaman. Sé, sé que carece de sentido este tono de queja en esta afirmación por la contradicción profunda que conlleva, pero la cosa es así. Tienen tanta ganas de quejarse que se les va la olla y muestran su verdadera cara, la del odio, la del rencor, la de la violencia, en definitiva la de su goce, porque en eso está la mujer del hoy: en el puro goce delirante que le viene ante la exigencia de un empoderamiento necesario. De ahí que se haga un verdadero lío cuando intenta responder a una pregunta que asocia la obesidad a lo nada saludable. La pobre Itziar no sabe por dónde salir y acaba diciendo que de momento va a posponer cualquier tipo de dieta. Aquí podemos observar el porqué hoy en día resulta más más rentable ser "diferente" que "normal", de hecho la buena de Itziar no quiere adelgazar, eso es al menos lo que dice, y que por eso aplaza cualquier tipo de dieta. Pero sin dejar de quejarse por su doble discriminación (mujer y gorda), de hecho en todas sus entrevistas aprovecha para hablar de "gordofobia" cuando en realidad todos sabemos que siempre habrá trols y haters en la red pero que no dejan de ser una pandilla escuálida que resulta despreciable a lado de lo que piensan sus compañeros de profesión y la mayoría de espectadores sensatos, que son los únicos que al fin y al cabo importan. Por 4 desgraciados, alguien encuentra necesario, una vez más, llenarse la boca de desprecios que incluye a todos los varones, pues son los varones los que en última instancia aparecen como responsables y culpables de una sociedad corrompida por el heteropatriarcalismo machista]

Voy a intercalar ahora mis pensamientos entre los suspiros quejumbrosos de quien, por estar en el ajo, no puede dar puntada sin hilo, aún cuando los hechos se encuentren en contra ("arma de doble filo") de sus previsibles argumentos ideologizados. Responde, pues, Itziar con mucha seguridad:

Es como un pez que se muerde la cola o un arma de doble filo...

¿Qué?, ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Te ha limitado, sí o no?

...es cierto que hay más personajes a los que no puedo acceder...

Claro, como cualquier actor o actriz que no cumple los requisitos del personaje, por no hablar de quienes no pueden acceder a ninguno porque están en al paro desde que acabaron la carrera de Arte Dramático. O bien porque no tienen contactos o bien por lo que sea. O sí los cumple pero no ha contado con la suerte, tu suerte, amiga.

...porque si en el guión no pone gorda no me suelen llamar...

Como tampoco llaman a un actor adolescente para hacer de jubilado. ¡Y aún que te llaman (“no me suelen llamar”)!, que a muchas actrices guapas no las llaman ni para hacer de guapas.

...pero también he tenido suerte porque por el hecho de que pusiera gorda me han llamado a mí porque hay menos actrices de mi perfil...

Así que te han llamado por lo que eres, que es lo que pones en tu perfil. ¿Cuál sería la queja entonces? Por lo menos te han llamado, algo que no pueden decir, las pelirrojas (en paro y esperando castings), las guapas (en paro...), las bajitas (en paro...) o las colombianas (en paro...), que no estaban gordas cuando se requería un papel de gorda.

...y entonces he accedido a papeles diferentes, a películas de terror , a películas dramáticas, como Blancanieves, y he trabajado con Peter Greeneway y he hecho una versatilidad o un abanico de posibilidades diferentes, pero sí que es cierto que si no pone gorda es muy probable que no me llamen”.

Es decir, todo se lo debe al hecho de estar gorda. Si hubiera sido esbelta, guapa y políglota no la habrían llamado. Y en efecto, hay muchas mujeres perjudicadas cuando las necesidades del ciertos guiones requieren una gorda, muchas; esbeltas, guapas, políglotas... Algo que en el fondo disturba a la periodista que no parece hacerle mucha gracia que Itziar muestre tanto agradecimiento a su estado y se le escape, casi sin querer, tanta alegre vitalidad. De hecho hace oídos sordos y continúa con aquello para lo que ha sido adiestrada, que es gozar (y hacer gozar) con la queja victimista (que en última instancia se legitima ante la opresión machista heteropatriarcal) y por ello no se dirige a la Itziar actriz y prefiere dirigirse a Itziar la gorda: “En algún momento te has planteado dejarlo y dedicarte a algo que no dependa de la imagen?

Que no imbécil, que no, que no te has enterado de nada; que Itziar está viviendo su momento de gloria, que no le falta trabajo y que ya no sabe por dónde tirar en tu entrevista oscura y malediciente. Lo que no quita para que Itziar también se encuentre en el ajo debido a los dividendos que produce a todos los niveles. Resulta muy guay, muy cool y muy rentable ser mujer y muy víctima. Aún cuando te vaya muy bien.

De hecho la comprometida Sabatés pregunta ¿Qué es lo más fuerte, lo más duro que has tenido que escuchar por tu físico?”. Ante lo que la dispuesta pero algo consternada (no se esperaba una pregunta tan innecesaria y estúpida) Itziar responde “Lo más duro fue, yendo con mi hijastra, tener que escuchar a un vecino conduciendo decir ¡gorda, cómete un no sé qué!, cómete unos donuts...”, y acto seguido cuenta que su hijastra se quedó sorprendida ante el insulto hasta el punto de preguntarle, y que ella tuvo que explicárselo: me insultan por “ser diferente”. Así, eso es lo más fuerte y lo más duro que ha tenido que escuchar por ser gorda: y vino de ¡un vecino... que estaba conduciendo!

A punto de acabar la entrevista la Sabatés vuelve a la carga: “las actrices denunciáis la brecha salarial respecto a los actores que muchas veces obtienen los mejores papeles, los protagonistas acaban siendo para los hombres o que incluso a medida que vais envejeciendo cada vez os llaman menos”.

Que no Sabatés, que no, que los emolumentos de cada actor y de cada actriz los marca el mercado. Carmen Machi (¿es guapa o fea? porque lo que sí es, es una gran actriz) cobra más que una actriz jovencita advenediza aún cuando el papel de Machi pudiera ser más exiguo, pero lo que en última instancia cobra Carmen Machi es lo que una productora está dispuesta a pagar en función de sus presupuestos y sus expectativas. Y punto. Y puede que lo que cobre Carmen Machi por un papel protagonista en una determinada película sea mucho más que lo que podrían cobrar el varón protagonista de otra. Porque todo depende de muchos factores. Y lo de que los varones se llevan los mejores papeles, nada, monada. ¿O es que no ves ni cine ni series?

Tampoco Itziar deja de aprovechar las circunstancias políticamente correctas para sacarles partido. De hecho éste fue el titular y subtitular de un artículo/entrevista publicado en el periódico El Mundo y la respuesta a una de las preguntas. Recorto y pego:

Itziar Castro, nominada a un Goya, alerta sobre la 'gordofobia' en el cine

En su encuentro con LOC, la actriz de 'Pieles' también hace una llamada de atención a la industria audiovisual para que cambie "la perspectiva".

¿Nota esta 'gordofobia' a la hora de conseguir un papel en un casting?

En este país aún nos queda mucho por hacer. Faltan muchas series o proyectos a nivel audiovisual donde se vean mujeres diferentes, como pasa, por ejemplo, en 'American Horror Story'... Aquí pasa en 'Vis a Vis', pero más allá... - Es una cuestión de intentar cambiar la perspectiva.

Definitivamente aquí nadie ve ni cine ni series; ni los periodistas ni los propios actores: merluzos de idea fija. Ignorantes o resentidos. ¿Industria audiovisual? ¿Quienes son los responsables canallas de esa industria a la que hay que cambiarle la perspectiva? ¿Como hacerlo? ¿Obligando a los guionistas a introducir mujeres “diferentes”? Hay que joderse.

domingo, julio 08, 2018

De la Ideología y el arte: política


El mundo de los Museos de Arte Contemporáneo, quiero decir, el de la necesidad de su existencia y el de su gestión, es complejo asunto. Tanto es así que los medios de comunicación sólo se hacen eco de lo que en esa materia dicen los -considerados- expertos en arte.

Y si ha habido algún experto en arte que en su momento mantuviera una vehemente y clara ofensiva en contra de ellos, los Museos de Arte Contemporáneo, ese es sin duda el actual director del IVAM. En efecto, resulta difícil encontrar alegatos/panfletos que de forma tan elocuente como categórica mostraran un claro rechazo hacia dos aspectos nada menores de ese mundo del que se nos presenta como experto; dos: el del Museo, los Museos de Arte Contemporáneo, en tanto que contenedores ideologizados y alienadores, y el de los Patrocinadores Privados de Arte.

Efectivamente, en su artículo “Significación ideológica del mezenazgo y de los museos de arte contemporáneo” (en Reflexiones sobre la crítica de arte, Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana), nuestro actual director del IVAM no hacía otra cosa que dejar negro sobre blanco lo que en su vida de intelectual activista proponía fervientemente a principios de los noventa. Al menos sobre esos dos asuntos.

Para nuestro actual director del IVAM los Museos no son más que dispositivos fuertemente ideologizados para inculcar una alienadora -y falsa- idea del arte; así, templos sacrosantos mitificadores y mistificadores cuyas formas de actuación sólo tienen un objetivo, perpetuar esa alienadora -y falsa- idea del arte... desligada, claro está, de la verdadera experiencia humana, la que se encuentra en la calle, y si no exactamente en la calle sí en cualquier otro sitio que precisamente no sea un Museo de Arte Contemporáneo. El arte no es algo sagrado, por lo que no admite bajo ningún concepto un espacio/contenedor (para él ya fuertemente ideologizado desde la estética arquitectónica) que muestre, ni las obras que se imponen desde la Institución que los rige (siempre al servicio de la ideología dominante), ni por supuesto esas que se hacen para identificar el arte con la vida. Para nuestro ínclito director, todo arte emanado desde el (un) Museo en tanto que Institución no puede ser otra cosa que una forma de legitimación que ayuda a perpetuar el mismo discurso que justifica esa producción que nos ofrece. En fin, el demoni.

Por eso está tan de acuerdo con Gertrude Stein cuando decía “Ningún museo puede ser moderno”, y por eso se hacía estas preguntas en el citado texto: “¿Por qué construir un edificio (separado, único, exclusivo) para contener las obras de arte? ¿no habrá otros medios de comunicación y relación espectador-obra de arte más adecuados y más relacionados con el entorno físico y cultural del lugar geográfico específico? ¿Cómo hacer para que cada obra sea particular, individual y se inserte en su especificidad contextual?”. Y por eso continúa: “Si nos fijamos, el Museo está basado en una idea, procedente del siglo XIX (época en la cual nacieron los museos), idealista del arte, dado que su principal función: conservar, considera el arte como algo eterno”.

Así, el autor rechaza las museos: “El museo conmemora, sacraliza, celebra la memoria o el genio. Se propone como templo del arte y del conocimiento. Produciendo el conocimiento del arte el museo tiende a valorizarse a sí mismo: él se crea sobre y a través del conocimiento que él mismo a contribuido a crear”. Antes de continuar un dato: justo en esa época de pleno activismo revolucionario le ofrecieron la dirección del Museo de Arte Contemporáneo de Castellón. Seguramente para no verse muy traicionado ni por su conciencia ni por sus enérgicos alegatos lo aceptó, pero cambiando el nombre de Museo por el de Espacio. Ay la conciencia...

Después está el asunto de los mecenas o patrocinadores. Ahí, el bueno de nuestro director es tanto o más radical que en el asunto anterior. Toda inversión en arte realizada por de las grandes empresas, viene a decir, no es sino una forma de perversión que conduce al arte, en última instancia, a la autocensura (“con la implicación de grandes compañías en el mundo del arte se está generalizando una amplia autocensura”). No carece de lógica su argumento, pues como todos sabemos quien paga manda. El citado texto está plagado de datos que demuestran cómo las grandes empresas inversoras en arte lo son, en principio y fundamentalmente, a beneficio propio (sic). “Parece evidente -apunta- que el mercado se ha convertido en el principal organizador de la vida artística” (sic).

Por todo ello resulta como mínimo curiosa, ahora (?), la actitud del actual director de uno de los más prestigiosos Museos de Arte Contemporáneo del Mundo. En su reciente entrevista aparecida en la revista de papel MAKMA parece amar a los coleccionistas/mecenas/patrocinadores/inversores, pero no igual a todos. Ama mucho más a los que más ponen. En y para su proyecto, claro, el proyecto de dirigir un Museo de Arte Contemporáneo clara e inevitablemente ideologizado, ¿no?

Ante la pregunta del entrevistador Salva Torres “¿El IVAM, como museo público, se enfrenta al auge (sic) de la iniciativa privada por dejadez de las instituciones públicas en relación con la cultura?”, nuestro asertivo director responde “Que quede claro, si alguien se gasta dinero en comprar arte, muchísimo mejor que si se lo gasta en un yate” (sic). Siendo ese Coleccionista Privado potencial -o fáctico- quien después, ya con una gran colección, será bien visto por él, el Director del Museo, sí y sólo sí, cede su obra al Museo o aporta grandes sumas de dinero al mismo: “De manera que yo amor al arte, todo, pero soy del amor al arte de Soledad Lorenzo, que cede su obra al Reina Sofía, de Martínez Guerricabetia, que cede su obra a la Universidad de valencia, de los coleccionistas americanos que dan 200 millones de dólares [y lo repite], 200 millones de dólares, para la ampliación del MoMA. Yo soy de esos”. Pocos ascos, pues a los Coleccionistas Privados (Grandes Empresarios) con independencia de cuál sea el lugar de procedencia de las fortunas que les han permitido ser coleccionistas. Y no me refiero a los por él citados, por supuesto, sino a los que debido a una iluminación cambien su fea costumbre de comprar yates por la humanitaria de ponerse al servicio de la ideología dominante. Poniendo, pues y en cualquier caso, que es lo que verdaderamente importa.

Curioso, insisto, porque no tengo nada en contra de quienes cambian de opinión, pero algo me resulta sospechoso cuando en la “nueva opinión” de alguien hay algo que niega contundentemente  todo un pasado de activismo revolucionario basado, precisamente, en la confrontación con lo que ahora acepta no sólo con normalidad sino con ansiosa satisfacción. Es como si un político en ciernes dijera que sólo pueden gobernar políticos que vivan en barrios periféricos y que acudan en metro al centro, y una vez consolidado como político se comprara un chaletazo en una urbanización de ricos con una piscina que pareciera salida de un cuento de Los Pitufos. Lo mismo.

No sé, pero el caso es que quien hace unos días despotricaba de los museos y su inevitable ideologización -devastadora y alienadora- ahora pide más espacio contenedor y por eso propone una ampliación, “porque el IVAM necesita otros espacios”.

Notas. 1.Para más información puede revisarse el folleto publicado por el IVAM “Hazte amiga hazte amigo del IVAM”, en donde se distinguen tres categorías jerárquicamente de menor a mayor (por aportación económica): Amig@s del IVAM, Miembros de honor y Patrocinadores del IVAM. 2.Resulta que ahora la mejor parte de la Colección del IVAM es, para todo el mundo (incluso para quien entonces se declaraba anti-formalista puro), la que se acometió con el Director más formalista de todos los que han pasado por el Museo: José Manuel Bonet. No deja de tener su gracia.




martes, julio 03, 2018

Aclaración al post anterior



Un par de personas me han dicho que no han entendido muy bien el post anterior. Tiene su lógica si presuponemos que no se sabe quiénes son los personajes protagonistas de la fotografía. Una fotografía que habría sido absolutamente impensable hace unos pocos años. A nadie, digo, a nadie, se le habría ocurrido que para informar de una exposición de arte se podía poner en prensa una fotografía con 4 políticos. Hace unos pocos años les habría parecido, a todos los artistas (implicados o no en la exposición), una autentica aberración el que los políticos ocuparan la fotografía que informaba de una exposición colectiva. Pero ahí están ellos, orgullosos... con sus medallas dentífricas, dejando claro que detrás de ellos hay una de esa obras realizada por un artista/súbdito, casi anónimo.

Nota. Cuando digo 4 políticos no se me escapa que habrá quien sólo vea 2 y que, quizá alguien un poco más avispado vea sólo 3. Pero la realidad es que todo director de un Museo es, en este mundo hiperideologizado y configurado por los poderes fácticos coyunturales, un político puro. Como lo es todo comisario desde que el arte perdió su mayúscula, es decir, desde que el arte fuera definitivamente fagocitado por la Institucion.
Para más información ver siguiente post.

jueves, junio 21, 2018

Una fotografía tan significativa como definitoria


Aún hay gente que cree que la realidad es algo distinto de aquello a lo que nos confrontamos de forma directa. Y por tanto son muchos, pero muchos, los que creen que la realidad es eso sobre lo que -ellos mismos- proyectan su deseo. O dicho de otra forma, son muchos los que ignoran que la realidad son los textos que nos definen y configuran en tanto que seres humanos; muchos los que ignoran que no somos sino puro texto. El ser humano se narra -a sí mismo- en su inevitable angustia ante el fatídico hecho de la muerte. Así, los textos no son otra cosa que aquello que configura nuestro anclaje en un mundo sin sentido; son los textos (las narraciones, las fotos, los acontecimientos, las novelas, las películas, los objetos e incluso los mismos sujetos en tanto que figuraciones “construidas”) lo único con lo que contamos para explicarnos a nosotros mismos, lo único que hay y por tanto lo único que “sirve” para conferirnos un cierto sentido. Es a los textos a lo único que podemos recurrir para saber algo de nosotros.

Pero son muchos, pero muchos, los que creen que la realidad es eso sobre lo que -ellos mismos- proyectan su deseo, de tal forma que asignan a la realidad unas cualidades puramente fantasiosas. Y por ello viven en una realidad límbica, ilusoria.

Así, por ejemplo y tal como apuntábamos en el post anterior, son muchos, pero muchos, los que elaboran productos en nombre del Arte sin haberse percatado de que ya hace muchos años que no hay tal cosa, Arte. No es una cuestión de empeño personal (lo digo para quien no haya leído más que un puñado de artículos), sino de pura evidencia textual. Todos, absolutamente todos los signos que se producen en torno a noticias que pretenden hablar de Arte no hacen más que desmentir su existencia si nos atenemos, eso sí, a lo que creen sus propios protagonistas (que son todos los que conforman el mundo del arte: artistas, coleccionistas, galeristas, comisarios, periodistas, consultores, concejales, artistas, alcaldes, ministros...) Y aquí se encuentra la clave del asunto. Son los propios protagonistas los que a pesar de las evidencias textuales que se les ofrecen a diario siguen pensando en el Arte como el producto de la Imaginación Libre que es configurado por personas de extremada complejidad y sensibilidad que se expresan libremente desde su propia autenticidad muchas veces insuficientemente comprendida. Es decir, siguen pensando igual que se pensaba antes de la caída de Lehman Brothers y del invento de las redes sociales.

Aquí una fotografía aparecida ayer en el periódico. Obsérvese quiénes son los protagonistas del “hecho artístico”. Esto hace un puñado de años habría sido impensable. Y conste que no hay ni un ápice de nostalgia en mis argumentos. Lo que hay es, sólo, un atenerse al signo (texto) que demuestra mis tesis: hay mucha, pero mucha gente, que cree que la realidad es aquello que proyectan desde su deseo.

[Pie de foto: Ricard Silvestre (comisario de la exposición) con Vicent Marzá, Carmen Amoraga y José Luis Pérez Pont ante una de las obras]

A propósito de la inauguración de una exposición colectiva de 33 artistas cuya obra ha sido adquirida por la Generalitat Valenciana en 2017. Y después te encuentras -por ahí- a los dirigentes y políticos y te dicen que en realidad no les gusta salir en las fotos.



domingo, junio 03, 2018

Del artista en la era digital

(También podria haberse llamado Carta abierta a los galeristas)
A nadie le afectan ya sentencias que den por acaecida la muerte del arte. Es más: por aceptadas ya resultan hasta cansinas. Y cuando digo a nadie hago fundamentalmente referencia a esas personas que se dedican, aún y curiosamente, a generar productos en nombre del arte con unos u otros fines, siempre legítimos. O dicho de otra forma: los artistas no dejan de producir aún cuando puedan sospechar que, de alguna manera, el arte ya no es lo que era. Así, por fin, ¡porque que ya era hora!, los artistas del hoy son inevitablemente escépticos ante un mundo, el del arte, que aparenta ser (existir) sin poder hacerlo realmente dadas las condiciones que rigen las sociedades sociales actuales (Internet y RRSS). Lo he dicho en algún que otro artículo, alguno publicado en esta misma revista: 1. El último fin del Arte Moderno fue su democratización ( “Arte=Vida” y “Todos somos artistas” Beuys dixit), 2. La democratización del arte ha sido posible, de forma definitiva, gracias a las potencialidades tecnológicas.

¿Qué pueden hacer entonces ante estas circunstancias los aspirantes a artistas? Sólo tienen dos opciones, pero si eligen una deben renunciar a la otra. No son compatibles. El problema que sufren los aspirantes a artistas, que generalmente se pasan la vida quejándose de la falta de coleccionistas, de la falta de espacios dedicados al arte emergente (sic), de no tener acceso a ferias, del nimio caso que reciben de las pocas galerías que quedan en las calles, del la falta de cultura de los ricos que prefieren gastarse el dinero en yates, de los políticos que no los eligen para sus exposiciones sufragadas con dinero público... emerge, pues, ante el hecho de quererlo TODO. Abrazan eufóricos la democratización porque les permite estar en la calle (Vida), pero sin renunciar a lo que en el fondo más desean: tener un valor económico justo (sic) en el mercado. Un valor económico justo que les dignifique.

Pero TODO no puede ser, como bien deberían saber los adultos. O se acepta la (siempre deseada) democratización, y por tanto no cabe ya ninguna queja posible porque con ella se ha renunciado a todo lo que huela a elitismo cultural, o seguimos creyendo en el elitismo de la Alta Cultura y entonces debemos renunciar a todo acto popular y populista, no tanto porque queramos o no cuanto porque resulte incompatible. Así, a los aspirante a artistas no les cabe más que elegir entre una de las dos opciones, o la de ser unos hippies de su mercancía (siendo +- pobres) o la de ser unos esclavos del mercado (siendo +- ricos). No hay otra. Otra cosa es que, después, pueda entrar en juego el factor suerte (tan capitalista él), y éste haga de un hippie una estrella de la creación. Lo que en el fondo TODOS desean.

Hagámonos dos preguntas e intentemos que sus respuestas clarifiquen este embrollo:
  1. ¿Cuál ha sido y sigue siendo el mecanismo de legitimación de un artista real (artista real: el señalado por la Institución, que es el Mercado)? Respuesta: aquel que precisamente lo sitúa en un mercado y otorga un precio “indiscutible” al producto en ese mercado. ¿El mecanismo, entonces?: ser elegido por alguien con peso en el mercado del arte -todos desean ser elegidos- que te exima de ser un hippie, con lo que ello te obliga a aceptar: que tu valor en el mercado conlleva el reparto del beneficios con terceros, muchas veces a varios terceros y a veces mucho más elevados que los propios beneficios del artista.
  2. ¿Qué hemos entendido siempre por un “mercadillo hippie”? Respuesta: aquel lugar en el que el creador es el mismo vendedor de su producto. Cobra por su mercancía pero jamás por su faceta de vendedor (que es la faceta propia de un tercero). 
Así pues, conclusión: está muy bien que los artistas sean hippies y está muy bien que se generen condiciones para que la (deseada) democratización vaya generando canales por los que los artistas lleguen al pueblo. Lo que no está tan claro es que los artistas quieran nadar y guardar la ropa simultáneamente. Si son hippies no podrán quejarse nunca más de ser unos incomprendidos. Nunca. Así, insisto, está muy bien que los artistas renuncien a los intermediarios y generen su particulares formas de venta directa, e incluso está muy bien que en su fuero interno deseen que algún intermediario importante se fije en ellos aún cuando ello suponga venderse al maldito mercado capitalista. Digo yo.

Mientras a los intermediarios profesionales (las galerías de arte) no les importe que sus artistas se comporten como hippies cuando les venga en gana rompiendo las reglas del juego (las que permiten a un artista tener un precio estable en el mercado), yo no soy quién para criticar nada a nadie. O sí, si lo que quisiera es exigir a alguien cierta coherencia. La verdad es que no me hacen demasiada gracia quienes reivindican el hippismo si lo que en su fuero interno desean es un chalet de lujo en una urbanización privilegiada. Porque suelen ser unos engreídos muy cansinos que se pasan media vida quejándose. Pobres galeristas, que son los únicos que parecen no haberse enterado de nada...

domingo, mayo 27, 2018

El Barómetro Juvenil III

(Leer por orden I, II y III)
No he tenido tiempo de continuar mi texto en Barcelona, así que lo retomo en el viaje de vuelta. El tren va lleno y me encuentro sentado en pasillo junto a una mujer que lee un libro de autoayuda llamado Un Milagro en 90 días. Leo en la página que tiene abierta una de las múltiples frases escritas en negrita, una que además se encuentra escrita en mayúsculas, “Cásate con tus sueños”. Intento leer algo más de reojo pero ella ya ha cerrado el libro, ha cruzado sus brazos y se ha puesto a mirar por la ventanilla. Su lectura ha debido durar aproximadamente 20 segundos.

Junto a mí, al otro lado del pasillo una mujer de mediana edad, diría que de unos 45 o 50 años se ha hecho dos selfies nada más instalarse en su asiento y lleva manoseando su móvil desde entonces, han pasado exactamente 20 minutos. Lo juro. ¡Cómo se va la vida tan callando, Dios! Echo una ojeada disimulada hacia atrás: dos jóvenes de barómetro tienen cogidos firmemente sendos móviles con ambas manos como si les fuera la vida en ellos, que les va, no se hablan porque los dos están conectados al dispositivo mediante auriculares, los dos llevan gorra a lo Spielberg calada hacia atrás.

El silencio del vagón es tan sepulcral como inaudito. La mujer de mi derecha parece una estatua y la de la izquierda ha dejado el teléfono sobre su barriga. Perdón, lo retoma con ímpetu, debe haberle vibrado el ombligo. Leo en la contraportada del libro de mi vecina más directa: “Consigue YA la SAGA de 'La voz de tu Alma'” y observo las 6 fotos de las portadas de los 6 libros de la SAGA.

Ya digo, se respira una tranquilidad casi sospechosa. Miro hacia el suelo y veo como la moqueta comienza a supurar un extraño líquido parduzco. Nadie se apercibe de ello. O sí, pero nadie se mueve. Todo permanece en un silencio ensordecedor. El líquido no para de surgir del suelo a velocidad constante. Y ya no es sólo su presencia, evidente por otra parte, sino el hedor que desprende lo que ya es un charco. Ahora sin duda más amarillento. Todos los pasajeros parecen encontrarse en estado semivegetativo, nadie habla con nadie, nadie dice nada. Sólo una chica que se encuentra delante de mí en diagonal teclea su ordenador con la misma cadencia que la mía. Puede que ella de aperciba de la salida de ese líquido viscoso que ya ocupa todo el vagón. Me digo a mí mismo, a quién si no.

La mujer de mediana edad se vuelve a hacer otro selfie, algo que escapa totalmente a los límites de mi comprensión. Ha hecho exactamente el mismo gesto de antes. Por otra parte cuesta reconocer el color original de la moqueta, que creo recordar era verde. Ya no es un charco lo que hay a nuestros pies, es algo más. El agua, por llamarla de alguna forma, el agua cenagosa, eso sí, y sucia, la tenemos ya a la altura de los tobillos y los viajeros siguen sin darse por enterados. Yo he decidido levantar los pies y apoyarlos sobre el asiento delantero, pero los demás, todos, se encuentran con los pies enfangados. Mi vecina más directa sigue absorta mirando por la ventanilla y su libro sigue enseñando la contraportada, con las fotos de los 6 libros de la SAGA y con la foto de su autor, un joven barbilampiño se sonrisa atractiva y dientes muy blancos. El agua es cada vez más sucia. Me agacho para verla de cerca y descubro incluso algunos insectos propios de agua estancada. A estas altura parece agua sulfurosa y desprende una suerte de vapores de doble capa.

Cuando llegamos a Tarragona el agua supera el nivel de nuestras rodillas, pero la gente sigue en estado contemplativo. Los chavales de atrás se ríen al unísono de lo que al parecer ven en sus respectivos dispositivos, ¿estarán viendo lo mismo? El caso es que ríen, pero no emiten sonido alguno. Mi vecina de pasillo suspira ante su teléfono sin percatarse, al parecer, de que el agua turbia nos está alcanzando ya al cuello. En cualquier caso ella teclea como si le fuera la vida en ello, que le va, sacando los brazos por encima del agua. Los vapores que emana esta ciénaga viajera me impiden ver con claridad más allá de dos asientos. El olor resulta insoportable y los bichos campan a sus anchas por todo el vagón.

Cuando comienzo a darlo todo por perdido veo acercarse flotando una casa. Sí, una casa; no parece la maqueta de una casa sino una verdadera casa. Con dos tejados a dos aguas cruzados y como fabricada de madera, con sus puertas y sus ventanas, todas abiertas. Flota perfectamente entre las cabezas que emergen de esta ciénaga insalubre y mortal. Parece que vive alguien dentro de ella pero no alcanzo a saber quién y eso me descompone. Todo el vagón es una ciénaga de cabezas flotantes que son incapaces de reaccionar. Intento encontrar las claves en la casa pero se me resisten, seguramente debido al esfuerzo que hago por sobrevivir. El que enturbia mi aliento y humedece mis ojos. Ya no sé cuánto tiempo hace que hemos pasado Tarragona, puede que semanas. O meses. Renacuajos, culebras y orugas. Mantengo los ojos abiertos a duras penas mientra se escucha la llamada de un teléfono que se debe haber quedado arriba dentro de alguna maleta. Tengo el cuerpo totalmente entumecido y no sé qué me resulta más difícil de soportar, si el hedor insoportable o la exhalación de los vapores. Sé que la clave está en la casa pero no acierto a dar con ella.

sábado, mayo 26, 2018

El Barómetro Juvenil II

(Leer por orden I, II y III)
Pero, ¿son reales los datos que nos ofrece ese Barómetro Juvenil cuando dice que “el 21,6 por ciento de los jóvenes sufre depresión moderada o grave” y el 19, 3 por ciento padece ansiedad y tiene sentimiento de fracaso? Yo diría que reales no, que se quedan cortos. Ayer mismo estuve con una mujer que mostraba preocupación por el presente de su hijo porque había acabado el bachillerato y tenía que tomar decisiones respecto a sus estudios, esto es, respecto a su futuro. Me contaba que su hijo de 17 años quería ser diseñador de zapatillas deportivas. Tratándose de un campo muy cercano al mío por doble partida (profesional y pedagójico) me interesé por ello y le hice algunas preguntas que me parecían pertinentes para conocer más a fondo las inquietudes de su hijo y así poderla ayudar. Le pregunté por ejemplo, “¿por qué zapatillas?”, a lo que me contestó: “ah, porque le gustan”. “Pero ¿acaso le gusta el diseño?, le dije. Contestación: “no, lo que le gustan son las zapatillas deportivas. Así yo, “entonces quiere estudiar diseño? Así ella: “no, lo que quieres es diseñar zapatillas deportivas”. “Bueno, pero para diseñar zapatillas deportivas tendrá que empezar por aprender diseño, ya sea en general o industrial en particular”. A lo que la madre preocupada por el presente de su hijo contestó: “lo que quiere mi hijo es crear una empresa de zapatillas en la que él sea el propio diseñador”. Así que ya hemos llegado al núcleo de la verdad: lo que quiere su hijo es ser emprendedor primero y acto seguido, pero muy seguido, un diseñador de éxito.

Ante tal cúmulo de despropósitos, y dado el cariño que tengo por esa mujer-madre, le hablo de las escuelas en las que se imparten los estudios de diseño y le doy información de primera mano y privilegiada dada mi condición de profesor de una de las más prestigiosas de la actualidad (e incluso le informo de las jornadas de puertas abiertas en las que puede recibir información sobre el terreno de la mismas carreras). También le hablo de documentales con los que el chaval puede disfrutar a demás de hacerse una idea cabal de lo que cuesta triunfar en cualquier terreno, ya sea creativo o no. No toma nota de nada.

Mutatis mutandi. Me encuentro escribiendo este texto en el tren camino de Barcelona; es aquí precisamente donde he leído la noticia de lo del Barómetro Juvenil (26 de mayo). Llevo cerca de una hora y media larga en él, que es el mismo tiempo que llevamos todos los que hemos salido desde Valencia. La chica que se encuentra junto a mí al otro lado del pasillo se ha hecho unos cuantos selfies nada más tomar asiento, desde entonces no ha hecho otra cosa que repasar una y otra vez todos ellos con el fin de determinar, supongo, en cuál de ellos aparecía más mona. No exagero, la necesidad de volver a ellos una y otra vez, y de ampliarlos y repasarlos con el fin de determinar en cuál salía más favorecida le habrá llevado más de una hora. Lo que ha venido después, es decir, lo que ha hecho hasta cubrir esta media hora larga que llevamos en el tren, ha consistido en elegir a quién le mandaba es selfie vencedor para indicarle que ya estaba en el tren camino de Barcelona.


Así que volvemos a la pregunta: ¿son reales los datos que nos ofrece ese Barómetro Juvenil cuando dice que “el 21,6 por ciento de los jóvenes sufre depresión moderada o grave” y el 19, 3 por ciento padece ansiedad y tiene sentimiento de fracaso? Desde luego que no. Lo hemos visto: a la madre le preocupa el presente de su hijo por el futuro que pueda esperarle, pero no está dispuesta a torcer nada. Y al hijo le preocupa su presente en función de unas expectativas que tienen más que ver con la imaginación y la fantasía que con la realidad más cruda. Y es que precisamente, si por algo se definen los milleniums es por eso, por querer vivir no tanto con ilusión sino en la ilusión misma. Son unos ilusos porque viven más cerca del mundo virtual, que es tanto el de sus videojuegos como el que proyectan los media, que del real. Lo que quieren no es tanto hacer algo bien, porque saben de sobra que eso exige mucho tiempo de dedicación, cuanto el triunfar y tener éxito. Quizá descubrieron demasiado pronto que el éxito no se encuentra claramente vinculado a la excelencia. Y por eso, lo que quiere el hijo de mi amiga es ser emprendedor primero y acto seguido, pero muy seguido, un diseñador de éxito. ¿Ansiedad? ¿Sentimiento de fracaso?

Los padres del hoy, lo decíamos hace un momento, pueden hacer cualquier cosa menos todo aquello que, al pensar de sus hijos, a los que temen, les convierta en entrometidos. Olvidando de esta forma que ellos mismos son, precisamente y por definición, los preceptores que por amor y madurez, están obligados a preservar a sus hijos de errores fatales. La madre considera que argumentar a la contra de la disparatada idea de su hijo es alejarlo de su ilusión, sin apercibirse de que no es más que la ilusión de un iluso, un iluso que entre cosas lo es por encontrarse, aún, en estado crudo. En cualquier caso la madre no quiere intervenir demasiado. Y por eso ha incorporado un mantra a su discurso: “el caso es que mi hijo es tan buen chico...”. Mantra que en realidad sólo le sirve para justificar su indolencia y su inoperancia.  

Así que en realidad el porcentaje del que habla el Barómetro Juvenil tiene muchas posibilidades de ser falso porque seguro que no contempla casos como el descrito.¿De qué es entonces carne de cañón este chaval? ¿De ansiedad? ¿De sentimiento de fracaso?

Lo que en cualquier caso está más que claro es que este chaval, como todos los chavales de 17 años tiene, desde los 12, un teléfono de altas prestaciones que le ha permitido ver imágenes que harían vomitar a un adulto. Algo que por lo que veo nadie incluye en los diagnósticos cuando el llamado Barómetro digital se hace cargo de unas estadísticas desoladoras. Y por cierto: no hay padre "en el mundo" que se haga cargo de la desestabilización que provoca el ver ciertas cosas a edades impropias, aún sabiendo todos ellos que una de las funciones de los padres amorosos ha sido SIEMPRE la de preservar a su hijitos de todo aquello que pudiera afectarles y traumatizarles. ¿Que por qué? Por que todos ellos, "todos los padres del mundo" que ponen ese arma nuclear en manos de sus hijitas de 12 años, o hacen la vista gorda o mantienen la firme convicción de que sus hijitas no hacen ese perverso uso del teléfono (porque son buenas chicas). Y es aquí, justo aquí, donde a mí me da el ataque de risa. 

Mutatis mutandi II. Continúo en el viaje. Entra un chaval que rondará los 20 años y se sitúa en mi diagonal cruzando el pasillo, así que puedo ver sus movimientos perfectamente aún queriéndolo evitar. Mide cerca de 2 metros, viste pantalones cortos deportivos y camiseta de algodón estampada. Nada más llegar se atusa un poco el pelo saca el móvil y se hace un selfie, acto seguido le veo usar el móvil con el fin de mandar su imagen a alguien. Todo muy rápido, parece que tiene necesidad de descansar, así que estira el asiento y se dispone a dormir cerrando los ojos. No han pasado ni dos minutos cuando le veo sacar el móvil para revisar su actualidad, lo mira y lo devuelve al bolsillo. No han pasado ni 3 minutos que el chaval vuelve a sacar el móvil de su bolsillo para conocer el estado de sus comunicaciones. Lo dejo, parece que le va a ser imposible descansar, de hecho ahora está con él tecleando a la velocidad del rayo. Juro que todo acaba de suceder tal y como lo he descrito: el chaval parecía querer descansar pero al mismo tiempo no quería dejar de estar conectado. Lo que no sé es si sacaba el teléfono del bolsillo por necesidad compulsiva de saber (?) o porque le vibraba en la entrepierna.


Nota. Este texto está siendo publicado sobre la marcha. Desde el tren. Escribiendo y publicando, pero se acaba el viaje, así que lo terminaré en destino, en el hotel de Barcelona.